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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

Ayamontinos Inolvidables

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manoli Martín Romero.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manoli Martín Romero.

 

No sé si algún día Dios decidirá explicar a sus hijos sus criterios de Justicia, o de esa lógica que seguro es consustancial en Él, pero que a los  humanos nos resulta incomprensible en muchos momentos de nuestra existencia. Perder un hijo, no solamente es un drama, es que además es una incongruencia con la propia existencia que determina, en pura lógica, la natural duración de la vida de los seres humanos, esa ley de la vida a la que tanto recurrimos cuando llegan casos como el que motiva este artículo. Tampoco terminamos de comprender cómo después de que con sudor y lágrimas, constancia, determinación e ilusión se construya una embarcación llamada familia, esta zozobre y deje náufragos a buena parte de su tripulación. Y este es el caso que se da cuando un matrimonio queda roto por el infortunio que nos ofrece la muerte, siempre dolorosa, sobre todo cuando la soledad llega a quien nunca supo vivir sin la compañía.

Como parra fecunda en medio de la casa; como renuevos de olivo alrededor de la mesa, nos recuerda el salmo. Hoy, la heredad de nuestro buen amigo José Manuel Martín Frigolet ha perdido su más fecunda parra, aquella que son señorío, amor, humildad y sacrificada entrega, se humanizó en la figura de una mujer ejemplar, de una esposa ejemplar, de una madre ejemplar: Manoli Martín Romero. Hoy, el viñador y los renuevos de olivo han quedado absolutamente desamparados, se han quedado sin esa sombra generosa y sacrificada de una madre que siempre permaneció en ese lugar tan poco visitado llamado humildad, mientras ellos, su esposo, sus hijos, eran puro ejemplo ciudadano, fruto de una unidad familiar, auténtico paradigma, ejemplo a seguir.

No temo por Ernesto, Javi y Alberto. La juventud les hará fuertes frente a una vida que ya sin su madre serán otras vidas, pero ellos sabrán construir las suyas inspiradas en el incomparable ejemplo de su madre. Temo por mi amigo José Manuel, y sólo me queda esperar que su profunda fe le de fuerzas para afrontar estos momentos que en estos casos ya no son sólo estos momentos, sino los momentos por antonomasia, pues ya no le quedará otros que el recuerdo permanente de una compañera que fue todo un ejemplo de esposa y madre. Descanse en paz Manoli, que sin duda permanecerá en el recuerdo de todos los ayamontinos.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Juan Antonio Pérez Mateo, el Mojo.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Juan Antonio Pérez Mateo, el Mojo.

Esta vez se me han ido en pareja. Dos grandes amigos me han dejado, nos han dejado a todos los que les queríamos de verdad. Estoy seguro de que éramos muchos, como suele ocurrir con las grandes personas.

Siento de verdad tener que escribir dos obituarios en tan corto espacio de tiempo, pero si uno era amigo el otro no le iba a la zaga. Ya hablamos del Chipi, ahora nos toca recordar al Mojo, sin duda otro ayamontino ya inolvidable.

Conocí a Juan Antonio Pérez Mateo, el Mojo, a mediados del pasado siglo, cuando, siendo yo empleado del bufete del letrado don Trinidad Navarro Nieto, él entró a trabajar al estilo un tanto comodín: compartió con  eficiencia la oficina con el volante. Y puedo asegurar que de todos los empleados que tuvo el referido abogado: Narciso Sánchez Romero, Francisco Romero Gamero, (Curro), Juan Antonio López Lorenzo, (Chipi), Antonio Acuña Grao, Esteban Diaz, Rafael Losada González , Manolo Rodríguez Gómez,  (Camilo),  el Lele y un servidor -creo que no me falta nadie-,  ninguno  como el Mojo tuvo tanta habilidad para ganarse el aprecio y la admiración del jefe. No era peloteo, era sencillamente, carisma. Porque a mi amigo Mojo es lo que le sobraba: carisma para meterse en el bolsillo a cualquiera que entrara en su vida. Cuantos más sofocones hacía pasar a don Trini con su desparpajo, más lo quería.

El amigo Mojo ha sido uno de esos ayamontinos que supo ganarse, con su generosidad, con su espíritu de servicio, con su acreditada amabilidad, con su permanente sonrisa, que aun en sus últimos momentos mantuvo, el aprecio de todos. Una enfermedad terrible se lo ha llevado demasiado joven, cuando aun le quedaban muchas cosas por hacer, cuando aun le restaban fuerzas para querer y servir a todos. Pero la vida es así de dura y de ingrata. Y en esta triste hora sólo nos queda el consuelo de haber compartido su amistad, de haber entrado en su generoso corazón. Descanse en paz.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Juan Antonio López Lorenzo, CHIPI.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Juan Antonio López Lorenzo, CHIPI.

No se puede ser buen cristiano si no hemos sido capaces de desprendernos de todo aquello que lo impide. La generosidad sin límites, el amor, el sacrificio, la entrega absoluta por los demás, necesita esa ligereza de atuendos de intereses; por eso, mientras menos cargas interesadas llevemos más capacidad tendremos de cargar con los pesares ajenos, ayudar a los que nos necesitan, hacer ligero su yugo.

En el funeral celebrado en la iglesia de las Angustias por el alma de nuestro siempre querido y recordado Juan Antonio López Lorenzo, Chipi, tanto la Iglesia como la Agrupación de Cofradías decidieron que un hombre que se había desprendido de todo, que su ego había quedado reducido al mínimo para poder servir con toda holgura a los demás, tenía que ser citado, no con su nombre en el siglo, con su nombre apellidos civil, sino con su nombre del cariño, del servicio desinteresado, de la honradez, de la entrega a los demás. Y ese nombre no era otro que el de Chipi. Así se sencillo y a la vez así de grande.

