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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

Anecdotario Ayamontino

ANECDOTARIO AYAMONTINO. Las campanadas de fin de año del Catarro.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. Las campanadas de fin de año del Catarro.

Corrían los años noventa, si no recuerdo mal, y Rafael González era concejal en el Gobierno municipal de Isaias Pérez Saldaña, “con el que se llevó tan bien posteriormente”. Cosas de la vida.

Nadie sabía cómo Rafael González había llegado a concejal, y mucho menos como terminaría siendo alcalde, quizás con Narciso Martín Navarro el más populista de todos los alcaldes ayamontinos. Hay quien lo comparó con Adolfo Suárez por aquello de ser elegido por descartes de otros. No sería de extrañar, es una situación que se repite con frecuencia en los cargos electos.

Posiblemente el éxito político consistió en, además de llamarse Rafael González, apodarse el Catarro. Porque en verdad quien empezó muy pronto a destacar por su actividad frenética no fue González, sino Catarro, o Patalingue, que también lo era, y a mucho orgullo.

Resulta que un año el Ayuntamiento decidió que las uvas de fin de año se las deberían tomar los ayamontinos en la Laguna al son de las campanadas del reloj muncipal. Pero  el reloj no funcionaba, quiero decir que no daba las campanadas.

Mas  ahí estaba el Catarro, relojero improvisado, que se llevó trescientas horas tratando de arreglar la cosa. Y durante todo el día aquel perezoso reloj, domado por el intrépido concejal, dio miles de campanadas, una y otra vez, las dos, las tres, las cuatro...las que fueren necesario.

Todo estaba pues, a punto para el momento cumbre en que el año se despide y amanece uno nuevo. Mucha gente en la Laguna, para tomar las uvas y para comprobar la hazaña del osado concejal. ¿Y qué ocurrió?. Pues lo que muchos ayamontinos contemplaron y lo que muchos de ustedes ya de están imaginando: el reloj se vengó del Catarro, de su tusudez, y llegado el momento se negó a dar las campanas.

Pobre e iluso reloj. Pensó que había ganado la batalla. Pero he aquí que Catarro-Patalingue, una mezcla explosiva de amor propio, se subió raudo a la azotea del ayuntamiento y, martillo en mano, él mismo dio las campanadas. El reloj enrojeció de ira, y desde entonces no sólo da las campanadas sino que además las ameniza a los sones del pasodoble de Ayamonte.

Perdonen si me ha fallado la memoria en algún momento de este relato anecdótico, pero globalmente así sucedió.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 29. Manolo Camilo y el padre Velasco

ANECDOTARIO AYAMONTINO.  29. Manolo Camilo y el padre Velasco

Antes de contarles la anécdota ocurrida a mi gran amigo Manuel Rodríguez Gómez, Manolo Camilo, conocido así por el nombre de su padre, quiero manifestar públicamente mi admiración por este ayamontino, con cuya amistad me honro, por la valentía y cariño que ha demostrado haciéndose cargo de un equipo de fútbol de Tercera División con lo caro que está esto del fútbol en nuestros días, soportando incluso un terrible periodo de crisis que hace que tenga que poner de su pecunio particular muchísimo dinero al fallarle algún que otro patrocinador. Tener al Ayamonte clasificado entre los mejores del grupo es un mérito que sólo el tiempo le reconocerá, cuando se haga balance de su osada y generosa gestión. Desde este modesto blog le envío un fuerte abrazo y un toquesito con el móvil para que se distraiga. Y ahora vamos con la anécdota.

Manolo Camilo y yo fuimos compañeros de trabajo, yo era el escribiente de don Trinidad Navarro Nieto y él el chófer particular del citado abogado. Entonces estaba destinado en Ayamonte un sacerdote, el padre Velasco, que tuvo que hacer un viaje creo que a Madrid, y don Trini, generosamente, se ofreció a que Manolo Camilo lo llevara en su coche hasta Huelva para coger el tren. Salieron temprano de Ayamonte, sin aparente necesidad porque el tren salía a las tres o las cuatro de la tarde. Lo cierto es que el cura en cuestión tuvo a Manolo Camilo dando vueltas por Huelva, visitando todas las iglesias y conventos habidos y por haber. Cuando ya lo dejó en la estación Manolo vió como el cura se echaba mano a la cartera, y hambriento que estaba por no haber probado nada en toda la mañana se le fue el pensamiento hasta "El Nido" y "La Esquinita te espero", bares de Huelva especialistas en chocos fritos. Pero ocurrió que el cura, que tenía un hermano que murió fusilado durante la guerra civil y estaba en proceso de beatificación como mártir, en vez de sacar dinero, sacó de la cartera una foto del dicho hermano y le dijo: "perdona hijo,  yo no llevo dinero para darte, pero te dejo esta foto de mi hermano que hace muchos milagros". Lo que ocurrió después se lo pueden ustedes imaginar, sobre todo hacerse una idea de las palabras que Manolo se tragaría para que el cura no las oyera.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 28. Cuando Pedrito Jesús no se dio cuenta de que iba montado en su propio ciclomotor

ANECDOTARIO AYAMONTINO.  28. Cuando Pedrito Jesús no se dio cuenta de que iba montado en su propio ciclomotor

El amigo Pedro Jesús Flores, Pedrito Jesús para todos, fallecido hace poco tiempo después de dejar creada y funcionando esa gran asociación encargada del amparo y cuido de deficientes, fue el protagonista de esta graciosa anécdota que les cuento.

