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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

Ayamonte en el Recuerdo

AYAMONTE EN EL RECUERDO. "A esta puerta hemos llegado, señores cantar queremos...

AYAMONTE EN EL RECUERDO. "A esta puerta hemos llegado, señores cantar queremos...

Hace ya muchos años que desaparecieron de calles, plazas y casas de Ayamonte los coros de campanilleros, aquí, en nuestra tierra conocidos como cuadrillas. El chiquichís, la zambomba, la botella de anis, la pandereta, la armónica, el pínfano, los palillos, enmudecieron.

En la nostalgia para los que participamos de manera activa en esas cuadrillas, que a duras penas perduraron gracias a la constancia del inolvidable Maclau, quedan aquellos villancincos tan nuestros:

La tarjeta de presentación, inevitable, en toda cuadrilla que se prestase: “a esta puerta hemos llegao, señores cantar queremos, que la licencia del Niño en la mano la traemos”.

Y otras letras un tanto pintorescas como aquella de “dame usted los higos, dame usted las brevas, que me voy pa casa a encender candela”. Digo pintoresca y paradójica que en pleno invierno pidiésemos higos y brevas, que son frutos de verano, aunque es posible que nos refiriéramos a los higos secos, que abríamos y metíamos dentro un meollo de almendra o un trozo de nuez, lo que se traducía en un bocado exquisito, que fue llamo como el “turrón de pobres”.

“Madre en la puerta hay un niño más hermoso que un sol bello, y dice que tiene frío porque viene medio encueros. Pues dile que entre, se calentará, porque en esta tierrra ya no hay caridad”.

La candela siempre presente en los ratos entrañables de la Navidad. La candela, que es sinónimo de cultura, de reunión, de celebración de lo propio. Desde hace unos años a esta parte hemos apagado la candela de las cuadrillas navideñas y hemos encendido la del Jalogüín americano, que es más progre. En fin, pilarín.

Buena entrada de año a todos los blogueros, y como mal menor pidamos al nuevo año aquello de, “que me deje como estoy”.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Pepe el de los cuadros.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Pepe el de los cuadros.

Como le prometí al amigo Pepe González  “Luzla”, ahí va un modesto artículo sobre una moda del pasado siglo, allá mediados del mismo, la de colorear fotos en blanco y negro.

Por aquellos tiempos, un personaje querido y tenido por ayamontino porque aun siendo forastero su vida profesional pasaba con mucha frecuencia por Ayamonte, llamado Pepe y conocido popularmente “Pepe el de los cuadros”, montaba frente a la vieja plaza de abastos, entre la puerta del bar de Manolito y el escaparate del “Afilaó”, una curiosa exposición, que a la vez representaba un uso corriente en aquellos tiempos. Pepe exponía una serie de cuadros que contenían fotografías antes en blanco y  negro y que en virtud de cierta técnica terminaban siendo coloreados. Cuadros con fotos de personas, de santos, de vírgenes, de paisajes… Desde luego la cosa resultaba bastante cutre, bastante pobre, pero para aquellos tiempos daba el parche. La gente le entregaba una foto de un familiar y él la traía enmarcada y…. coloreada.

Personalmente no me gusta esa técnica, que claro, ya no se lleva, no tendría sentido después de la irrupción de la  del color.

Se ha llegado a colorear películas con el consiguiente fracaso. El día que yo quisiera castigar a mi amigo Santana, lo encerrada en un cuarto y le pasaba varias veces “Casablanca” coloreada.

Que sepan ustedes que el menda sabe colorear fotos en blanco y negro, pero de momento no revelo el secreto porque en el feisbu hay mucho copión. Se trata de una técnica muy difícil, muy jodida, pero yo lo lograba hace ya muchos años. Quede ahí el secreto, aunque a lo mejor un día me levanto con el pie cambiado y lo relevo.Ya veremos.

¿Se imaginan ustedes coloreada la foto que encabeza este artículo?. Yo no lo quiero ni pensar.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Maqueando.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Maqueando.

Reza un conocido refrán que “cuando el demonio se aburre mata moscas con el rabo”. Cosas del refranero o de las frases hechas que han trascendido, aunque yo no sé de dónde se sacó aquello de que el demonio tenga rabo. En fin, pilarín.

A lo que vamos. La frase en sí nos viene a poner de manifiesto que las personas, en ausencia de otros menesteres por no estar a nuestro alcance, recurrimos a estrategias a fin de no aburrirnos. En mis tiempos jóvenes, como el de los grandes amigos de la foto, una obsesión muy extendida era la de maquear. El diccionario oficial se refiere al adorno de muebles y otros utensilios con pinturas, barnices, etc., y no se refiere a las personas. Pero doña María Moliner sí lo hizo y en su diccionario del uso del español nos habla de la tarea de arreglarnos, principalmente para lucir en una fiesta.

En los tiempos de la foto bien podíamos darnos por contentos con tener un traje  para los domingos y “fiestas de guardar”. Además de para bien vestir el traje nos servía esencialmente para maquear, para lucir tipo, de ahí que fotos como la presente  abunden. Quitarse una foto en reunión andando, maqueando, era de lo más corriente.