Hace cincuenta y ocho años nació en Ayamonte un niño al que bautizaron con el nombre de Juan Antonio, al que se adosaron por ministerio de la Ley, sus apellidos paterno y materno, López y Lorenzo. Fue su nombre en el siglo, su nombre oficial, civil. Pero al igual que ocurre con los religiosos, que adoptan otro nombre al ingresar en la correspondiente orden, Juan Antonio ingresó pronto en la orden del servicio a los demás, y desde la Ayudantía de Marina, pasando por la hermandad de la Virgen de las Angustias y Agrupación de cofradías, de las que fue muy eficiente secretario, desde su ejemplar ámbito familiar, al lado de una esposa y unas hijas adorables y que le adoraban, pronto dejó de llamarse como en el siglo para ser para todos, sin excepción, sencillamente el Chipi. Y así, en su funeral el nombre de Chipi sonó por entre las naves abarrotadas de la iglesia, como sinónimo de bondad, de cariño, de entrega, de sacrificio, de amable y sincera sonrisa. Fue un acierto esa decisión, porque a los ayamontinos en general y a los que lo tratamos muy personalmente en particular, no sólo se nos fue un paisano llamado Juan Antonio López Lorenzo, se nos fue un amigo, un ciudadano ejemplar, un cristiano de bandera llamado Chipi. Así lo recordaremos siempre, porque así, como Chipi, quedará guardado para siempre en nuestros corazones, que para eso él, desde siempre, nos llevó a todos en el suyo.

Descansa en Paz, Chipi. Y pide por nosotros.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Andrés Cal Porral,

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Andrés Cal Porral,

Será por sus encantos, será por sus gentes, será por ese embrujo que le ha dado fama, lo cierto es que nuestro Ayamonte ha supuesto siempre un atractivo inevitable para muchos de los que circunstancialmente han estado una temporada con nosotros y han terminado quedándose para toda la vida, haciéndose ayamontinos en toda su condición, es decir, ayamontino pazguato y fino.

A través de un antiguo sistema de relaciones personales –el epistolar- nuestra querida paisana Ana Rodríguez Guerrero conoció al que terminaría siendo su esposo, un gallego de Betanzos llamado Andrés Cal Porral. Es sabido que los gallegos son maestros en integración dada su condición histórica de emigrantes, y ello a pesar de su insaparable morriña.

Desde el primer momento mi buen y recordado amigo Andrés, popularizado en nuestra ciudad, que fue la suya de acción y de corazón, como Andrés “el del Museo”, o “Andrés, el yerno de Enrique el Locero”, se integró en la sociedad ayamontina de una forma admirable. Y en aquella tabernita que fundó su suegro en la entonces calle Calvo Sotelo, hoy Hermana Amparo, denominada “el Museo”, sentó cátedra de ayamontinismo, de amabilidad, de educación, de eficiencia y, sobre todo, de simpatía. Gallego de cuna, ayamontino de adopción, paisano ejemplar.

Hasta que el infortunio lo dejó sin voz, participó con Ana en la coral polifónica. Y su tarea más importante a lo largo del día, además de las inherentes a su condición de esposo y padre, era la de saludar constantemente a todos los que con él se cruzaban, con la amabilidad, educación y sonrisa franca que le eran inherentes.

Hace unos días nos ha abandonado un gallego ejemplar, que sin dejar de serlo, vino a convertirse en un gran ayamontino, un ayamontino de los de verdad, pazguato y fino. Y que por ello se ha convertido en inolvidable. Un abrazo, amigo Andrés.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manuel Ríos Ramos, Cajirón.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manuel Ríos Ramos, Cajirón.

Un día me pidió que escribiera su epitafio, pero con una particularidad propia de la casa: por adelantado. No me pareció bien y así se lo hice constar. No se enfadó, simplemente se lo encargó a otro. Así era el amigo Manuel Ríos Ramos, nuestro querido Cajirón, que nos ha dejado estos días pasados.

 

Muchos han creído que Cajirón era un bicho raro, un friki, pero en realidad era una persona totalmente cuerda y además tenía las cosas, las ideas, muy claras. Para muchos, su oferta impresa en su viejo Land Rover era un disparate, muy lejos de la realidad. ¿Creen ustedes que era así?. Yo afirmo que no. Porque, ¿cuántos divorciados, separados, divorciadas, separadas, celebran el evento?.Más, muchos más de los que creemos. ¿Y las defunciones no se celebran?. Que se lo pregunten a los ansiosos herederos del viejete millonario que no termina de morirse.

 

Todos cometemos errores en la vida. A veces se dice que un alcohólico muere cuando deja de beber radicalmente. Yo creo que mi amigo Cajirón no debió desprenderse nunca de sus Land Rover, esos viejos todoterreno le daban vida, eran su tarjeta de presentación, su más genuino carné de identidad.

 

La primera vez que hablé con él me dio una alegría: era un fiel lector de mis libros, que leía en los largos ratos de ocio cuando estaba embarcado. Pocos sabrán que Cajirón era ilustrado, y lamentablemente lo que más se va a recordar de él será su estrafalario aspecto. Aunque muchos también tendrán ocasión de recordar su bondad, su generosidad para con los más necesitados.

 

Ayamonte, además de un hijo, ha perdido un auténtico icono de nuestro paisaje urbano. Y ahora que ya no está, quiero atender su antiguo encargo y me atrevo  a escribir en su memoria el siguiente epitafio:

 

Aquí yace Manuel Ríos Ramos, Cajirón, que de tanto ir al carajo, un día se despistó y terminó en el cielo.

 

Descanse en paz este singular ayamontino que será sin duda inolvidable.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manuel Correa Narváez,

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manuel Correa Narváez,

La sola contemplación de la fotografía que ilustra este artículo nos pone en relación con la más genuina expresión de serenidad, elegancia,  compostura y otras virtudes que confluían en el personaje en cuestión.

 

Muchas veces en este blog se han citado aquellos inolvidables carrillos de las chucherías: Carmelo, Antonia, Chipirripi, Luís Reyes y Luís el de la Peiná…y Paciencia.

 

Nuestro personaje de hoy, nuestro ayamontino inolvidable no es ni más ni menos que Manuel Correa Narváez en el siglo, y para sus paisanos, sencillamente Paciencia. Era el carrillero más ordenado, educado, aseado y sobre todo, haciendo gala de su apodo, paciente.