Pedrito Jesús tenía una fábrica de conservas en el Muelle Norte que había heredado de su padre, Pedro Jesús Ojeda, alias Riquintiño.  Como escribientes de dicha industria trabajaban los hermanos Fernández Flores, Manuel y Wenceslao, más conocido como el Pocholo. Yo hice mis pinitos en aquella oficina donde aprendí a escribir a máquina, no estaba colocado, simplemente iba a eso y de camino ayudaba al Pocholo en la tarea de archivo de la correspondencia.

Por aquel entonces se puso de moda un ciclomotor, que no recuerdo si era un vespìno o un mobylete, qué más dá para la anécdota. Pedrito Jesús se compró uno con el que iba y venía a la fábrica. Con el tiempo, Manolo Fernández Flores de compró otro idéntico pero no le dijo nada a Pedrito Jesús, entre otras cosas porque tampoco tenía obligación de hacerlo.

Una mañana, Pedrito Jesús salió de la fábrica con su ciclomotor. Tiempo después hizo lo mismo Manolo con el suyo a fin de llevar a cabo gestiones del negocio en el centro. Ambos coincidieron, se cruzaron, pues Pedrito Jesús volvía ya a la fábrica, justo en el lugar donde termina el Muelle de Poniente y empieza el Muelle Norte, es decir, la esquina donde estuvo el Stella Maris. Cuando Pedrito Jesús vio a Manuel Fernández Flores montado en el ciclomotor  le dijo: ¿quien te ha dado permiso para coger mi ciclomotor?, a lo que Fernández le contestó: perdone usted, don Pedro, pero este ciclomotor es mío, lo que ocurre es que es idéntico al suyo. Pedro Jesús miró hacia abajo y se dio entonces cuenta de que efectivamente él venía conduciendo su propio ciclomotor. Creo que no se disculpó, se lo preguntaré a Manolo, aunque creo que sólo garraspeó y tiró palante camino de la fábrica.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 27. De cuando le tocaron un corridiño al paso de la Lanzada

ANECDOTARIO AYAMONTINO.  27. De cuando le tocaron un corridiño al paso de la Lanzada

Eran otros tiempos, malos tiempos para las hermandades y cofradías ayamontinas. Años de crisis de costaleros, bueno, de costaleros no, que nunca existieron,  de cargadores. Las ruedas fueron el alivio, pero ya nada era igual. Recuerdo un Viernes Santo en que Manolo Bautista mandó tocar la marcha Campanilleros a las puertas de la botica de la calle Real para mecer a la Virgen. Resultó francamente patético a pesar de la buena voluntad del admirado Bautista.

Como patética pero graciosa al mismo tiempo es la anécdota que les cuento. Aquel año el paso de la Lanzada procesionaba solo y con ruedas, para más inri la banda de música era portuguesa, las más entendidas del mundo en temas musicales cofrades; pero no había dinero y a ello se recurrió.

Cuando el paso iniciaba su entrada en San Francisco, un miembro de la junta pidió al maestro de la banda tocase algo movido. Y el director, que no tenía ni puñetera idea, no se le ocurrió otra cosa que tocar un corridiño. Naturalmente fue interrumpido de inmediato, creo que por el Lolo el de la botica, que cuando encargó la marcha movidita se refería naturalmente a una de las cofrades que traían preparadas y ya habían  tocado durante la estación de penitencia.

Pasaron afortunadamente aquellos tiempos y hoy la hermandad y cofradía de la Lanzada está en todo a la altura de las mejores, en organización interna, externa, cuidados de las imágenes y de los pasos. Fíjense si nó, y con detalle, en la portentosa fotografía que nos ha facilitado el eficiente infrascrito secretario, señor de la Rosa.

Que quede claro, que la hermandad y cofradía de la Lanzada ha sido la única en toda la historia de nuestra Semana Santa, cuyo primer paso ha procesionado, aunque fuese durante un minuto, bajo el ritmo de un corridiño portugés.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 26. El accidentado viaje de Trini Flores cuando dio el pregón del carnaval

ANECDOTARIO AYAMONTINO.  26. El accidentado viaje de Trini Flores cuando dio el pregón del carnaval

Ocurrió en el emblemático año 1.992, el de la Expo, la Olimpiada y sobre todo para los ayamontinos, el de la Coronación de la Virgen de las Angustias.

La comisión del Carnaval de Ayamonte me pidió pronunciase el pregón, que al parecer era el primero. Como lo hizo mi buen amigo Antonio Gómez Espina, que entonces  andaba en esos berengenales y en el Ayuntamiento gobernando buenos amigos como Isaias Pérez Saldaña, Nicolás Jesús Rodríguez y Rafael González González, acepté gustosamente, pero puse una condición. Como mi coche estaba muy viejo, pedí me trajeran y llevaran, cosa simple, pero que luego se complicó sobremanera y dio lugar a la anécdota que cuento.

