AYAMONTE EN EL RECUERDO. Olores para la nostalgia 7.
Hoy vamos a detenernos en un lugar pequeño y concreto para recordar dos inconfundibles olores del pasado siglo. (No tengo fotografía del lugar, así que he puesto una alegórica, si alguien tiene una que me la envíe, por ejemplo el Luzla).
El sitio en cuestión es la calle Huelva, entre el cruce con Buenavista y la Callejita Estrecha y la antigua casa del Tejaíto.
En ese tramo la clásica calle se inundaba de dos olores bien distintos aunque muy apetecibles los dos: el procedente del almacén del “Chacinero”, que iba de la calle Huelva hasta la Avenida, y un poco más adelante, en la acera de enfrente, el olor a tahona clásica de bueno de Elías.
El chacinero en cuestión era un señor creo recordar muy alto, posiblemente de Alosno o de otro pueble de nuestra Sierra huelvana. El almacén era enorme, se veían los grandes depósitos de aceite y la chacina colgada del techo impregnando con sus olores tanto la calle Huelva como la Avenida. Ello me recuerda una frase de mi mujer: “huele que alimenta”. Posteriormente el almacén pasó a ser propiedad del matrimonio “Gimiendo y llorando” más bien ya para la venta de aceites, vinos, licores y refrescos. Con ambos propietarios trabajaron los hermanos Carrega, grandes trabajadores. Y un señor mudo cuyo nombre no recuerdo, también un gran currante.
La tahona de Elías, por su parte vendía unas teleras exquisitas, se entraba a una especie de zaguán y a la izquierda había un par de escalones que daba acceso al mostrador, tras del cual nos encontrábamos a la esposa del panadero y madre de nuestro amigo Rafael, Narcisa, todo amabailidad. En más de una ocasión, por no decir que a diario, irían los amigos Bole y Santi Puga a comprar el pan. Corto espacio para tan grandes y recordados olores. No sé si el Ayaba recordará al “Chacinero” pues yo soy mayor que él y mis recuerdos con de mi infancia. El Fa seguro que sí lo recordará aunque a él le cogía lejos de su casa.
32 comentarios
Luciano Aguilera -
Ayamontino -
Siguiendo la buena costumbre de Jesus Castellano y ultimamente Jacinto
manolo Monteaya -
Núñez -
Yo no me colaba en el cine del campo futbol, me pagaban la entrada iba de carabina, si no iba yo no iba nadie, aquellos tiempos ja ja.
Buenos recuerdos de Paco El Misionero era muy campechano asíamos miga, El señor Claudiño era más serio se creía que aquello era la mili.
El profesor de gimnasia Don José Pedro no me dio a mí tortazo seria a otro, una mañana nos puso al Narci y a mí de pie en la pared por fuera de los vestuarios del campo futbol pero mirando a la pared que mareaba toda la mañana, nuestro amigo decía A que se lo digo a mi hermano Pedro ja ja.
Saludos
Núñez -
Saludos
Otra vez el amigo del Truan -
pepeluzla -
Er Núñez -
Saludos
Ayaba -
Gracias
Una del Salón Santa Gadea -
Ayaba -
Muy buen articulo el suyo, de donde deduzco que la tienda del señor Armando estaría lejos del almacén del Chacinero, o que la tienda no olía, porque ni Jeromito la nombra tampoco, quien seria el hijo de Armando, no me acuerdo.
Lo de los horarios del futbol es una vergüenza, habrá cada semana partidos de liga a las once de la noche, además los lunes, ya me dirá como se iran formando los futuros aficionados que se tienen que levantarse temprano para ir a la escuela.
Saludos
Un gran amigo del Truan -
Don Juan de Austria -
que hable -
La Pichilica -
Jeromito -
Ayaba -
Yo se amigo Truan que aunque te ayas puesto este seudónimo eres buena persona, muchas veces contemple como le daba buenos consejos, le decías que estudiara a Faustinito Valderrama, era hijo de guardia civil, desde los tiempos del Instituto no lo he visto más no se que fue de él.