 

Solía situarse en una esquina, la del Paseo de la Ribera con San Diego, su carrillo presentaba un orden increíble para los usos de aquellos tiempos. Una serie de cajitas ordenadas, de distintos tamaños para los distintos productos y para el dinero. Nunca fue posible ver dos cajas destapadas a la vez, el orden de Paciencia se lo impedía: antes de destapar una había que cerrar la anteriormente abierta. ¿Educación?, a raudales. Y no sé si estoy en lo cierto, pero siempre se oyó decir que era un buen matemático.

 

En todo caso, ayamontino inolvidable, ejemplo de civismo. Y no crean ustedes que vendía cualquier cosa: su producto estrella quizás fuesen los famosísimo caramelos “San José”. Termino dando las gracias a su nieto por haberme facilitado esta irrepetible foto, es una de esas fotos que en sí misma supone un relato histórico.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. El Maestro Bustamante.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. El Maestro Bustamante.

A veces, las buenas personas tienen que lidiar en la vida faenas muy desagradables, unas veces de forma voluntaria, otras desde el terreno de lo profesional. Antonio Gil Bustamante, el maestro Bustamante. como popular y cariñosamente era nombrado, se echaba cada día a sus espaldas la muy desagradable, pésima, infame, pero a todas luces inevitable tarea de, a través de un volante, creo recordar de color crema o rosado, anunciar a un pobre e indefenso paisano nada más y nada menos que tenía en el banco una letra de cambio pendiente de pago. Casi nada, maestro.

 

Fue por esos años de la infernal letra de cambio cuando le conocí, en un primer momento como niño que lo veía pasar con su cartera bajo el brazo; más tarde pude acercarme a él, ya de joven, en la Milagrosa, y nuestra relación de amistad y admiración hacia él ocurriría llegado la mitad de los cincuenta del pasado siglo cuando, en el viejo Instituto Laboral trabé amistad, que por cierto perdura, con su hijo José Antonio, para entendernos, Pepito Bustamante.

 

El maestro Bustamante es sin duda el icono de la música más recordado por los viejos ayamontinos, sólo comparable con el inconfundible carisma que en el recuerdo queda igualmente de su incomparable colega y amigo Horacio Santos Cabo. Horacio y Bustamante, Bustamante y Horacio, era imposible nombrar a uno y no hacerlo con el otro.

 

El maestro Bustamante fue el gran artífice de la muy recordada Rondalla de la Milagrosa, que me permito escribir con mayúsculas por todo lo que significó para los jóvenes y niños ayamontinos de la época, y su figura, su presencia, era imprescindible en el teatro Cardenio durante aquellas inolvidables veladas de espectáculos musicales de aficionados, de artistas ayamontinos que perduran en el recuerdo, como aquel dúo que componían Mari Carmen Jiménez y  Mari Loli Muniz, que en más de una ocasión serían presentadas por locutores ayamontinos como los de la foto, Isabel Villegas e Ignacio de Jesús

 

Muchas veces estuve en su casa de la calle Sevilla –también vivió en calle Marte, que si no lo digo se me enfada el Núñez, su antiguo vecino- y me deleité oyéndole tocar la guitarra e incluso allí ensayamos más de una vez los componentes de un cuarteto musical juvenil al que pertenecí junto a Pablo Domínguez, Jesús Andray y su propio hijo Pepito Bustamante, en la   cariñosa presencia de aquella gran mujer que fue su esposa, la querida y recordada Pepita Fernández.

 

Hoy, afortunadamente,  nuestra ciudad cuenta con una abundante cultura musical: coral, coros, comparsas, bandas de música… pero, francamente, sin el recuerdo del maestro Bustamante no se puede entender el mundo de la música en aquel romántico e inolvidable Ayamonte de mediados el siglo XX.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Juan González Gallardo

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Juan González Gallardo

Ni cuando ayudaba a su padre en la muy recordada carbonería de la familia Caraballo, frente al cine Cardenio; ni cuando trabajaba en aquel desordenado taller y almacén de chatarra de la calle Zamora propiedad del inolvidable José Rodríguez Silva, “el Chico”; ni cuando manejaba con destreza la autógena en el taller de carpintería metálica de la calle Médico Rey García, pudo pensar que un día nos dejaría tan pronto y que además no iba a ser recordado como mecánico, o soldador, sino como cofrade y tabernero.

Mi siempre recordado amigo Juan González Gallardo, Juan el Costalero, nos dejó plantado hace muy poco tiempo. Y lo hizo como es de honor en los hombres buenos, justos, fieles, piadosos: al pie de una cama de hospital donde estaba ingresada su querida esposa y buena amiga mía Tere Salgado. El no estaba en el hospital como enfermo, sino como acompañante, y enfermó cumpliendo ese menester que hacía con gran amor, entrega y fidelidad. Con tres hijos adultos y el negocio familiar perfectamente atendido, ningún sitio mejor que aquella sala de hospital al lado de su esposa. Mientras todos preguntábamos por la salud de Tere, Juan se nos iba poco a poco, sin hacer ruido.

Grande de corazón, espléndido en el ejercicio de la amistad, un poquito de malos modos –que no todo va a ser virtudes, y quien esté libre de pecado tire la primera piedra-, habilidoso sonsacador de noticias, de rumores, estaba al tanto de todo, en especial a lo relativo al mundo cofrade. Cuando yo llegaba de Sevilla a pasar un  puente él me ponía al día. ¿Cómo te enteras de todo, Juan, de lo que se acuerda en las juntas de las hermandades, de los proyectos, de las peleas, de los rumores?, le preguntaba. Y el me respondía: a cada cual hay que echarle la carná oportuna y listos.

Controlaba el negocio minuciosamente, por ejemplo, contaba uno a uno los boquerones que compraba para saber cuántos tenía que poner de tapa. Así, me decía, mato dos pájaros de un tiro: el cliente queda satisfecho porque la tapa es abundante y yo gano lo que debo ganar. Y así con todos los servicios. Conocía el mundo de la plaza de abastos a la perfección y era un pinche ideal para la gran cocinera que era y es Tere.

Cofrade de la hermandad del Domingo de Ramos y capataz del Cristo del Amor, Juan el Costalero se nos fue dejando la impronta de buen ayamontino, buen cofrade, buen tabernero –me gusta más que hostelero-, pero sobre todo, excelente esposo y padre. Y amigo de todos los que  quisimos serlo  de él. Era fácil: las puertas de su generoso corazón siempre estaban de par en par.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. ANTONIO CONCEPCIÓN REBOURA.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. ANTONIO CONCEPCIÓN REBOURA.