Me fue a recoger el inefable Rafael "el Catarro", entonces concejal. Todo fue estupendamente, un coche cómodo y una muy buena conducción; pero al llegar al final de la carretera de La Ribera, al incorporarnos a la nacional Huelva-Ayamonte, el coche se averió, fue una avería eléctrica. Rafael llamó enseguida a Nicolás, que vino presto a recogernos en su coche y llegamos a Ayamonte sin más novedad.

Para el regreso pusieron a mi disposición el coche particular de Juanito, al que yo siempre recuedo como el hijo de Juan el de las contribuciones, entonces policía local. Pues bien, aunque ustedes no lo crean, casi en el mismo punto, llegando a la venta Gonzalo, el coche de Juan se averió, exactamente con la misma avería eléctrica del de Rafael.

Para solucionar la situación el Ayuntamiento no tuvo más remedio que disponer de un coche oficial, y no se les ocurrió otra cosa que elegir uno de la Policía Local, así que aqui me tienen al bueno del Muniz presentándose en la Ribera a recogernos y llevarnos a San Juan de Aznalfarache. Hicimos bien el viaje.

Esto ocurrió ya con el carnaval encima y los excelentes letristas, cuando se enteraron, ya era tarde para quitar alguna letra, pues de lo contrario lo habrían hecho con todo lujo de detalles.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 25. Susto colectivo en el pozo de la Villa

ANECDOTARIO AYAMONTINO.  25. Susto colectivo en el pozo de la Villa

Era una mañana de diana, de las dianas de antes, de música y jolgorio organizado, sin gamberrismos, sin molestar a los músicos, bailando y cantando alegremente y también dándole como es debido al rico aguardiente. Después vinieron las del gamberrismo y los destrozos de mobiliario urbano que ha desembocado en las últimas versiones, las de la soledad de las bandas en ausencia de "dianeros". Esperemos y deseemos que las aguas vuelvan a su cauce.

Pues bien, una mañana de diana de las de antes, los asíduos, que hacíamos el recorrido completo con las bandas, llegámamos hasta la mismísima Casa Cuna. Subiendo la calle Galdames, antes de llegar al pozo, observamos como unos niños estaban sentados en el brocal del pozo y cuando comentábamos tal imprudencia, algunos de ellos "cayeron dentro del pozo". Nuestro susto fue mayúsculo, toda una desgracia recorrió nuestros sentimientos y corrimos hacia el pozo por si todavía se podía hacer algo. Cuando llegamos, aquellos niños, para nosotros ya ahogados, brotaron, salieron del pozo como por obra de un milagro. No era tal. Lo que ocurrió es que, con buen criterio y no como se hizo con el pozo de los Almendros, el de la Villa no se eliminó, simplemente se cegó para evitar cualquier desgracia, como la que nosotros pensamos que había ocurrido.

Aclarado todo, nos cagamos en la madre que parió a los niños que se habían quedado con nosotros miserablemente y, ya amigos, nos fotografiamos juntos.

Para los curiosos les aclaro que los que posan en la foto son: dentro del pozo asomando la cabeza y de izquierda a derecha, Trini Flores, Manolo Feria "el Bole", Santiago Puga, "el Pirulo", Benito Rasco y otro amigo al que no logro identificar. De pie, a la derecha, figuran tres personas mayores, del que está apoyado en el pozo no recuerdo el nombre, a su lado, Paco el Misionero, el que durante muchos años fuera el conserje del Instituto Laboral, y a su derecha, Paco el de la Gabriela.

 

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 24. La Casa Cuna y la Morana

ANECDOTARIO AYAMONTINO.  24. La Casa Cuna y la Morana

A mediados del pasado siglo se construyó en Huelva un centro sanitario especialmente dedicado al internamiento de los enfermos mentales o manicomio; estaba situado en un lugar llamado La Morana, que hoy creo que es una barriada o al menos existe una plaza con dicho nombre.

Por su parte, desde que la fundara la familia Galdames, en Ayamonte existía un orfanato que siempre fue conocido por la Casa Cuna y que hoy se ha transformado en viviendas familiares para los niños internos. La Casa Cuna contó siempre con el cariño de los ayamontinos, y de esa casa salieron ilustres paisanos a los que no nombro por no dejarme a nadie en el tintero, pero baste como ejemplo mi amigo Rafael Pérez Castillo.

No sé por qué, hubo un tiempo en que se decía que la Diputación, de la que dependían los dos centros citados, pretendía llevarse para Huelva la Casa Cuna y establecer en Ayamonte el manicomio que era popularmente conocido por la Morana, pues ya sabemos que por estos lares les damos a las cosas nombres distintos de los reales, como ocurría en Huelva con el Agromán para llamar a la residencia sanitaria. En Ayamonte todavía llamamos como barriada Coema a la que queda a la izquierda de Sor Eloisa.  Entonces, cuando queríamos poner a alguien de chalao sin decírselo directamente pregonábamos: se van a llevar la Casa Cuna y van a traer la Morana.