Un día me decía el amigo Antonio Grao –uno de los que más maqueaban en aquellos tiempos- que a él no le importaba no tener dinero, que se conformaba con vestir bien para maquear a las puertas del Círculo Mercantil.

Hoy no se maquea tanto. Quizás porque, como tenemos abundancia de ropero, no le demos al maquear la importancia de antaño.

Un cordial y cariñoso saludo a los amigos de la foto, especialmente al muy querido y recordado Luciano Moreno Aguilera.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La cartelera del Cardenio en las antiguas Angustias.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La cartelera del Cardenio en las antiguas Angustias.

Cada tiempo viene a ser testigo de sí mismo. Cada momento de la Historia es irrepetible, por mucho que nos empeñemos en decir que la Historia siempre se repite. Vivimos tiempos de crisis económica y sin embargo vemos como a nuestro alrededor proliferan los espectáculos a cuya asistencia y participación necesitamos ir con la cartera en condiciones.

En otros tiempos, de crisis de verdad, incluidos los de las tristemente recordadas cartillas de racionamiento, nos conformábamos con menos. Las fiestas de las Angustias de mediados el pasado siglo fueron muestra de lo que antecede. Escasos espectáculos: una modesta verbena popular en el Paseo, algún cuadro flamenco en la plaza de toros, la novillada organizada por la empresa Pagés, la charlotada para los más pequeños, y pare usted de contar.

Aunque nuestro cine Cardenio funcionaba a diario hasta con dos sesiones –la primera y la segunda solíamos llamarlas- llegadas las fiestas patronales también se vestía de gala y nos ofrecía películas imposibles de ofrecer durante el año a precios normales. Lo que en las grandes capitales habían sido estrenos aquí se reestrenaban, era una programaciión de lujo que se esperaba con entusiasmo. Dentro de nuestras actividades preferidas: procesión, fútbol, verbena... esperábamos ansiosos conocer la cartelera. Los Ivanhoe, Quo Vadis, Espartaco...llegaban a nuestreo Cardenio, lo que significaba para nosotros ver películas de estreno.

En la imprenta de Esperancita Hidalgo se imprimían los programas, la empresa del cine se esmeraba en preparar los escaparates de las carteleras. Las entradas, por supuesto más caras, pero la ilusión por ver grandes películas requería un pequeño sacrificio.

Con qué poco nos conformábamos. No había para más. Todo aquello pasó y llegó la época del derroche, derroche que a la vez nos devuelve a un periodo de crisis, pero no porque la Historia se repita, los que nos repetimos somos nosotros, que no escarmentamos.

Lo dicho, aunque hoy parezca un tanto ridículo dado que pasamos casi de todo, la cartelera del Cardenio durante las fiestas de las Angustias significaban un verdadero espectáculo, hasta el punto de que terminaban figurando en el programa de festejos.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 9.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 9.

Muy cerquita del antiguo y desaparecido “Pasaje”, esa estampa bellísima que recoge la fotografía antigua que publicamos, con el baluarte al fondo y todo el sabor marinero ayamontino, hubo hace ya muchos años una cafetería, concretamente en la calle Aduana haciendo esquina con calle Isla Cristina, junto a las oficinas y almacenes de los hermanos Martín Navarro, conocidos por los “Vituallas”, empresa denominada “Combustibles y Suministros”. La cafetería estaba regentada por un hombre extraordinario y su hijo, y era conocida por la cafetería de “Manolito el del Quiosco”. Estaba cercada por el Despacho Central de la Renfe y por la fábrica de conservas “Indemar”.

Así que entre los olores a pescado de los viejos camiones del Despacho Central y el de sardinas cocidas en  las calderas de la citada fábrica, uno muy especial destacaba: el incomparable olor a café bien hecho de la cafetería de “Manolito el del Quiosco”. No entiendo mucho de la materia, pero casi me atrevo a decir que era la cafetería en que se hacía el mejor café de Ayamonte. La familia se esmeró siempre en mantener esa indiscutible calidad.

Una especialidad de la casa, que les salía primorosamente, eran los populares “carajillos”, café con leche y coñac que tomábamos a primeras horas de las mañanas de invierno y que nos aliviaba el frio. Yo trabajé durante algún tiempo en las oficinas del Despacho Central, y más de un “carajillo” me tomé con mis primos Manolo Cruz y Pepe el Cangrejo. Qué tiempos. Parece como si todavía sintiese el aroma del café bien hecho de “Manolito el del Quiosco”.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 8.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 8.

A donde nos acercamos hoy en busca de nostálgicos olores es a un lugar al que asistimos y frecuentamos un gran número de niños y muchachos ayamontinos, aunque algunos, hoy muy bien situados, sientan vergüenza de admitirlo. En fin, pilarín.

Fue un cura vasco destinado en Ayamonte, y según se rumoreó en su tiempo, defenestrado por prestar demasiada atención a los pobres poniendo a los ricos lo que se dice la cara colorá, el recordado padre Gutiérrez, el que impulsó la construcción de la Casa del Niño, verdadero comedor de niños hambrientos de los años cincuenta del pasado siglo.