Hoy traemos a colación en “Ayamontinos inolvidables” a uno de los personajes más influyente de la reciente historia de la ciudad: Antonio Concepción Reboura. La salazón de pescado y la conserva, la construcción, la pesca, los servicios, el ocio, la acción social son testigos de su constante aportación a cada una de estas actividades. Llama un tanto la atención el apellido materno de nuestro personaje, de fonética gallega. Efectivamente, gallego es el apellido. Su padre, ayamontino de nacimiento, en vista de la escasez de pesca de su época, emigró al Norte de España en busca de mejor fortuna. En una de las ciudades más desarroladas de nuestra patria y en concreto en una pedanía de Vigo, nació Antonio Concepción Rebura, su madre, Isabel Reboura, era gallega, con la que su padre había contraído matrimonio.

Cuando contraba siete años de edad, su padre decidió volver a Ayamonte y aquí reanudar la actividad anterior circunscrita al mundo de la mar. Primero fue la fábrica de salazones, después las de conservas, los galeones para la pesca de la sardina. Con quince años tuvo que abandonar cualquier actividad estudiantil para entregarse de cuerpo y alma a los negocios de su padre; y a los veinte quedó huérfano de padre y se hizo cargo de todos los negocios. Tuvo cuatro hijos: Antonio, Manolo, Paco y Juan y nos dejó una inacabada e inacabable saga.

Muchas veces nos preguntamos qué motiva el éxito de un empresario, que es capaz de superar todo tipo de crisis. Para Antonio Concepción no había secreto: trabajo, trabajo, trabajo; familia, familia, familia. Ese afán inculcó a sus hijos, y en época de gran prosperidad, cuando muchos “señoritos” permanecía en el Círculo Mercantil, los hijos de Concepción se encontraban a pie de fábrica, de muelle o de barco.

En el ámbito social, Antonio Concepción Reboura fue “practicante”, lo entrecomillo proque no era titulado, pero durante la más cercana postguerra inyectaba a los pobres que no tenían seguro de enfermedad o que teniéndolo no podían desplazarse hasta el Hospital de la Caridad. Fue denunciado por ello. Su esposa, Rita Jiménez, presidenta de Cáritas, tenía reservada parte de la casa para almacenamiento de víveres y grandes ollas para preparar comida para los necesitados. Fue presidente del Ayamonte C.F. bajo cuyo mandato alcanzó la categoría nacional, nuestra siempre querida Tercera División. Mantuvo con su familia una cofradía de Semana Santa, la de Jesús Caído, fue cofundador de la Agrupación de Cofradías, y tantas cosas que haría interminable este relato.

Ameno contertulio, “generoso” cuando contaba sus historias. Cinéfilo empedernido, todas las noches iba al cine Cardenio, del que también era copropietario, Antonio Concepción Reboura merece algo más que esta simple semblanza, que como tal ha quedado muy larga, Hoy sus hijos siguen, aunque separados, sus máximas, el trabajo por encima de todas, y él nos dejó el legado de su encendido ayamontinismo. Puede decirse, puede asegurarse, que es el ayamontino que más puestos de trabajo ha creado y mantenido a lo largo de nuestra historia reciente.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. NARCISO SÁNCHEZ DÍAZ.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. NARCISO SÁNCHEZ DÍAZ.

Por poco se libró de la Guerra de Cuba, pero ya no puedo hacerlo con las dos Grandes Guerras europeas ni con la peor de todas: la Civil española. Así que soportó nada menos que tres guerras con sus correspondientes postguerras, que vaya usted a saber qué es peor.

Pero no todo fueron negruras para nuestro pesonaje de hoy: tuvo el enorme placer de ver día a día, a sus trece años, cómo el incoparable Sorolla pintaba en  nuestro muelle de Poniente el cuadro de la “Pesca del atún”,  cómo era cada día protegido, cubierto de grandes  telas y guardado en la fábrica de conservas ubicada en el lugar en que hoy se encuentra la Agencia Tributaria, que eso sí que es un orgullo para Ayamonte.

Narciso Sánchez Díaz, que había nacido el 25 de junio de 1.906, falleció en su ciudad natal, nuestro Ayamonte, el día 4 de agosto pasado, es decir, con 104 años cumplidos. A pesar del llamativo dato, su fallecimiento pasó desapercibido más allá del entorno familiar y de amistades. Quizás si Narciso hubiese hecho algo espectacular, pongamos por ejemplo irse a vivir a otro lugar y allí componer letrillas para el carnaval, otro gallo hubiera cantado. Pero no fue así, su vida, su larguísima vida, casi de record, se paseó siempre por las calzadas de la familia, del trabajo, del anonimato. (Yo mismo ignoraba que desde 1.975 vivía con su hija Pepi en el Salón, siempre pensé que estaba con Narciso en Sevilla).

Hombre de considerable estatura, supo aprovecharla bien para otear su querido Ayamonte, su incomparable paisaje urbano, desde sus sucesivos domicilios, las alturas  de Buenavista, Galdames y Santa Clara, para finalmente meditar esa pasión visionada en la planicie del Salón de Santa Gadea, en la calle Jacinto Benavente, al amparo, bajo el cariño de Pepi.

Empleado del Consorcio Nacional Almadrabero, cuando se cerraron las puertas de la fábrica de Ayamonte pasó a prestar servicios a Barbate, junto con paisanos tan queridos y ya desaparecidos como Carlos y Angel Márquez. Fue el Maestro de Máquinas de las dos fábricas, y cuando le llegó la jubilación arribó de nuevo a su Ayamonte natal.

Hombre de privilegiada memoria, que conservó hasta sus últimos días, fue un recurso sostenido por este modesto blog cuando había que acudir al dato recóndito del tiempo pasado, y a través de su hijo Narciso nos llegaban las oportunas aclaraciones, como aquella emblemática del artículo dedicado a la “Puerta Ancha”.