En fin, Pilarín, cosas de la vida. Yo creo que todo fue una anécdota, incluso se decía que se iban a llevar a Padre Jesús. El problema que se nos plantea es el de saber qué hubiera sido del personaje de la foto que saldrá en este artículo si se lo hubieran llevado a la Morana, porque creo que desde entonces está así, como lo ven.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 23. De como un funcionario pasó por autoridad sin serlo

ANECDOTARIO AYAMONTINO.  23. De como un funcionario pasó por autoridad sin serlo

Todos los organismos públicos suelen tener un servicio de protocolo que es el encargado de organizar los fastos oficiales sobre todo en orden a las representaciones de personalidades, citarlas, invitarlas a que ocupen su sitio, etc.

Allá por los años sesenta del pasado siglo, algún funcionario del Ayuntamiento, se equivocó en la citación de las autoridades que habrían de asistir a la Función principal en honor de la Patrona, o a la procesión, y en vez de citar al director del Instituto Laboral, como delegado local del ministro en materia de Educación y Ciencia, que era el nombre del ministerio, citó para el evento al director del Instituto Nacional de Previsión, cuando para cuestiones del ministerio de Trabajo ya se citaba al delegado local.

Cuando alcalde y concejales estaban a las puertas del ayuntamiento haciendo tiempo vieron llegar al dicho director del INP, vestido para el evento, quien se acercó a saludar al alcalde y demás autoridades civiles y militares. Todos se miraron pero nadie dijo nada y el hombre participó aquel año en las fiestas de las Angustias en condición de autoridad o agente de la misma.

Pero eso no fue lo malo, si es que fuera malo, lo peor es que en el Ayuntamiento nadie se había dado un paseo por el refranero, y claro, no leyeron aquel que dice: "más vale una colorá que cien amarillas", es decir, más vale aclarar las cosas desde el principio que no esperar a que no tengan solución. Nadie hizo nada, y el dilecto funcionario siguió siendo invitado a todos los eventos organizados por el Ayuntamiento, hasta no sé cuando, pero quizás Manolo Cruz o el Lolo el de la botica nos lo puedan aclarar pues creo que eran concejales aquel año.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 22. De cuando el Caquilla se quedó dormido en el cementerio

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 22. De cuando el Caquilla se quedó dormido en el cementerio

La verdad es que yo no sabría explicarles quien era el tal Caquilla, pero les puedo asegurar que se trató de un personaje muy popular del pasado siglo por las cosas que he oído.

La anécdota que les cuento ya fue sucintamente referida cuando recordé algunas coplas antiguas del carnaval ayamontino. En los tiempos del carnaval antiguo existía en Ayamonte un famoso bar llamado "las 6 puertas", estaba situado en la zona del barrio del Banderín, y a dicho bar acudían portugueses que venían con ganas de bronca, de ahí que alguien compusiera esta letra carnavalera:

"Hace varios días, en el Banderín, en una taberna que había allí; varios portugueses allí se encontraban con los españoles las grandes peleas que allí se formaban, de pronto fue uno y apagó la luz, allí hubo de palos que hablaban de tú, al tio la taberna le dieron dos tortas que fue por demás; auxilio pedían por el altavoz, también llevó parte el tio que tocaba el acordeón, a la otra mañana, cuando salió el sol, había portugueses que tenían los labios como un mostraor".

Bueno, pues una noche, en esa famosa taberna se oyeron sonar las campanas del cementerio, todos los presentes se asustaron pues eran tiempos de supersticción; el sepulturero, que se llamaba Sacramento había  cerrado la puerta del camposanto y se había ido a las Seis Puertas a tomarse un cacharro. Como las campanas no dejaban de sonar salieron todos corriendo con el sepulturero, y al llegar al cementerio comprobaron como el tal Caquilla era quien hacía sonar las campanas, y es que el pobre había cogido una gran tajá y se había quedado dormido antes de que Sacramento cerrara la puerta.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 21. La frustrada pesca del señor Visera

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 21. La frustrada pesca del señor Visera

El señor Visera era un pintor de brocha gorda ayamontino, pero al mismo tiempo un exlcelente rotulista o rotulador, eran tiempos en que aun no existían los anuncios luminosos y los comercios y las industrias se anunciaban con rótulos pintados en sus fachadas. Para eso, no habia nadie como Visera. Casi todos los auncios del desaparecido campo de fútbol -del que para tomarnos el pelo dejaron la puerta de goles, que creo la van a proponer como patrimonio de la Humanidad- eran obra del señor Visera, además de todos los del centro comercial.

