Puede parecer casualidad, pero a veces la vida nos ofrece coincidencias en la vida de las personas que nos llaman la atención. Mediados los cincuenta del pasado siglo tuve el honor de compartir estudios de Bachillerato, y amistad, con un cunero ejemplar procedente de El Granado, donde acabaron sus días jóvenes siendo alcalde de los suyos. Manolito Márquez -Manuel Márquez Blas- permanece en nuestro recuerdo tal que icono irrepetible.
Pero la Historia, que tantas veces se repite, nos lo recuerda hoy a través de otro granaino ilustre y pariente: Francisco Blas Brito, inmortalizado ya en el corazón de los ayamontinos como "Curro el de la Villa". Hijo por necesidad de la misma madre, la gran Casa Cuna, Curro se hizo villorro desde el primer momento en que empezó a oler los aires y pisar las piedras de un barrio que se convirtió en su obsesión.
Yo siempre he mantenido que la Villa es como un mito, como una leyenda. Impasible, indolente, callada y quieta, no aparecía en nuestras vidas en movimiento más que durante un par de días de verano y una madrugada en Semana Santa.
Pero un día, qué gran día fue aquél, Curro transformó el mito en realidad y la leyenda en historia, en vida rica y enriquecedora. Y rodeado de jóvenes del barrio fundó la Asociación Juvenil el Solá. Curro se multiplicó en infinidad de ocasiones para dar a su barrio de adopción la vida que la decidia había consumido. Hoy, la Asociación Juvenil el Solá es un ejemplo a seguir, una hija de Curro el de la Villa, a la que otros villorros mantienen viva, como él siempre quiso.
Ha muerto Curro en dolor- y digo bien, en dolor- de multitud; se hizo querer y admirar, razón por la cual también tuvo sus detractores, que así son las incongruencias de la vida. Y ahora que ya no puedo pedirle nada, que ya no me pueda dar nada, confieso que le quise tanto como me consta que él, en sus silencios de cal y luz, me quería. Fue un cariño casi platónico, nos veíamos y era suficiente para saber que la química no es sólo una ciencia, sino también un sentimiento.
Nos ha dejado, joven y con grandes sufrimientos, un cunero ejemplar, un granaino ejemplar, un ayamontino ejemplar, un villorro ejemplar, un amigo ejemplar, un esposo ejemplar, un padre ejemplar.
Nos ha dejado Francisco Blas Brito, "Curro el de la Villa",el amigo de todos los que quisieron compartir ese inmenso don. Será por siempre un ayamontino inolvidable.
Y como no podía ser menos, desde Mojarrafina le reitero a María Dolores, su esposa, todo mi pesar y todo mi cariño.
La foto de Curro que ilustra este artículo me la ha cedido el amigo "Tapi", me dijo que corresponde al acto de la inauguración de su calle, la que con toda justicia lleva su nombre. Su cara de felicidad habla por sí sola. Descanse en paz.