Se nos fue un ayamontino más que centenario. Para la oficialidad no ha pasado nada: Narciso no era político, ni comparsista, ni cantautor de historia inventada; para no ser, no era ni presumido.

Eso sí, nos dejó un importante legado: su honestidad, su elegancia, su saber estar siempre, su incomporable y privilegiada memoria que lo convierte en cronista de la protohistoria ayamontina, y sobre todo, ese legado humano representado en Narciso y Pepi, sus hijos.

Descanse en paz.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. HOY: NAZARENO.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. HOY: NAZARENO.

Desconozco sus apellidos, su fecha de nacimiento, su árbol genealógico. Conocer estos datos hubiera resultado fácil, con acercarme un momento a la Residencia Lerdo de Tejada me los hubiera facilitado con gusto mi amiga Maro Gómez, máxime sabiendo para qué los quería. Pero lo pensé mejor y me dije que esos datos no obstarían en absoluto a la pretensión de este artículo. La personalidad del personaje hace innecesario cualquier aditamento.

Nazareno, simplemente Nazareno, es posible que haya sido el personaje más típico, conocido y querido de nuestra historia reciente. No sé qué tipo de deficiencia padecía, su enorme fealdad era seguramente una consecuencia de la misma. Pero había algo en él que no solamente pertenecía al ámbito de la deficiencia, sino todo lo contrario, de la abundancia de bienes: su ternura, su incomparable ternura. Nazareno era tierno como un tallo de nardo recién asomado al aire, el “dame una pesetita” –petición repetida por él durante toda su vida- se convirtió en su única conversación. Nadie, ni él mismo, supo nunca para qué quería la pesetita pedida, seguramente terminaría perdiéndola, pero eso era lo de menos, lo que importaba es que así se comunicaba con los demás.

Nazareno es el personaje de nuestro asilo de ancianos por antonomasia. No se puede entender la historia de nuestra querida institución si hacerse alguna alusión a Nazareno, sin que se nos venga a la retina su ya desaparecida imagen.

Nazareno, como todos los deficientes, no era ni bueno ni malo, carecía de voluntad de elección, pero era algo que sólo los de sus circunstancias especiales tienen, poseen en abundancia, era tierno, su ternura era contangiosa. Y ese recuerdo permanecerá para siempre en la memoria de quienes le conocimos.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES.JOSÉ RODRÍGUEZ SILVA, "EL CHICO"

AYAMONTINOS INOLVIDABLES.JOSÉ RODRÍGUEZ SILVA, "EL CHICO"

Traemos hoy a colación a uno de los personajes más emblemáticos del pasado siglo, José Rodríguez Silva, “El Chico”, y ello por las razones que se dirán:

Aunque destacó en muchas facetas de su vida, fueron sus trolas lo que más le caracterizó. Y quiero aclarar desde el primer momento que se trataba sólo de eso, de simpleas trolas; el Chico no engañaba a nadie cuando contaba sus aventuras, no estafaba a nadie, no se aprovechaba de nadie, y para colmo de inocuidad, sólo se las creía él.

“Amigo íntimo” de dos Jefes de Estado de la época, Franco y Salazar, fue protagonista involuntario durante un desfile de Franco, que al verle sin la boina roja paró el desfile y ordenó le facilitaran una; y en otra ocasión, el propio Salazar lo llamó desde Lisboa para que arreglara la avería de una avioneta portuguesa que había realizado un aterrizaje forzoso en Pozo del Camino. Como observarán mis blogueros, poco daño podía hacer el bueno del Chico con estas trolas.

La reparación de motos y bicicletas, vulcanizaciones de cámaras, carga de baterías, recuperación de chatarra, etc., primero en calle Médico Rey García y posteriormente en Juan de Zamora, ocupó su vasta actividad empresarial, ayudado por un pariente cuyo nombre no recuerdo, de su propio hijo Juan, y del inefable Juan el Costalero, fiel y eficiente colaborador de toda la actividad de nuestro personaje.

Otra actividad caracterizó la vida del Chico, la de cosario. Con su enorme moticleta, que ilustra este artículo mediante un estupendo dibujo de Virginia Saldaña, viajaba constantemente a Huelva y cumplía todo tipo de encargos. Y aunque los jóvenes blogueros no lo crean, hasta traía  carnés de conducir, que entonces se expedían con solo solicitarlos.

Y por último, hacemos referencia a la actividad más recordada y que amplió su propio apodo, la de alquiler de bicicletas por hora, media hora, incluso un cuarto de hora, que permitió que muchos niños ayamontinos, por no decir todos, aprendieran a montar en bici gracias precisamente a esa actividad del “Chico el de las bicicletas”.

De José Rodríguez Silva, “el Chico”, nos queda el recuerdo de sus faroles, de sus trolas, pero también de su bondad y espíritu de servicio a los demás.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. PEDRO PEREZ RODRIGUEZ: PEDRO PEREZ RODRIGUEZ: PEDRO "EL CANGREJO"

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. PEDRO PEREZ RODRIGUEZ: PEDRO PEREZ RODRIGUEZ: PEDRO "EL CANGREJO"

Para ser un gran hombre, para ser querido por todos, para ser respetado por la comunidad a la que se pertenece, no es necesario ser inteligente, listo, tener títulos, dinero o poder; para todo eso lo que se necesita es contar con un enorme bagaje humano de carácter positivo, lo que se traduce en haber sido, honrado, bueno, servicial, noble, fiel…

 

Mi recordado tío Pedro Pérez Rodríguez, por todos conocidos como Pedro el Cangrejo, reunía todas las virtudes citadas, lo que le llevó a situarse, sin él pretenderlo, en las más altas cotas de aprecio y la consideración social.

 

De la mano de su hijo Juan, fruto de su anterior matrimonio, conoció y se casó con otra viuda, mi querida tía Rosario Soler Alarcón, que igualmente llevaba otro hijo de su anterior casorio,  mi primo Paco Soler. De modo que de aquel nuevo matrimonio surgieron hermanos por doquier, los dos citados, que jamás se consideraron hermanastros, sino hermanos hasta la última gota de su sangre, y Antonio el Lobo,  Pepe, el gran carnavalero –que pena que nos dejaras tan pronto-, y el más pequeño, Pedro.