Era hombre extraordinariamente paciente, de una flema a prueba de bombas, ni siquiera la británica podía hacerle sombra. Ver a Visera sofocado era prácticamente imposible. Y prueba de esa inusitada paciencia, es esta anécdota, y otra más que contaremos más adelante:

Una tarde, el señor Visera se dispuso a echar un rato pescando en el Guadiana con su aparejo, se situó frente a la gasolinera de Ricardito, es decir, frente al Chispito, junto a un oray, de esos que sirven para amarrar los barcos al muelle. Llevaba perfectamente ordenadas todas las cosas: su silla, su canasto, los trapos, los anzuelos y plomadas de repuestos, la carná, en fin, todo. Cuando tuvo preparado el primer lance, se confundió, y en vez de amarrar el cabo del aparejo al oray, lo hizo a la silla en la que iba a sentarse y al canasto con los enseres. Cuando lanzó el aparejo, como era de esperar, salieron volando con él, la silla, el canasto y todo lo demás. Cualquiera hubiera echado el bofe por la boca, maldecido, blasfemado, incluso; pero la flema de Visera hizo acto de presencia, y sacudiéndose las manos, se limitó a decir: por hoy hemos terminado de pescar.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 20. Pepe el Gorito y el andamio que le encargó un lepero

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 20. Pepe el Gorito y el andamio que le encargó un lepero

No vayan a pensar ustedes que el gran Pepe el Gorito, el amigo de todos, el que siempre nos alegró la vida con su extaordinario sentido del humor y que sorprendentemente nos abandonó van a  hacer ahora dos años, además de barbero era albañil, ni mucho menos. Lo del andamio pertenece al mundo de las anécdotas, y lo cuento tal y como el Gorito me lo contó a mí.

Era difícil que el maestro barbero estuviese parado, aunque en alguna ocasión, entre cliente y cliente pasasen unos minutos. Entonces, se apoyaba en un brazo del sillón y se echaba su cigarrito mirando a la calle. En esa tesitura estaba un día cuando se acercó a la barbería un lepero, que si no llegaba a los dos metros de altura poco debía de faltarle, de tal manera que para hablar con Pepe dirigió su mirada bien hacia abajo.

Una vez cruzadas las miradas en una diagonal parecida a esas señalizaciones de subida y bajada de la bolsa, por ejemplo, el lepero se dirige al Gorito y le pregunta:

Maestro, ¿tengo a alguien por delante?. El Gorito entonces miró hacia arriba, como si lo hiciese al cielo, y le contestó:

Pues mire usted, ahora mismo no espero a nadie, así que cuando usted quiera se sienta y empezamos. Entonces el gigantesto lepero lo miró una vez más de arriba abajo y sin la menor intención de hacer un chiste, le dijo:

Bueno, maestro, pues vaya usted montando el andamio mientras yo voy a tomar café.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 19. De como los ciegos de la delegación de Ayamonte castigaron a dos compañeros

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 19. De como los ciegos de la delegación de Ayamonte castigaron a dos compañeros

Corría el año de 1943, gran año por cierto por la calidad de  las personas nacidades durante el mismo, y en nuestra ciudad fallecía don Rafael Olivencia González, un señor que en esa fecha era el delegado de los ciegos.

Los afiliados a la delegación decidieron rendir un póstumo homenaje a su fallecideo delegado, y de ahí que organizaron una colecta a fin de reunir fondos para una lápida. Ignoramos las razones, pero lo cierto es que dos afiliados se quedaron fuera. Y los demás, lejos de olvidarlo, decidieron dejarlos dentro...de la lápida en cuestión.

En nuestro cementerio existe una lápida que en su día descubrió el "Duende de la ciudad" de Gaceta de Ayamonte, cuya inscripción es del siguiente tenor literal:

RAFAEL OLIVENCIA GONZÁLEZ

FALLECIÓ EL 24 DE SEPTIEMBRE DE 1.943, DE 59 AÑOS

D.E.P.A.

LOS CIEGOS AFILIADOS A ESTE DELEGACIÓN HASTA EL DÍA DE HOY, A EXCEPCIÓN DE

DIONISIO SEGLAR Y REFAEL REAL

DEDICAN A SU DELEGADO QUE FUE ESTE POSTUMO RECUERDO

Soy consciente que estas cosas hay que verlas para creerlas, pues bien, ustedes mismos. Quiero aclarar que por pura lógica he hablado de una colecta, pero las razones pudieron ser otras, no lo sabemos. De todas formas, sean cuales fueren, la referida lápida no tiene desperdicios.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 18. De cuando Manolo Frigolet confundió la capital francesa con una marca de tabaco

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 18. De cuando Manolo Frigolet confundió la capital francesa con una marca de tabaco

Dicen que cuando nació mi antiguo amigo Manolo Frigolet, la comadrona le dijo a la madre: ha tenido usted un hijo interino de Correos. Porque esa fue la profesión de Manolo durante toda su vida, trabajar en Correos de forma interina. Era un buen oficial, se defendía perfectamente en la ventanilla, pero por razones que no son al caso, era bastante dejao y nunca se le ocurrió presentarse a exámenes internos para adquirir la plaza en propiedad.

Mas como todo llega, llegó el momento y se presentó a los exámenes. (Quiero aclarar de antemano a los ayamontinos más jóvenes que por aquel entonces en Ayamonte se fumaba mucho el tabaco portugués por ser rubio y más barato que el español. Las marcas más corrientes eran: el "Portugués Suave", el "Paris" y el "Tip Top". Existían también unos cigarros muy pequeños y delgados llamado "Provisorios", que eran malísimos y de escaso uso).