Pasada la puerta de la iglesia entrábamos a la Casa del Niño, bien a desayunar, bien a almorzar, que es como los andaluces llamados a la comida proncipal. Por supuesto que el lujo estaba ausente de aquellas enormas perolas y de aquellos modestos platos de aluminio, pero no por ello exentos de los necesarios nutrientes, lo que motivaba que en aquella bendita casa y sus alrededores se disfrutara de olores, estupendos olores a buena cocina.

Encabezadas por la siempre recordada Juanita Gil y Josefa, la madre de nuestro amigo y recordado ayamontino “Escayola”, un abnegado grupo de mujeres nos cocinaban los alimentos necesarios para nuestra nutrición adecuada.

Olores a lentejas y judías bien guisadas; a café “de puchero” estupendamente hecho que parecía de bar; olor a mantequilla untada en tierna viena; olor a queso americano y a leche en polvo; olor a higos secos y a dátiles; olor a arroz con leche; y sobre todo, olor a caridad, a fraternidad.

Quien ahora lo niegue y quiera rectificar, lo tiene fácil: cierre los ojos, se de una vuelta por su niñez, suba Ainé Carbonell como hizo tantas veces, entre en la Casa del Niño y coma, pero antes de llegar, huela, que no es malo ni vergonzoso.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 7.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 7.

Hoy vamos a detenernos en un lugar pequeño y concreto para recordar dos inconfundibles olores del pasado siglo. (No tengo fotografía del lugar, así que he puesto una alegórica, si alguien tiene una que me la envíe, por ejemplo el Luzla).

El sitio en cuestión es la calle Huelva, entre el cruce con Buenavista y la Callejita Estrecha y la antigua casa del Tejaíto.

En ese tramo la clásica calle se inundaba de dos olores bien distintos aunque muy apetecibles los dos: el procedente del almacén del “Chacinero”, que iba de la calle Huelva hasta la Avenida, y un poco más adelante, en la acera de enfrente, el olor a tahona clásica de bueno de Elías.

El chacinero en cuestión era un señor creo  recordar muy alto, posiblemente de Alosno o de otro pueble de nuestra Sierra huelvana. El almacén era enorme, se veían los grandes depósitos de aceite y la chacina colgada del techo impregnando con sus olores tanto la calle Huelva como la Avenida. Ello me recuerda una frase de mi mujer: “huele que alimenta”. Posteriormente el almacén pasó a ser propiedad del matrimonio “Gimiendo y llorando” más bien ya para la venta de aceites, vinos, licores y refrescos. Con ambos propietarios trabajaron los hermanos Carrega, grandes trabajadores. Y un señor mudo cuyo nombre no recuerdo, también un gran currante.

La tahona de Elías, por su parte vendía unas teleras exquisitas, se entraba a una especie de zaguán y a la izquierda había un par de escalones que daba acceso al mostrador, tras del cual nos encontrábamos a la esposa del panadero y madre de nuestro amigo Rafael, Narcisa, todo amabailidad. En más de una ocasión, por no decir que a diario, irían los amigos Bole y  Santi Puga a comprar el pan. Corto espacio para tan grandes y recordados olores. No sé si el Ayaba recordará al “Chacinero” pues yo soy mayor que él y mis recuerdos con de mi infancia. El Fa seguro que sí lo recordará aunque a él le cogía lejos de su casa.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 6.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 6.

Vamos a entrar hoy en uno de esos lugares ayamontinos en que los olores se mezclan de la forma más heterogénea, aunque con prelavencia de uno de ellos.

El inolvidable maestro barbero Celedonio Martín Montes, padre de nuestro querido amigo y prudente comentarista del blog Manuel Celedonio Martín Ríos, acaba de afeitar a su amigo y cliente “Padre Juan”, padre del amigo Ayaba, y masajea su curtida cara de marinero recio con un pruducto de los que nunca deacaen y que todavía lo encontramos en las perfumerías: Floid, loción para después del afeitado. Y así, entre la limpieza clásica de la barbería y el Floid, la Callejita de Celedonio el barbero olía a gloria, a sanidad pura.

Un poco más adelante, a la derecha, un aficionado a la cacería como podría haber sido mi recordado primo Manolo el Caballita, entra a la ferretería-droguería “La Llave”, de Cayetano Ojeda Gamero, hijo y sucesor del legendario Cayetano Ojeda Fernández y padre de uno de los líderes locales más destacados del PP, a comprar un cartuchillo de pólvora para el avío cinegético. Sin perderse del todo el olor de la barbería, empezamos a percibir ese olor a azufre mezclado con los productos propios de la droguerías.

Y de repente, un olor pasa por encima de los otros con fuerza: el inconfundible olor a café, en este caso portugés, de la tienda de Feliciana, precisamente por ello conocida por Feliciana la del café. Una singular mercería tras de cuya presencia lo que en realidad se vendía era el café y el tabaco portugués.