 

Pedro el Cangrejo, además de por las virtudes dichas, era famoso por su corpulencia, por su extraordinaria fuerza –dicen que en una ocasión cargó con  un bote- fuerza que no le convirtió nunca en violento, su nobleza estaba por encima, aunque un incidente vinculó su recuerdo para siempre: aquel domingo en que, de manera parsimoniosa, casi sin llamar la atención, se echó al campo de fútbol, llegó a la altura del árbitro, le endiñó un majazo y lo dejó en el suelo sin  sentido. Pudo costarle muy caro por los tiempos en que ocurrieron los hechos, pero creo que no escapó mal de todo. De todas formas, la anécdota se oye de vez en cuando en tertulias de gentes que le conocieron.

 

En la calle Rábida mi tía Rosario armaba una gran olla para calmar aquellos estómagos, aunque mi primo Antonio necesitaba una para el sólo, y cuando mi madre le contaba que yo era un “delicaíto” con las comidas le contestaba: prima, yo no me puedo quejar, esta gente mía comen todo lo que les pongo, menos mal.

 

Pedro el Cangrejo, como casi todos los padres de familia de la época, trabajaba sin cesar en lo que caía, no se podía decir a nada que no, y nuestro muelle fue testigo mudo de sus desvelos.

 

Hombre forzudo, quizás el más de los de la época, pasó a la posteridad no sólo por ello ni por las anécdota que con tal motivo se repetían. Mi tío Pedro el Cangrejo es de verdad recordado por todo lo que decíamos al principio, principalmente porque fue un hombre bueno. Por eso, y ya es bastante, viene a esta página, porque a pesar del tiempo transcurrido desde su fallecimiento, siempre fue, es y será…un ayamontino inolvidable.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. FRANCISCO CABRERA LORENZO, "CURRITO EL PRACTICANTE"

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. FRANCISCO CABRERA LORENZO, "CURRITO EL PRACTICANTE"

Hace unos días, por los cielos de Ayamonte se vio volar una vieja motocicleta, una “Guzzy” de color rojo; a su paso dejaba un ligero halo con olores a alcohol de quemar, a vitaminas, calcio, yodo... y otro halo más importante, el de la profesionalidad, la fraternidad, la bondad en suma. La montaba un hombre pequeño de estatura, de faz bondadosa –bien es cierto que aquí se cumple el refrán que compara la cara con el alma- y nos decía adios a todos después de cumplir entre nosotros un amplio ciclo de fervores fraternos; después de habernos metido a todos en su corazón y dejar el suyo multiplicado entre los nuestros.

En el siglo era Francisco Cabrera Lorenzo. Pero la antonomasia hizo de las suyas desde el principio de su ejercicio profesional, y el apelativo desplazó la filiación y ocupó su lugar. Muchos ayamontinos no sabrán quien era Francisco Cabrera Lorenzo. Todos, empero, saben con toda seguridad quien fue “Currito el Practicante”.

Ayamonte lo inmortalizó en vida rotulando una plaza con su nombre, o mejor, con su antonomasia, pero él quedó inmortalizado en los corazones de sus paisanos, a los que sirvió con denuedo. Tendremos que acostumbrarnos a vivir sin él, y echaremos de menos aquellos airosos y siempre precipitados andares que recorrían a diario las calles del Salón de Santa Gadea.

En realidad, todos hemos perdido con su marcha, y a la vez hemos ganado, porque siempre nos quedará el grato y reconfortante recuerdo de un hombre bueno, de su obra callada y de su indomable espíritu de servicio. Descanse en paz Currito el Practicante.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. ANTONIO CAMPOS MARTIN, CAMPITO EL BARBERO.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. ANTONIO CAMPOS MARTIN, CAMPITO EL BARBERO.

En mi libro “La peculiar forma de hablar de los ayamontinos”, cuya segunda edición estamos preparando para su publicación, se trata el localismo ayamontino sinserví para hacer alusión a una persona de gran nobleza, incomparable bondad, honestidad y generosidad a raudales, que termina recibiendo como pago a esas virtudes, a su ejercicio continuo, la vejación más canalla, la mofa más infame.

Mi querido y recordado Antonio Campos Martín, Campito el barbero, reunía todas esas virtudes apuntadas. Era un hombre leal, cabal, honrado, bueno hasta la saciedad, incluso en el ámbito profesional ganó fama de excelente barbero.

Yo no voy a escribir de sus defectos, sobre todo de aquel más aparente. Hacerlo no desmejoraría en absoluto lo anteriormente dicho.

Campito vivió ensimismado en la realización de una vocación que para él era el cénit de su vida, la de periodista deportivo, hasta el punto de llamarse a sí mismo con el apellido de un locutor deportivo de su época, Tribuna.

Hombre muy querido por la mayoría y  vejado por una minoría de canallas que siempre se valen de los seres nobles para cumplir sus bajezas.

Ayamonte le recordará siempre con su franca sonrisa, reflejo exacto de su bondad, y muchos tendremos siempre la conciencia un poco revuelta por no haberle respetado y querido como se merecía.

 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 13: DOMINGO GÓMEZ MARTÍN, DOMINGO "TINTÍN"

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 13: DOMINGO GÓMEZ MARTÍN, DOMINGO "TINTÍN"

Los que duermen en el mismo colchón, de vuelven  de la misma opinión; la cara es el espejo del alma. Se trata de dos frases cogidas al azar, de esas que pretenden poner de manifiesto una especie de simbiosis que afecta a los seres humanos. No son dogmas, por supuesto, pero en muchas ocasiones coinciden con la realidad. Es normal que los cónyuges, después de una larga y continua convivencia compartan pareceres, de la misma manera que resulta normal que reflejemos con nuestro semblante los sentimientos que llevamos dentro.

Pero existe una simbiosis indiscutible: la de la persona con su ambiente cuando la relación es continua, permanente, incluso intemporal. Decir en Ayamonte que una persona tiene cara de  villorro es lo más normal. Será por los hábitos de vida, será por el clima, por el trabajo, por esa cultura propia de los barrios viejos y señeros, será por lo que sea muchas veces nos identificamos con el paisaje urbano en el que nos hemos criado y hemos vivido siempre.