Pues bien, el amigo Manolo comparece ante el Tribunal examinador -en el que no estaban ni el Cigala ni el Patro, que son los que el Ayuntamiento utiliza para sus manejos de colar a alguien en particular- y responde a algunas preguntas, hasta que le hacen ésta: ¿cuál es la capital de Francia?. Manolo calla, y ante el silencio y la buena voluntad del tribunal de concederle de una vez por todas la plaza que durante tantos años ocupaba en interinidad, le dá la siguiente pista: vamos a ver, joven, en Ayamonte, de donde usted viene, se fuma un tabaco portugés que tiene el mismo nombre que la capital de Francia.

Y ni corto ni perezoso, el bueno de Manolo Frigolet responde: ah, sí, ya caigo, el nombre de la capital de Francia es Tip Top. Desde entonces se le quedó el apodo.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 17. La histórica nevada de 1954

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 17. La histórica nevada de 1954

Hasta el último momento he dudado si meter este artículo en "Anecdotario" o en "Ayamonte en el recuerdo". Al fin me he decidido contarlo como anécdota, es más, yo diría que la nevada de 1954 es la gran anécdota de nuestra historia moderna, por lo imprevisto, por lo impropio, por la gran sorpresa que supuso para todos. No se ha vuelto a repetir ni creo que se repita, salvo que el anunciado cambio climático diga otra cosa, y para ese momento ya no estaremos aquí para contarlo.

No es Ayamonte lugar donde se den temperaturas bajo cero, que es la primera condición para que nieve, porque con cero grados, como diría un lepero, ni frio ni calor. Tampoco la cuesta de la Villa, que tanto nos cansa subirla, tiene altura suficiente para hablar de altitud propia para las nevadas. ¿Por qué nevó entonces en Ayamonte?. Ni idea, como diría Gila, eso son cosas del tiempo.

Yo voy a contar respecto a la nevada, mi anécdota personal, espero que vosotros contéis la vuestra y así compongamos esa gran anécdota histórica de la que hablaba.

Los galeones, como todos los inviernos, estaban desarmados y atracados en el estero de la Ribera. Y mi padre, como de costumbre, tomándose su vasito de vino en la Cepa. Llegaba a casa sobre las 9 de la noche, pero aquel día le escuchamos toser subiendo la calle Olivo -el Peñón- poco más de las 8. Nos extrañó. Mi madre, mi hermana y yo permanecíamos sentados a la camilla abrigaditos con la copa de tierra. Cuando mi padre entró vimos como la gorra negra que usaba, propia de los marineros, estaba completamente blanca; el reía y nosotros no sabíamos por qué, hasta que por fin explotó y nos dijo: venga,  a la calle, que está nevando.

Era como un sueño ver todo el Peñón blanco, la barda se había confundido con el resto del entorno, y a la mañana siguiente la pedrera aparecía como un gran manto. Las marismas de Santa Gadea - entonces no existía ninguna construcción, salvo las casetas de los astilleros de Irene y Juan del Río, la casa de Paco el Lanchero y la del Salón- era el gran manto blanco de Ayamonte, un manto blanco y enorme que llegaba hasta el rio, y continuando por los campos de Canela, hasta el mar.

Inolvidable, sencillamente. Hoy conservamos una gran fotografía del suceso, que nos presenta la Laguna nevada, lo que le hacia falta a nuestra emblemática plaza para ser más bella todavía.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 17. De cuando Matías Ojeda salvó casualmente la vida de su hermano Paco

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 17. De cuando Matías Ojeda salvó casualmente la vida de su hermano Paco

Las fiestas de las Angustias ya empezaban a dar sus últimos coletazos en el viejo recinto de la Ribera, había crecido mucho, las casetas llegaban hasta el filo de la dársena, donde los ayamontinos nos damos los barrigazos -ya hablaremos de ésto- y estas se orillaban a lo largo de la doca, de tal manera que sus traseras daban a la misma, al borde mismo de la dársena, que por ello se convertía en esas noches en puro y duro meaero, No hacían falta servicios de urinarios, bastaba con salir por detrás de la caseta y a mear.

Así quiso hacerlo una noche de fiesta mi buen amigo Matías Ojeda, el Mati del bar Soledad. Le entró la meaera, salió por detrás y miren por donde, cuando se disponía a sacar la "escopeta nacional" para evacuar la pólvora acumulada en la vejiga, oyó una voz pidiendo socorro, auxilio. El Mati se sobresaltó, lógicamente, y se dispuso a ver de donde venían aquellos gritos sin importarle en aquel momento quien los profería.

Cual no sería su sorpresa cuando pudo comprobar que el desafortunado aspirante a "náufrago" era su hermano Paco, nuestro querido amigo Pacomati como cariñosamente le conocemos, que había resbalado y caído al agua. Las causas del suceso son fácilmente imaginables tratándose de noche festiva. Lo cierto es que gracias a la oportunidad, a la necesidad imperiosda de mear, el Mati pudo evitar que su hermano muriera ahogado. Nos alegramos todos.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 16. De cuando Paco Palmero amenazó con arrojar al aljibe del Instituto Laboral a un profesor.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. 16. De cuando Paco Palmero amenazó con arrojar al aljibe del Instituto Laboral a un profesor.

Aquel don Manuel, el calvo profesor de electricidad del Instituto Laboral tenía las manitas largas. En una ocasión dió una bofetá a Victoriano Aguilera porque éste -dicho sea de paso, mal hecho- hacía burlas a doña Carmen Sigler por la espalda. Resonó con fuerza en todo el taller y hasta la misma profesora de llamó la atención.

