AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Juan González Gallardo
Ni cuando ayudaba a su padre en la muy recordada carbonería de la familia Caraballo, frente al cine Cardenio; ni cuando trabajaba en aquel desordenado taller y almacén de chatarra de la calle Zamora propiedad del inolvidable José Rodríguez Silva, “el Chico”; ni cuando manejaba con destreza la autógena en el taller de carpintería metálica de la calle Médico Rey García, pudo pensar que un día nos dejaría tan pronto y que además no iba a ser recordado como mecánico, o soldador, sino como cofrade y tabernero.
Mi siempre recordado amigo Juan González Gallardo, Juan el Costalero, nos dejó plantado hace muy poco tiempo. Y lo hizo como es de honor en los hombres buenos, justos, fieles, piadosos: al pie de una cama de hospital donde estaba ingresada su querida esposa y buena amiga mía Tere Salgado. El no estaba en el hospital como enfermo, sino como acompañante, y enfermó cumpliendo ese menester que hacía con gran amor, entrega y fidelidad. Con tres hijos adultos y el negocio familiar perfectamente atendido, ningún sitio mejor que aquella sala de hospital al lado de su esposa. Mientras todos preguntábamos por la salud de Tere, Juan se nos iba poco a poco, sin hacer ruido.
Grande de corazón, espléndido en el ejercicio de la amistad, un poquito de malos modos –que no todo va a ser virtudes, y quien esté libre de pecado tire la primera piedra-, habilidoso sonsacador de noticias, de rumores, estaba al tanto de todo, en especial a lo relativo al mundo cofrade. Cuando yo llegaba de Sevilla a pasar un puente él me ponía al día. ¿Cómo te enteras de todo, Juan, de lo que se acuerda en las juntas de las hermandades, de los proyectos, de las peleas, de los rumores?, le preguntaba. Y el me respondía: a cada cual hay que echarle la carná oportuna y listos.
Controlaba el negocio minuciosamente, por ejemplo, contaba uno a uno los boquerones que compraba para saber cuántos tenía que poner de tapa. Así, me decía, mato dos pájaros de un tiro: el cliente queda satisfecho porque la tapa es abundante y yo gano lo que debo ganar. Y así con todos los servicios. Conocía el mundo de la plaza de abastos a la perfección y era un pinche ideal para la gran cocinera que era y es Tere.
Cofrade de la hermandad del Domingo de Ramos y capataz del Cristo del Amor, Juan el Costalero se nos fue dejando la impronta de buen ayamontino, buen cofrade, buen tabernero –me gusta más que hostelero-, pero sobre todo, excelente esposo y padre. Y amigo de todos los que quisimos serlo de él. Era fácil: las puertas de su generoso corazón siempre estaban de par en par.
7 comentarios
Trinidad Flores Cruz -
j.c -
El Bardita -
Saludos
coreano -
EL KUN -
Y HA DEJADO TRES SEMILLAS KE SIGUEN EL BUEN CAMINO DE BUENA GENTE:TERE-JUAN-LOLO
UN SALUDO
Juan Manuel Núñez González -
Pasaron los años y un día del verano del 92 fui a tomar una copa con unos amigos a su bar y me dice a este hombre lo conozco yo y estuvimos hablando de cómo nos iba las cosas.
Si no recuerdo mal en el blog nuestro amigo Trini ya le hizo un artículo con motivo de la tarde de la Ofrenda de las flores a Nuestra Señora Virgen de las Angustias. Y más tarde en un correo Trini me comunico el fallecimiento de Juan, sintiéndolo mucho. Cuando fállese una persona que hemos conocido de siempre algo de nuestra vida también se va.
Saludos
F. Pargana -