No desaprovechmos la ocasión para recordar otros olores de ese sector: los de la excelente pañería de Guerrero, Manaolito “el Lápiz” y Paca la Parreña; a madera recién cortada y cepillada de la capìntería del maestro Aguilera, y ya más antiguo que ni siquiera el autor de este artículo lo conoció, el buen olor a vinos y licores del bar “La Sacristía” que regentaba el padre del amigo Enrique González, para más pista, abuelo de nuestro querido Jesús “el Pistolero”. Que aproveche.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 5.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 5.

En esta quinta entrega vamos a pasar por una calle de las más populares de Ayamonte, la calle José Pérez Barroso. Recibe el nombre del cabeza de familia de una importante saga de conserveros y armadores ayamontinos, cuya empresa más representativa era “Pérez y Feu, S.R.C., con acceso principal por el Muelle de Portugal y ventanas a la calle José Pérez Barroso a la que daban las oficinas y talleres en los que aprendió el oficio de mecánico nuestro amigo Santi Puga de la mano de su maestro padre y del también maestro Parreño.

Desde mediados el pasado siglo, o quizás antes, está establecido en dicha calle un bar popularísimo: bar Margallo, que ha pasado de padre a hijo sin cambiar el estilo y su oferta principal, el pescaito frito de morralla.

Así que entre el inconfundible olor a conservas procedentes de las viejas calderas de la fábrica, sardinas y atún principalmente, y el olor a fritura de pescados del bar Margallo, deambular por la calle José Pérez Barroso resultó siempre un placer, aunque desde hace años aquel olor a conservas en elaboración nos dijo adiós, como también nos dijo adiós hace muchísimos años el inconfundible olor a madera vieja del cine Creoli, al que íbamos a ver películas del Oeste en blanco y negro.

No podemos dejar de hacer una referencia especial a la antigua taberna del Tío Garrote y sus especiales olores a vino de bocoyes, y a los olores sanitarios del centro maternal y casa de socorro Antonio Massoni Jesús.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 4.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 4.

Otra  de las calles ayamontinas que nos legó y aun sigue ofreciendo olores de categoría es la calle Juan de Zamora, la veterana calle peatonal junto con la calle Real.

Viniendo desde la Plaza del Rosario –lo que siempre fue la esquina del Correo-, el primer olor que percibíamos era el las inigualables aceitunas aliñadas de José el del Zampuzo, un misterioso olor a un aliño jamás revelado, pero que sin duda fueron las mejores aceitunas aliñadas que se puedan recordar. Olor a vermut y a vino dulce, mistela y moscatel, para preparar la bebida que le dio fama al Zampuzo: los betis.

Un poco más adelante, frente al Zampuzo, olores a acémilas, especialmente burros, que paraban en la posada existente en la calle, a pesar de lo cual no se puede decir que fueran malos olores, como no lo fueron nunca en el muelle los de la morca, las sardinas estivás y la salmuera, al fin y al cabo olores a trabajo que busca el pan bien ganado.

Ya en la esquina, en el cruce con calle San Juan, bien avanzado el siglo vino a establecerse el muy recordado “Biri Biri”, con un bar al frente de cuya cocina estaba la buena de Pepa la Carpante, su esposa, cuya mejoría en su salud deseamos desde el blog. Olores a filetes empanados y a los ricos guisos que elaboraba, y que vino a “disimular” otro tipo de olores poco agradables provinientes de la vieja Maricambá.

Y como reina de los olores de la calle Zamora, la siempre señera e incomparable cocina del restaurante Casa Barberi, desde los tiempos de su fundador, pasando por su hijo Pepe y hoy por su nieto, ese olor incofundible a guiso de verdad, auténtico, elaborado en parte por una mujer muy querida y en el recuerdo de todos los ayamontinos que la conocimos y tratamos: Isabel la Jeringa.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 3.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 3.

El primer tramo de la calle Huelva, la que va desde la esquina de Rompeculos a Hermana Amparo –antes Calvo Sotelo- era generoso en buenos olores en aquellos tiempos de tiendas de ultramarinos, bodegas de bocoyes y canillas y cocinas añejas donde se frie el pescado, el individual y el de moralla. Tramo de procesiones, de la Villa y de la Ribera (sin que ello suponga hablar de Semana Santa), y de antigua romería del Calvario.

Los primeros olores, a la derecha de la calle según se viene de Rompeculos, los inconfundibles a chocos fritos del antiguo bar Gildo. Recuerdo que de muchachos íbamos hasta la puerta trastera del bar, donde estba la cocina, a oler los chocos recién fritos, eso, a oler, que entonces era la única “adquisición” posible. Buena cocina la del bar Gildo. De siempre.

Más adelante, los incofundibles olores a vermú, vino y coñac de la “Oficina”. Aclararemos esto para los jóvenes: en realidad era una tasca donde se expendía vino y licores para la calle,(cuando el padre de nuestro amigo Manolo Guerreo llegaba de la mar lo mandaba a comprar un cuarto litro de vino mesturao), pero también se servía en el interior a una más que fiel clientela de gente pobre. Creo que su dueño, Elías, era habilitado de pensionistas o algo así, y no era por ello un tabernero al uso, tenía una mesa grande de esas de oficina, de ahí el nombre del despacho de bebidas. Camareros inolvidables como el Badana y no tan olvidable porque aun está entre nosotros, mi amigo Manolo Barroso, el Gordo del Queveo, padre de un muchacho rubio que despacha gasolina en la Bp y de camino vende décimos de lotería de Navidad para su hermandad.