En una ocasión, cuando Paco Palmero, el cristalero, cruzaba el patio del Instituto, observó como su hermano Pepe lloraba desconsoladamente. Hemos de aclarar que Paco tiene dos hermanos, el más pequeño es Antonio, maestroescuela en Jerez de la Frontera, y de los tres, el de enmedio, Pepe, que es, por decirlo de alguna manera, la escenificación humana de la bondad, no hace falta añadir más nada. Paco le preguntó a su hermano por la causa de su llanto y este no contestaba en principio, hasta que por fin le dijo: es que don Manuel, el profesor de electricidad, me ha pegado una guantá. Era para Paco y para todos nosotros imposible digerir que Pepe Palmero hubiera dado motivo alguno para recibir, ni aquel castigo ni ninguno.

A esto, pasa por el lugar el dicho profesor. Paco Palmero le preguntó: ¿por qué le has pegado a mi hermano?. El profesor le contestó algo así como que se lo merecía y que si se terciaba le volvía a pegar. Entonces le dijo Paco: si tú vuelves a pegar a mi hermano, te cojo en un puñao y te tiro al  aljibe. El profesor le dijo: no serás capaz tú de eso, a lo que Paco le respondió: si te atreves, lo intenta, y dicho esto se dirigió al aljibe que hay todavía en el lugar, quitó la pesada tapa de hierro que cubre el brocal como elemento de seguridad, la dejó caer al suelo y le dijo: cuando tú quieras.

En ese momento una potente voz se oyó desde el piso de arriba: Palmerooooooo. Era don Ignacio, el jefe de estudios. Y ahí acabó todo porque don Ignacio era un gran amigo de todos nosotros pero sin decaer ni una pizca su autoridad.

Francamente, no sé que hubiera ocurrido si aquel profesor vuelve a agredir a Pepe, pero conociendo al Palmero y el amor desmedido que tiene hacia su hermano...

ANECDOTARIO AYAMONTINO. El guardiña botarate

ANECDOTARIO AYAMONTINO. El guardiña botarate

Antes de nada quiero advertir a mis blogueros que mis conocimientos de la Lengua portuguesa son prácticamente nulos, aunque algo se pega desde el punto de vista fonético, así que el final de este artículo está escrito en "portugués" con esas premisas, pero creo que se entiende.

Me contó en una ocasión mi inolvidable amigo Manolo Feria Sousa, "el Tejaíto", que en tiempos del contrabando de café y tabaco, y aceite y medicinas en la frontera entre Ayamonte y Villarreal -preciosa instantánea que nos regala Internet para ilustrar este artículo- ocurrió lo siguiente:

Se encontraban en una interminable cola en Villarreal el citado Manolo Feria y un amigo suyo de la familia de los Guzmán conocido popularmente por "el Tarugo", hombre rudo en sus maneras -construía barcos en miniatura cuyos palos eran más anchos que la propia embarcación- pero sumamente espabilado e inteligente, hombre de muchos reflejos que dicho sea de paso, vinieron a ser su salvación aquel día.

Visando los bolsos, maletas, etc. se encontraba un guardiña estraordinariamente meticuloso y además, lento. A la vista de ello, desde su sitio en la cola, dijo el tal Tarugo al Tejaíto: a ver hasta cuando nos tiene aquí el botarate este. Cuando llegaron al mostrador del registro, el guardiña, que había oído el comentario, le dijo al Tarugo:

"Vosé va a decir a eu qué es botarate". Y el bueno del Tarugo, haciendo uso de sus envidiables reflejos, le contestó: pues mire usted, señor guardiña, en Ayamonte le decimos botarate a una persona muy inteligente, con cargo de responsabilidad, de gran preparación, como vosé. A lo que el guardiña respondió: "pues eu ten un hermain en Lisboa que es a inda más botarate que eu".

Y ahí terminó la historia de la que salieron airosos los dos amigos gracias al ingenio y los reflejos del Tarugo.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Pepe Cecilia, se perdió en el Rocio

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Pepe Cecilia, se perdió en el Rocio

Tengo que confesar que no soy rociero, bueno, ni rociero ni romero en general, aunque lógicamente me merecen sumo respecto todas aquellas personas que lo sean, no faltaría más.

Por ello, aquel año, como siempre, me acosté sin esperar a ver por la tele el salto de la reja. Dejé puesta la radio por curiosidad y si estaba despierto cuando sucediera comprobar la hora. Me dormí, cosa lógica, y cuando desperté, serían las dos de la madrugada, oí en la cadena Ser lo siguiente:

Estamos todos nerviosos pues la hora del salto se aproxima. Veamos como anda el ambiente por ahí. Conectamos con la casa hermandad de Pilas para que Pepe Cecilia nos informe. Pepe Cecilia toma el micro e informa exahustivamente, aunque al hablar se le notaba algo así como la boca ocupada. Así fue sucediendo en varias conexiones con otras tantas casas hermandad de distintos pueblos, y siempre, sin falta, la puntual información de Pepe Cecilia, puntual y sumamente técnica, como del buen conocedor del oficio que es. Pero he aquí que se aproxima ya la hora esperada y tras unos minutos de publicidad, el locutor del estudio nos dice: ya se acerca de verdad la hora de la verdad, pero no se preocupen que hasta que no entre el Rosario no habrá salto, así que vamos a conectar una vez más con Pepe Cecilia para que desde la cabecera del Rosario nos informe acerca de su situación y del tiempo que calcula para su recogida. Se trató se conectar una y otra vez con Pepe Cecilia, se volvió a la publicidad, se reiteraron los intentos y al final fue imposible. Hemos perdido la conexión por motivos técnicos, dijo el coordinador de la retransmisión.