Nuestro personaje de hoy tenía cara de villorro, andares de villorro, modales de villorro, pero sobre todo nobleza, bondad, honradez de villorro. Villorro puro y duro que sería un castizo.

Yo conocía a Domingo Gómez Martín, Domingo Tintín, desde siempre, pero empecé a tratarlo en el despacho del abogado Trinidad Navarro Nieto, y me extrañó que una persona del campo, sencilla, tuteara a una de las personas más respetadas del pueblo y tuviera con él un trato tan familiar, tan directo. Es que  -me lo explicó mi jefe-, Domingo y yo somos amigos íntimos de toda la vida.

Pero con independencia de lo dicho, la imagen que más ha perdurado de Domingo Tintín, es la de su eterno acompañamiento a la Virgen de la Soledad en el lateral derecho de su paso de palio. Eran tiempos en que los pasos de Semana Santa eran custodiados de manera preceptiva por la Guardia Civil, pero el de la Soledad llevaba una custodia añadida, la de Domingo Tintín. Sin aspavientos, sin gestos para la galería, con sus manos atrás, con sumo recogimiento, como debe ser pero que no es en la mayoría de los casos. La hermandad de San Francisco, que tan rigurosa y seria es en sus manifestaciones cofradieras, seguro que recordará y echará siempre en falta la presencia de Domingo, que con su seriedad entonaba perfectamente con el entorno cofrade.

Hace ya muchos años nos dejó este buen ayamontino, villorro, padre, abuelo, amigo y querido por todos. No sé si la memoria me falla, pero quiero recordarle cargando con Padre Jesús o la Virgen del Socorro, ya lo aclarará alguien con mejor memoria que yo.

 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 12: JOSÉ RAMIRO FRIGOLET GONZÁLEZ (PEPE RAMIRO)

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 12: JOSÉ RAMIRO FRIGOLET GONZÁLEZ (PEPE RAMIRO)

 

Cuántas cosas me enseñó relativo al buen funcionamiento de una hermandad, acumulaba una gran experiencia adquirida a base de trabajar desde abajo; nunca se creyó importante pero era eficiente como el que más. Creo que no tenía estudios superiores, pero estaba en posesión de una muy buena erudición y su formación humana, social y religiosa era de nota. Ayamontino de partida de nacimiento y de vivencia, de entrega a todo y a todos: la Milagrosa, su hermandad, que es la mía, del Mayor Dolor, el Ayuntamiento. Escribo esta semblanza señalando a una persona con cuya amistad me honré y al que sigo teniendo como  tal a pesar de que nos dejó hace años de manera prematura: José Ramiro Frigolet González, Pepe Ramiro para entendernos.

Cuando nos hicimos cargo de la hermandad de Nuestra Señora de las Angustias allá a finales de los sesenta, Pepe Ramiro fue solicitado para ejercer el cargo de tesorero, aprovechando sus más que acreditados conocimientos contables, primero en la fábrica de salazones de la familia Chalet y después en el banco Central. Su primo Ernesto Frigolet Marchena ostentaba entonces el cargo de mayordomo y el doctor González Mayboll el de hermano mayor, pero como se suele decir en roman paladino, quien cortaba el bacalao a la hora de la verdad, de la organización de la procesión, de los cultos, era Pepe Ramiro, al fin y al cabo los demás no hacíamos otra cosa que aprender de él. Sin embargo, como todas las personas humildes y serviciales, era reacio a llevar vara alguna. Todo un ejemplo.

A pesar de su condición cofrade, y como suele ocurrir en Ayamonte gracias a Dios, también era un gran carnavalero, de los de disfraz y calle, como debe ser. Y aun tuvo tiempo para ser durante un breve periodo de tiempo nuestro Alcalde, eventual, pero al fin y al cabo Alcalde.

Fue hombre querido por todos, no sé de nadie que no le apreciara; sus contemporáneos congregantes de la Medalla Milagrosa lo lloraron amargamente y Ayamonte perdió un hijo, un magnífico hijo, cuando todavía le quedaban muchas cosas por hacer. Pero ha dejado  buenos  frutos, sus tres hijos:  la semilla sembrada dio excelente resultado. Me alegro.

Ya sabes, Pepe Ramiro, aquí todos te recordamos y echamos de menos. Y gracias por todo lo que me enseñaste, nunca lo olvidaré.

 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 10: Calixto Pérez Martín

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 10: Calixto Pérez Martín

Durante la pasada Cuaresma nos habíamos quedado pendiente de completar ese “cuadrilátero” cofrade al que tantas veces me he referido a lo largo de mi vida, un cuadrilátero muy especial conformado por esas cuatro personas  en cuyo saber cofrade he bebido tanto: Manolo Bautista, Pepe González Feria, Jesús Castellano, y nos faltaba, a expensas de recibir una fotografía adecuada, Calixto Pérez Martín. Una vez que su hijo Lucho me la ha facilitado vamos a por ello.

Calixto Pérez Martín fue siempre algo así como el alma mater de la hermandad del Descendimiento. Organizador sereno, ponderado siempre, exquisito en el trato a todos sus colaboradores y a todos los que le rodeábamos, convertía una estación de penitencia en algo que sonaba a automatismo. Como diputado, como mayordomo, nunca una voz, famosas se hicieron esas pegaditas al suelo para que todos estuviésemos lo que se dice al loro.

No era hombre novedoso, más bien clásico, pero un año, llevando el paso del Cristo de la Buena Muerte cuando procesionaba solo desde la Merced, a la vuelta por la calle Real le dio por meterlo por la conocida como Callejita de Almacenes Arcos, y salió airoso. Téngase en cuenta que eran años de cargadores y que los ensayos brillaban por su ausencia.

Aun conservo la túnica de penitente que me regaló cuando él estrenó una que se confeccionó en el taller de costura de mi suegra, y ello para mí es un orgullo. En su memoria pedí a Matilde, una de sus hijas, que junto a Angustias Castellano escribieran el prólogo de mi pregón.