Frente a la “Oficina”, la inolvidable tienda de comestibles, o ultramarinos, como antes eran nombradas (hoy, con eso de las grandes superficies han quedado en simples “tiendas para el desavío”), del matrimonio compuesto por Eduardo Morán y su esposa, Sarita, así que hablamos de la tienda de Sarita, que era como la conocíamos. Olores a aceite que se despachaba manualmente por aquel sistema de válvulas, a cereales desapachados a granel y traídos desde el interior de la tienda donde permanecían los casos de arpillera, y sobre todo, de jamón, ese jamón auténtico que cortaba el mejor cortador de jamón del siglo: Eduardo Morán. Cortaba también lonchas de tocino de jamón e incluso de tocino solo, que iban a comprar los clientes de la “Oficina” para acompañarlas con la bebida y que se llevaban en un trozo de papel de estrasa que a la vez les servía de platera o plato. En esa tienda se hizo tendero mi amigo Jacinto Díaz:  de despachar todo de lo dicho, terminó despachando juguetes y ahora se dedica al arte de la fotografía, pero en plan aficionado.

Bueno, ya tenemos olores a gaseosas, a colonias de a granel, a choco frito, vermú, vinos y coñac, y jamón. Y no hemos hecho más que empezar. Que aproveche.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 2.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 2.

Hoy tratamos de otros olores del pasado ayamontino casi desterrados, por no decir desterrados del todo: los olores a perfumes o, como se decía de forma más abreviada, a colonia, que no es más que una abstracción de los primeros citados.

La irrepetible y preciosa foto con que se ilustra este artículo está tomada en la esquina de la calle Real, desde lo que fué el restaurante la Peña y que ha dado lugar a un acertado rótulo cofrade ( y que conste que esto no va de Semana Santa, no vayan a creerse algunos que hemos faltado a la palabra) : Esquina la Peña, lugar cofrade. El rótulo que se lee es el de “M.SÁNCHEZ”, que  responde ni más ni menos que a la legendaria tienda del inolvidable Miguel Sánchez Muniz, “Sanchito el de la Giralda”, padre de mi compadre Antonio Sánchez Domínguez, que aun sigue con el negocio aunque a través de una reforma estructural.

Eran tiempos en que en las perfumerías, y la de Sanchito lo era de categoría, se vendía la colonia a granel. Todo una ceremonia: se llevaba una frasco pequeño y nos la despachaban desde uno grande a través de un embudo muy estrecho, hasta el punto de que había que presionar con la palma de la mano sobre su parte ancha, para forzar la entrada de la colonia al frasco pequeño. Es de comprender que de tanto despachar colonias el olor se quedara en la tienda, en la puerta y en la calle de la misma manera que se quedan los olores de las freidurías. El quid de la cuestión es que esos maravillosos olores eran la mezcla de todos los que se habían manejado durante el día.

Entrar en la tienda de Sanchito y aspirar profundamente se había convertido en rutina, y quedarse un ratito en la esquina para percibir el fresco olor a colonia nos proporcionaba un momento muy agradable.

La calle Real, el tramo principal de la calle Cristóbal Colón, fue siempre calle de exquisitos olores, como los de las inolvidables reposterías del Buen Gusto y de Esteban, o la de chocos fritos del bar Gildo. Pero de eso ya hablaremos en su momento.

Ya tenemos olores a gaseosas frescas y a colonias de a granel. Aspiremos el aire profundamente, disfrutemos de los olores ayamontinos de antes.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La otra crisis.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La otra crisis.

Dicen que no hay nada más malo que un estómago desagracedecido. También se puede decir de otra forma, que no hay nada más peligroso que un estómago agradecido. Y es que el estómago, cuando está vación, suena, y cuando te lo llenan, pues ya sabes lo que decía la abuela: la barriguita llena alaba a Dios.

La foto nos traslada al Ayamonte de los años cincuenta del pasado siglo. En ella aparecen una serie de amigos entrañables a la espera del rancho de pobres. El padre Gutiérrez había construído la Casa del Niño precisamente para eso, para saciar el hambre de los más necesitados. (Quiero aclarar enseguida que si yo no estoy en la imagen no es porque no asistiera a esas comidas de pobres, simplemente estaría en otra mesa).

Traigo esto a colación con el deseo de que los que hoy se sienten muy apenados porque ha caído su poder adquisitivo, porque han tenido que dejar el segundo coche, porque han vuelto a casa de sus padres porque no puede hacer frente a una hipoteca imposible, porque en vez de un mes de vacaciones se tienen que conformar con una semana, piensen que no siempre tiempos pasados fueron mejores, sino más bien al contrario, peores.

Paradójicamente esa foto está tomada en esos años de grandísima prosperidad para Ayamonte, o mejor, para unos pocos. Más de catorce fábricas de conservas y un sin número de charangas trabajaban día y noche, los galeones no daban a basto en la pesca de la sardina. Pero la Casa del Niño recogía a diario a docenas de niños necesitados de lo más elemental, la comida caliente que en sus casas no era posible.