Pero a mí aquello de motivos técnicos no me convenció y pensé donde estaría mi amigo Godovi en aquellos momentos, pues era evidente que en la cabecera del Rosario no iba a estar. Y miren por donde, como si  de una Transfiguración profana se tratase, se hizo una luz en la habitación y pude ver dos platos abarrotados, uno de jamón y otro de langostinos. Y de tal manera pude comprender en qué consistían los motivos técnicos para que Pepe Cecilia se perdiese en el Rocío.

Un abrazo, Pepe, ¡qué grande eres!. No hay quien pueda contigo, te lo digo yo.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando el "Hueso del Bar Jerez" mandó a sus taxistas a recoger a nadie

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando el "Hueso del Bar Jerez" mandó a sus taxistas a recoger a nadie

El enunciado del artículo puede sonar a kafkiano, pero ya verán como a medida que avancemos nos enteramos bien del asunto. Antes que nada, aclarar que el tal "Hueso del Bar Jerez" era un señor llamado José Pavón Hueso, del que hablamos cuando el artículo de las cuadrillas de campanilleros. Se trataba de un señor muy agonía para los negocios, le daba coraje que los de la competencia también ganaran dinero. Cuando cerró el bar se dedicó al negocio del taxi, y tenía dos, uno conducido por Franco y otro por Manolín, ambos fallecidos y a los que recordamos con mucho cariño.

Una calurosa tarde de verano, desde la oficina donde yo trabajaba llamé al teléfono del desaparecido Círculo Mercantil, habíendo dejado al Hueso durmiendo en un sillón del mencionado casino. El plan era que yo me hacía pasar por un empleado de la aduana entonces existente y demandaba que fuera un taxis a recoger a un matrimonio alemán, cosa incierta, claro. No le dije nada al botones para no involucrarlo. Cuando este cogió el teléfono pregunté si estaba el Hueso y dije que llamaba de la aduana, el muchacho enseguida le llamó y le dijo únicamente que lo llamaban de la aduana,  y el Hueso, agonía entre los agonías, antes de enterarse de lo que querían y para evitar que se enteraran los otros taxistas, mandó a toda prisa a Franco y a Manolín a la aduana a recoger a los presuntos viajeros.

Cuando estos volvieron del muelle avergonzados por el ridículo que habían hecho, el Hueso trató de bronquear al botones, pero este se sabía defender muy bien y le contestó que él sólo le dijo que lo llamaban de la aduana pero no le dijo nada de taxis. Cuando el botones me vio llegar en el apogeo de la cosa me dirigió una mirada cómplice. Y aunque no os lo creáis, el Hueso fue andando hasta la aduana para comprobar si lo habían llamado o no.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Curro el guardia civil se comió un pan para pasarlo por la aduana

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Curro el guardia civil se comió un pan para pasarlo por la aduana

Esta anécdota que os cuento me la cuentan a la vez mi mujer y mi cuñada, hijas de Curro el guardia civil, o sea, mi suegro y sucedió hace muchos años. La cosa fue así:

Eran tiempos de hambre, de estraperlo. Entonces existía en Canela un cuartel de la Guardia Civil , del que afortunadamente aun se conservan las ruinas, donde mi suegro estaba destinado. Una vez a la semana, en un pequeño bote y desde el estero de Canela, salía remando hasta Villarreal para hacer un poco de economato, que es como antes se llamaba a la compra de la semana o del mes. Como guardia civil que era siempre había consideración y desembarcaba sin problemas volviendo con la comida que necesitaba y que en España no se encontraba con motivo de la escasez que sucedió a la guerra civil.

Un día, topó con ese guardiña que alguna vez todos nos hemos encontrato, el meticuloso de turno, el rígido vigilante del orden y la legalidad, o como decimos los ayamontinos, el portugés rabúo, que cuando dice neu es neu. Y no sé por qué, el pan no se podía pasar, así que le dijo que podía pasar todo menos el pan, a lo que Curro contestó que el pan sí lo pasaba. El guardiña insistió en que no y mi suegro en que sí. Entonces Curro se alejó diciéndole al guardiña: te voy a dermostrar que paso el pan. Se sentó en un poyete, sacó el pan de la talega y sin prisas, pero sin pausa, dio buena cuenta de la telera, o sea, que se la jincó por completo. Una vez comido el pan, volvió al embarcadero y cuando estaba ya en el bote, le dijo al guardiña golpeándose la barriga: ¿ves como pasaba el pan?.