Señor Truan en tú buen comentario donde nombras todas las cosas de la zona que tratamos, se te olvido la carbonería que había siguiendo la calle Lepe un poco más adelante, es que no conociste a la señora Pichilica y a la hija que el año pasado era una buena bloguera.
El futbol muy tarde para los que ya tomamos sopitas, porque estoy de vacaciones o si no le iban a dar por donde amarga el pepino por mucho que me cambiara la chaqueta a favor del Barça, la hija de la Pichilica me decía que estaba catalanizao.
Saludos
El Truan -
Amante de la naturaleza -
Saludos
Núñez -
Amigo Truan las del teatro eran dos chicas muy bonitas le daba a una la mano mejor dicho ella me la daba a mi para llevarla por el agua procurando ir por la orilla porque les daba miedo y luego a la otra, el mariconcete no fue nunca a la bardita del saló, pero un día estábamos sentado en la arena y llego el mariconcete y dice la Belli A. coñ. que blanco esta y dice el mariconcete porque quiero pintura roja hay.
Darles recuerdo al Antoñito Rafael y al Villegas del Núñez.
Amigo Truan te acuerdas cuando nos metíamos en jaleo si había complicaciones el amigo que iba siempre con nosotros decía a los otros A que se lo digo a mi hermano Pedro, ja ja.
El Pronóstico es incierto a mí me gustaría que fuera un buen partido de ataque de los dos, ya veremos.
Saludos
El Truan -
Ayaba -
Saludos
Eu tenho um irmao em Lisboa que é ainda mais botarate do que eu, -
Ayaba -
Señor un Truan por todo lo bien que explica de esta zona creo seguro que eres mi amigo de hacer campanas con el Narcis.
A lo que me preguntas de las tortitas de aceite de la panadería de Elías lo dejo a tú elección.
Buenas memorias tiene del Lara Yuki, te acuerdas del señor que repartía las hojillas de las propagandas, era gracioso el tío.
El Lara Yuki era un teatro ambulante de obras de teatros clásicas, como fue La Barraca del gran poeta y escritor de teatro Federico García Lorca unas décadas antes.
En Ayamonte el Lara Yuki tuvo éxito y estuvo todo el verano, en esto un jovencillo un ayabacillo fue más listo que todos los más mayores del Circulo Mercantil juntos, resulta que había dos artistas jóvenes muy bonita y los del Circulo por verlas iban todos los días al teatro a veces aunque repitieran la obra, pagando su entradas claro esta. El jovencillo el ayabacillo todas las mañanas se iba a la bardita del salón a bañarse, y a echar la miradilla había un ramillete de flores de retamas en bañador de aupa, las dos del Lara Yuki que quería que las enseñara a nadar y cuando les llegaba el agua a las espinillas les daba miedo lo único que podía hacer era que se extendían en el agua y yo las cogia por las manos y las iba llevando y les decía que moviera los pies y yo iba mirando la canalilla de los pechos, las otras flores se llaman Lili que quitaba el hipo y la Belli de mi barrio -no la Bellita de la Avenida- otra que estaba más buena que las tortitas de aceite esta mujer emigro también, en aquellos tiempos emigraron muchas personas muy majas como personas, como tambien la que veia pasar por la Cuesta del faro por que se cortaba camino al Instituto laboral nuevo.
Saludos
Núñez Gonzalez nieto de Manuel Gonzalez Tejeira y Manuela Medina en su recuerdo. -
El cerdo en la pocilga tenía que comer, crecer y engordar, la alimentación era con lo que se podía, por supuesto todas las sobras y desperdicios eran para ellos, ah sin olvidar caparlos pues así era mejor el engorde.
Una vez vi una matanza del cerdo en el poblado de Sardón serca del pueblo del Granado participaban toda la familia y algunos vecinos entre otros estaban mis padres, mis abuelos, seño Francisquiño la señora Serafina y Manuel Blas este ultimo con familia en Ayamonte en la calle San Antonio de toda la vida.