Salimos de aquello, y después, con el paso del tiempo, vino lo que vino, eso que muchos ilusos o interesasados dieron en llamar “estado de bienestar”, que al final ha desembocado en un estado de necesidad.

¿Aprenderemos de la Historia?. No sé, mientras en el camino siga esa piedra con la que el ser humano suele tropezar más veces al el mismo burro...

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Las carreras de saco.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Las carreras de saco.

La foto corresponde a aquellos recordados tiempos, concretamente de mediados el pasado siglo, en que las fiestas populares contenían actividades lúdicas de carácter deportivo. Casi seguro correspondiente a las fiestas del Salvador, ya que este tipo de pruebas se celebraban en la Plazoleta.

Con el paso de los tiempos, han desaparecido prácticamente las carreras de cinta, y no digamos nada de la espectacular cucaña (espero que algún día mis amigos de la Asoaciación de Festejos de Canela acuerden restabalecerla para bien del espectáculo, que para eso cuentan con un estero ideal, y por falta de barcos no quedaría, y de paso se le podía rendir un homenaje al amigo Culimaco, el indiscutible rey de la cucaña ayamontina.

Una de esas actividades lúdico-deportivas era la tradicional carrera de sacos. Consistía en hacerse con un saco, normalmente de papas, meterse en él hasta la cintura y amarrarlo alrededor de ésta. A partir de ahí había de correr, bueno, más que correr saltar como los gorriones. El primero recibía un premio, una pequeña copa y a veces algo en metálico, lo que no venía nada mal para los tiempos que corrían.

En la foto que me ha facilitado mi amigo Francisco Romero Gamero, el Currillo, hijo del inolvidable maestro Curro el barbero, se reconocen a varias personas, algunas de ellas afortunadamente aun entre nosotros, y otras que no podemos identificar, aunque algún que otro bloguero seguro que lo hará.

Concretamente, desde Mojarrafina identificamos a los siguientes, de izquierda a derecha de la fotografía: Mascota, Pedro el latero –ganador ese año de la carrera-, Curro, Antonio Bichichi y el recordado Carmelo el Clon. Seguramente los blogueros de buena memoria como el Fa y el Ayaba, así como el Pihiito conocerán a alguien más. Como espectadores, se ven algunas caras conocidas detrás de los corredores, como las de Rafael Losada, Pablo Domínguez Orta y Manolo Rodríguez.

Venga, quedan todos invitados a identificar al resto, y a disfrutar con esta nostalgia de la buena.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El zampuzo.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El zampuzo.

No es la primera vez que la palabra “zampuzo” aparece en el blog, ni creo que sea la última. Por mucho que hemos buscado, no encontramos ninguna acepción de dicha palabra que la ponga en relación con un tipo de bar. Según la Gramática, zampuzo es un tiempo verbal del verbo zampuzar, que a vez vez es sinónimo de zambullir o zambullirse. Bueno está, ahí lo dejamos.

Me envía mi amigo Pepe Luzla, hijo, una foto antigua tomada en nuestro inolvidable zampuzo de la calleja del Rancho esquina Zamora. Le he echado la bronca porque dice que es la Competidora, nombre moderno de aquel inolvidable bar o tasca.

El dueño del zampuzo se llamaba José, vivía en la calle San Antonio y era conocido por José el del zampuzo; después se hizo cargo del negocio su yerno, Garrido, funcionario municipal y siempre detrás del mostrador el bueno de Pepe, acompañado durante algún tiempo por el Peseta.

La bebida típica era el “Beti”, creo que era una mezcla de vermú con sifón, estaba riquísimo, y más si se acompañaba de aquellas riquísimas aceitunas cuya receta nunca trascendió.

Ya al final de su existencia estuvo regentado por el inolvidable Villegas, el Chau, que en muchas ocasiones despachaba con la camiseta del Betis puesta.

De la foto que me facilita el Luzla, conozco a los siguientes personajes, de delante atrás: Juan el Gori, Pepe Garrido, Manolín Aguilera, Pepe el camarero y el maestro Curro el barbero, siempre en todas las fotografías que se quitaran en una taberna, como era debido. Quedan dos personajes a los que no puedo identificar, el que queda más atrás y el de bigote que está entre Pepe el camarero y el maestro Curro, ¿alguien los conoce?, pues que lo diga y gracias.

Ese era el entrañable, inolvidable zampuzo de la calle Rodrigo de Jerez-Zamora, cuya puerta daba a la primera y unas ventanas a la segunda, frente a lo que fuera la trastera de la vieja oficina de Correos y vivienda de su delegado, Juan Acuña Peralta.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El traje de marinerito.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El traje de marinerito.

Cuentan que en una ocasión, al término de una conferencia en una universidad, un alumno se dirigió al conferenciente, que era nada menos que Charles Chaplin y empezó diciéndole: “maestro”... Y el gran Chaplin cortó el diálogo de esta guisa: “joven, no me llame usted maestro, que en esta vida a lo más que llegamos es a aprendiz”. Lección de humildad donde las haya.