Con Calixto se fueron  muchas esencias de nuestra Semana Santa: seriedad, serenidad, devoción auténtica.  Era todo un modelo a seguir, modelo de los que ya no se llevan o se llevan muy poco, ahora hay mucho afán de protagonismo por parte de mucha gente, aunque también es cierto que como Calixto quedan, pocos, pero quedan, y eso es un alivio.

 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 9: Manuel Pérez Bautista

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 9: Manuel Pérez Bautista

 

Reanudamos hoy los artículos normales del blog, dando un  descanso  al mundo cofrade hasta el próximo lunes y así no nos olvidamos de los fieles blogueros que nos siguen con independencia de las festividades de cada momento.

En este apartado de ayamontinos inolvidables traemos hoy a un personaje a todas luces irrepetible, sobre todo en ese mundo cofrade del que antes hablaba: mi buen amigo y maestro Manuel Pérez Bautista.

Yo conocí a Manolo Bautista, que es como más generalmente se le conocía, ya desde niño, cuando iba con mi padre a la oficina de los hermanos Botello, dueños del galeón “España”, y de los acostados “Duero”, del que era mi padre patrón, y “Ebro”. Mi padre iba a la oficina a cobrar, a pedir un anticipo o simplemente a recibir órdenes de los propietarios de los barcos. Manolo Bautista estaba al frente de aquella oficina con la ayuda de otro oficinista muy recordado, Pepito Ríos si mal no recuerdo. Después pasó a papelero -librero e impresor en la calle Médico Rey García con la "Imprenta-Papelería Ibérica", que aun existe y lleva su hijo Paco.

Pero no cabe duda que en lo que nuestro personaje destaca y deja huella, es en el mundo de la Semana Santa. Rabiosamente ordenado, su archivo cofrade es impresionante. Yo siempre colaboré escribiendo en el Album y ni un solo año me faltaba la invitación, el saluda de Manolo recordándome la colaboración. Su hermandad, la del Santo Entierro de San Francisco, alcanzó con él las más altas cotas, para lo cual contaba con el muy eficiente y callado Pepe Fernández Gómez, y vivió lo suficiente para ver coronada a la Virgen de sus amores eternos: la Soledad. La Virgen de la Soledad era su norte, su guía, su vida misma. Celoso velador del templo de San Francisco, a él se debe que en tiempos muy difíciles desde el punto de vista económico, este se mantuviera en condiciones aceptables , incluso de su mano vino la reforma que dejó al descubierto unas inscripciones interesantísimas que con el paso de los años y a instancia de Rafael Pérez Castillo fueron traducidas por un profesor del Instituto Guadiana.

Para mí, con Manolo Pérez Bautista se completa el cuarteto de mis grandes maestros cofrades. Ya hemos hablado de Jesús Castellano y de Pepe González Feria; ahora le ha tocado el turno a Manolo, sólo nos queda Calixto Pérez Martín. Los cuatro serán siempre ayamontinos inolvidables, pero hoy el turno es para el “Sacristán Emérito” de San Francisco, que es como yo le llamaba en privado y se reía. Y por último, una curiosidad a modo de anécdota. ¿Recuerdan ustedes cuando les hablaba del juego de espejos de Juan el barbero para controlar a los que pasaban por las calles cercanas a la barbería?. Bueno, pues Manolo también era de espejos, como el despacho lo tenía detrás del espacio de venta al público, tenía un gran espejo en una columna a través del cual veía al que entraba en la papelería. Le descubrí el pequeño truco cuando un día que fui a verlo, sin haber abierto siquiera la boca oigo una voz dede dentro que dice: pasa, Trini.

 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 8: Juan Domínguez Giráldez (Juan el barbero)

AYAMONTINOS INOLVIDABLES.  8: Juan Domínguez Giráldez (Juan  el barbero)

Una mañana cualquiera del pasado siglo, mediados los cincuenta, un niño sale del número 9 de la calle Olivo (el Peñón), camino de la escuela de Los Marinos; un poco por delante, apoyándose en un bastón, va un joven llamado Juan Domínguez Giráldez, camino de la calle Real para girar a la izquierda en su mitad y entrar a la barbería del maestro Celedonio. En aquella ilustre barbería, Juan aprendió el oficio, se hizo oficial, para establecerse después por su cuenta, primero en la entonces calle Capitán Cortés, frente a la farmacia, y después en calle Calvo Sotelo, hoy Hermana Amparo.

Muchos años después, aquel niño, hoy ya en la llamada  tercera edad, escribe la semblanza de un hombre extraordinariamente popular, grandísimo profesional, enorme padre de familia, de un ayamontino inolvidable: el que terminara siendo maestro Juan el barbero.

Junto a él se desarrolló mi infancia en aquella calle Olivo de familias unidas; su padre, Antonio Domínguez Saldaña, carpintero de Ribera; su madre, María Giráldez, María la Portuguesa, costurera, y sus hermanas Ana y Angustias, y mi tocayo Trini, eran como de mi familia, como así nos considerábamos todos en el barrio.

Padre de familia numerosa, la barbería fue su sistema de sustento. Y las rifas, la venta de mantecados, la reventa de lotería de Navidad, todo para ayudar a sacar adelante a aquella numerosa prole del brasil de los Vázquez en la calle Lepe. Sus amigos, Chanoca, Adelino, el Popi, Horacio y otros muchos, decían con buen sentido del humor que hacía más participaciones de la cuenta sólo para irritarlo, y que encendía velas a todos los santos para que no cayera el premio. Bromista de primera fila, las soportó de todo tipo y algunas muy pesadas.

Juan tenía un juego de espejos en la barbería de tal manera situados, que controlaba a todo el que deambulada por las calles adyacentes, la de la propia barbería y calle Zamora. Terminó sus días en un piso en la plaza de San Francisco, y tuve la satisfacción, ya en sus últimos días, siendo ya abogado, de arreglarle un asuntillo referido al local donde tenía la barbería y que se veía forzado a dejar al jubilarse. Aquellas perras le vinieron muy bien y la minuta fue un abrazo de agradecimiento del que me sentí muy satisfecho.

Juan Domínguez Giráldez, Juan el barbero, nos dejó hace mucho tiempo, pero por todas las razones expuestas y por mucho más, sigue estando en la memoria de todos los que le conocimos y tratamos. Es y será siempre, un ayamontino inolvidable.