Enganchaba al gorrino por debajo del hocico, por la papada, por las orejas y el rabo, lograban subirlo a la mesa y tumbarlo, sujetándolo fuertemente por manos, patas y el hocico para que no mordiera, le clavaban el cuchillo en el cuello, en la parte de abajo, y lo degollaba. Empezaba a sangrar copiosamente entre grandes convulsiones, gruñidos y agudos chillidos, y una mujer con el brazo remangado por encima del codo ponía debajo en el suelo un lebrillo para que en él cayera la sangre, y con el puño tenía que estar constantemente moviéndola para que no cuajara.
Luego con unas retamas de jara encendida lo chamuscaban y echándole agua casi hirviendo, con rasqueta se frotaba con mucha fuerza para quitarles todos los restos de pelo que quedasen.
Colgaban el cochino de un clavo e inmediatamente, provisto de cuchillo, abrían por el vientre de arriba abajo y sacaba las asaduras y los intestinos, que eran puestos sobre un recipiente de madera.
Limpiaban y quitaban toda la porquería del mondongo y de las tripas, lo hacían con agua caliente, limón, vinagre y sal. Las más gordas se utilizaban para los morcones y las morcillas, y las finas para chorizos y longanizas.
Sobre un lebrillo de barro se vaciaba la cebolla cocida, para agregarle sangre de la recogida del cerdo, manteca del mismo animal, pimienta molida, perejil, sal, pimentón, trozos de lomo y panceta todo esto se amasaba mucho con las manos, y de esta forma quedaba dispuesto para embutir.
La máquina de hacer chorizos y morcillas iba provista de unos embudos de hojalata de quita y pon de varios tamaños, así como de unas cuchillas de diferentes tipos, y atornillado sobre una mesa de madera, la maquina movida con una manivela arrastraba la masa hacia la tripa, conectada a la salida por uno de los embudos.
Las tripas se pinchaban con un alfiler para que saliera el aire, procurando que no se atrancara la masa, engordara de forma alarmante y se rompiera, esto lo solían hacer entre varias mujeres, mientras otra apretaba las tripas con las manos para que quedaran bien rellenas, a la vez que las ataba con una cuerda fina de cáñamo para ir haciendo las morcillas.
Con todos estos trabajos llegaba la hora de la comida, que solía ser unas gachas de matanza, utilizando la pringue que soltaban al freír unos trozos de magro cortados del cerdo y la asadura. Los comensales se colocaban alrededor de la sartén normalmente de pie, en una mano el pan y en otra la navaja, daban un paso al frente, mojaban con un trozo de pan pinchado en la navaja y retrocedían para dejar el espacio libre a otros. En el suelo se colocaba también el porrón o la bota con el vino, que iba pasando de mano en mano, haciendo la ronda.
El tratamiento de los jamones y paletillas era enterrarlos en sal, los trozos de tocino blanco y la panceta también se metían en sal, pero menos días.
Pero, aparte de todo esto, la matanza era una gran fiesta para los chiquillos y creo que para los mayores.
Ha sido largo pero he disfrutado recordándolo ahora me callo un par de día para no cansar y dejar escribir a los otros buenos blogueros.
Saludos
El Mojarra del Peñón, -
fa -
Saludos cordiales para todos.
u. Un Truan -
Er Núñez -
Saludos
de la calle huelva toda la vida -
Núñez -
Saludos
Ayaba -
Creo, seguro que en aquella callejita en la esquina de la calle Huelva vivía mi gran amigo Villegas, entonces El Pirulo estaría todo el día oliendo a chorizo.
Otro amigo mío, tendría dos olores a gamba y a chorizo el Rafeelito Pimpin los dos iban a la misma clase como tendrían el aula menos má que yo iba mas adelantado por edad.
El Pimpin cuando saldría de la escuela iría a comprar el pan y los riquitrunes a la tahona de Elías o ya lo habría ido a comprar Lili que buena estaba las tortitas de aceite joder.
Saludos