Yo hoy voy a someterme a una prueba de humildad y espero de mis ilustres blogueros que me expliquen de dónde y de cuándo proviene la muy antigua costumbre de vestir a los niños de marinerito cuando hacen la primera comunión. Y digo de marinerito, no de marinero al estilo currante, con ropa de agua amarilla y sueste del mismo color.

El niño de la foto va de marinerito con todas las de la ley. Bueno, en este caso no resultaba muy disparatado, porque según tengo entendido su padre era carpintero de ribera, aquellos artesanos que conseguían que nuestros viejos barcos siguieran navegando y faenando cuando los llevaban al carro.

Primorosamente vestido de marinerito, el niño de la foto, con el tiempo cambió el castrense uniforme por el currante babi como tendero en la muy recordada “Caldera de los Pallares”, lo cual le honraba. Pero como todo en la vida va perdiendo caché con el tiempo, terminó vestido de “puli” –es broma lo de perdiendo, no me vayan a multar a las primeras de cambio- aunque en esta nueva tarea estuvo muy bien acompañado de los inefables jefe Benito y del prior de la Orden Hospitalaria.

Como dice la cursilería al uso, es amigo de sus amigos, y especialmente de un ayamontino que ejerce de taxista en Lisboa. Y para colmo, un feliz día decidió formar parte de una  familia ayamontina muy querida por mí, la familia Brito. ¿Se puede pedir más?.

AYAMONTE EN EL RECUERDO: Gaceta de Ayamonte.

AYAMONTE EN EL RECUERDO: Gaceta de Ayamonte.

Hace ya algunos años que desgraciadamente desapareció nuestro entrañable periódico mensual Gaceta de Ayamonte. A todos nos costó un gran disgusto, del que aun no nos hemos repuesto.

Había reaparecido en 1980 de la mano de un grupo de ayamontinos entusiastas que fundaron la Asociación Amigos de Ayamonte. Para que no se me olvide nadie, lejos de hacer una lista de aquellos emprendedores, me limito a citar al más incombustible de ellos, su director Paco Hidalgo Toribio.

Fue Gaceta de Ayamonte un regalo llovido del cielo para tantos y tantos ayamontinos ausentes, que aguardaban con impaciencia el correo de cada mes para enterarse de sus cosas, las que habían dejado en la lejanía pero que conservaban en sus corazones.

Al cabo de los años de su desaparición, de su lamentable desaparición, nuestro Ayuntamiento, a través del Área de Cultura, ha tenido a bien organizar una mesa de redonda en la que intervendremos algunos de los que fuimos fijos colaboradores, aunque en el recuerdo siempre estarán aquellos que también lo fueron y que desgraciadamente se marcharon para siempre: Paco Rivera, Carlos Mosse, Pepe Gómez Vázquez, entre otros.

En esa mesa redonda vamos a evocar recuerdos entrañables de nuestro más querido periódico, Gaceta de Ayamonte, e invitaremos a los asistentes a participàr en un coloquio, pues al fin y al cabo Gaceta fue de todos y todos la recordamos con cariño y con nostalgia.

Desde Mojarrafina invitamos a todos los blogueros a que asistan al acto, que tendrá lugar en la Casa Grande el próximo jueves, día 31, a las 8 de la tarde.

Gracias anticipadas por esa asistencia, que esperamos sea numerosa.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La Virgen de las Angustias: ayamontina y portuguesa.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La Virgen de las Angustias: ayamontina y portuguesa.

Dentro de unos días nuestra Patrona visitará algunas ciudades portuguesas. Dicho así, a secas, puede que no signifique nada especial, pero si nos atenemos a la conocida leyenda de su hallazgo en el río por parte de los hermanos Coritos, todo lo que se va a organizar o ya se está organizando tiene sentido, y vaya que si lo tiene.

La leyenda nos cuenta que como la imagen de la Virgen fue hallada en aguas portuguesas, en uno de sus esteros que dan al Guadiana. Los lusos, con cierta razón, la reclamaron para sí, y las autoridades españolas, conscientes de tal razón, accedieron a la petición. Pero he aquí –sigue la bella leyenda- que la Virgen “quiso quedarse en Ayamonte”, y una y otra vez durante el traslado se presentaba una tormenta que lo hacía inviable.

Ante la evidencia, los portugueses decidieron que la Virgen se quedara en Ayamonte, y desde entonces su devoción a la imagen sagrada es tan grande que bien podríamos considerar que nuestra Patrona desde su corazón comparte el patronazgo, y ellos lo saben, y lo sienten. No hay más que verlo cuando llegan las fiestas patronales, como llegan masivamente a adorarla.

Que al cabo de los siglos la imagen de la Virgen de las Angustias visite tres ciudades portuguesas resulta todo un placer a ambas orillas del Guadiana. Los ayamontinos sabemos que en tierras lusas va a sentirse tan a gusto como en su propia ciudad. Y en esa confianza la actual junta de gobierno ha decidido el evento. Desde Mojarrafina sólo nos queda animar a todos los ayamontinos a participar en esos días de gloria, de amor y de fraternidad, porque entre Ayamonte y los pueblos portugueses del Algarve, si bien existió una frontera, esta sólo fue natural, geográfica, política, fiscal...pero nunca humana, ni social, ni vivencial. Y mucho me temo que en ello tuvo mucho que ver la Virgen. Nuestra Patrona pues, no necesita pasaporte para bendecir a sus hijos portugueses. Que todo salga bien y enhorabuena por anticipado.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Los santos de palo.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Los santos de palo.

Lo de los “santos de palo” fue un término acuñado por los Padres Paules  en Ayamonte  allende mediados el pasado siglo. Trataban con ello de menospreciar la devoción que los ayamontinos teníamos a las sagradas imágenes. Eran abiertamente “enemigos” de la Semana Santa cofradiera, aunque, dado el carácter de nacionalcatolicismo del régimen político imperante, no tenían más remedio que asistir a las procesiones ataviados con sus más vistosas vestimentas litúrgicas, capas incluídas a partir del Jueves Santo.

Pero he aquí que llega el año 1960 y a los citados curas no se les ocurre otra cosa que organizar en nuestra ciudad una misión. Al principio nos entró un complejo de negritos africanos o indios americanos del carajo, porque la idea que teníamos de una misión era la de unos misioneros con barba y vestidos de blanco que iban a Africa y a América a evangelizar a aquellas incivilizadas criaturas.

Pretender que el pueblo respondiera masivamente era poco menos que una utopía. De suyo, el acontecimiento anunciado no ofrecía nada de atractivo al general de los vecinos. Pero los curas siempre han sido más listos que el hambre, y ¿qué creen mis queridos blogueros que se les ocurrió para que los misioneros tuvieran una multitudinaria acogida?. Pues nada más y nada menos que sacar a la calle a los  “santos de palo”.

Y salieron,  la Virgen de las Angustias, Padre Jesús, Pasión... hasta la talla de San Vicente de Paul. Y claro, las calles se pusieron hasta los topes, y todo fue un éxito. Yo creo que ese día y el del entierro del inolvidable Antonio Massoni Jesús, fueron los que más gentes reunieron en las calles en toda nuestra historia.

La foto que ilustra el artículo la tenía un poco perdida, y es de un valor histórico considerable. Una multitud invade nuestra Avenida, entonces del Generalísimo, arropando la entrada de los misioneros, que aparecen en el centro de la misma encabezados por su director, el padre Langarica. En ella podemos distinguir a personas y familias del pueblo muy conocidas: la familia de Joaquín Rodríguez Vizcaya, “el Gordito de la Aduana”; la de Manolo “el Pancaro”; “el Lena”, el inolvidable Emilio Carro “Pelayo”, Pepe “el Loco”, y cargando con las andas que porta a San Vicente de Paul, algunos amigos, unos presentes y otros que ya nos dejaron: Manolo González “el Rubio”, Antonio Tortosa, Castillo “el Negro”, Joaquín Brito, y a la expectativa, Eduardo Losada.

Sí, señores blogueros. Los “santos de palo” les resolvieron el problema a aquellos curas que en realidad no querían saber nada de ellos. Cosas de la vida. O, como dice Mojarrafina, en fin,  pilarín.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Los que nos dejaron demasiado pronto.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Los que nos dejaron demasiado pronto.

En estos últimos días hemos vivido la pérdida de unos ayamontinos demasiado jóvenes, si es que a la vida le podemos poner fecha de caducidad. Yo creo que la vida y la muerte juegan permanentemente al escondite y que la guadaña gana muchas partidas acechando en las esquinas, es los recodos de los caminos que la vida frecuenta ajena al acecho. Nos han dejado Chipi, Mojo, Curri...

Pero esto ha sido así siempre. La foto que traemos al blog data de mediados el pasado siglo, y obedece, entre otras cosas, a esta pequeña historia:

Por aquel tiempo vivía en la barriada Federico Mayo un señor empleado de una importante empresa. Este señor, como cualquiera de por sí, un día cometió un grave error, y ese error le costó un correctivo penal que tuvo que cumplir en la modalidad de domiciliario. Como de alguna manera tenía que subsistir, aprovechó sus habilidades para con la fotografía, y en el patio de su casa realizaba fotos y reportajes.

Los de mi reunión éramos muy aficionados a quitarnos fotos para el recuerdo. Y hoy he topado con una de ellas que precisamente me hace volver al inicio de este artículo. En la foto, cuatro amigos, tres de ellos fallecidos muy jóvenes: Joaquín Brito, Antonio Reyes el Poke, y mi casi hermano Paco Valenzuela. Despuès vinieron los fallecimientos del Nino, su hermano Lolo, Manolín Nieves, Norberto Flores el Chuches.

Es la historia que tristemente se repite. Pero a pesar de todo no terminamos acostumbrándonos y esos amigos que nos han dejado en plenitud de sus vidas siguen ocupando un lugar preferente en nuestros corazones.

Descansen en paz todos ellos, y mis anticipadas disculpas por esos olvidos que en estos casos siempre se producen.