ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando el "Hueso del Bar Jerez" mandó a sus taxistas a recoger a nadie
El enunciado del artículo puede sonar a kafkiano, pero ya verán como a medida que avancemos nos enteramos bien del asunto. Antes que nada, aclarar que el tal "Hueso del Bar Jerez" era un señor llamado José Pavón Hueso, del que hablamos cuando el artículo de las cuadrillas de campanilleros. Se trataba de un señor muy agonía para los negocios, le daba coraje que los de la competencia también ganaran dinero. Cuando cerró el bar se dedicó al negocio del taxi, y tenía dos, uno conducido por Franco y otro por Manolín, ambos fallecidos y a los que recordamos con mucho cariño.
Una calurosa tarde de verano, desde la oficina donde yo trabajaba llamé al teléfono del desaparecido Círculo Mercantil, habíendo dejado al Hueso durmiendo en un sillón del mencionado casino. El plan era que yo me hacía pasar por un empleado de la aduana entonces existente y demandaba que fuera un taxis a recoger a un matrimonio alemán, cosa incierta, claro. No le dije nada al botones para no involucrarlo. Cuando este cogió el teléfono pregunté si estaba el Hueso y dije que llamaba de la aduana, el muchacho enseguida le llamó y le dijo únicamente que lo llamaban de la aduana, y el Hueso, agonía entre los agonías, antes de enterarse de lo que querían y para evitar que se enteraran los otros taxistas, mandó a toda prisa a Franco y a Manolín a la aduana a recoger a los presuntos viajeros.
Cuando estos volvieron del muelle avergonzados por el ridículo que habían hecho, el Hueso trató de bronquear al botones, pero este se sabía defender muy bien y le contestó que él sólo le dijo que lo llamaban de la aduana pero no le dijo nada de taxis. Cuando el botones me vio llegar en el apogeo de la cosa me dirigió una mirada cómplice. Y aunque no os lo creáis, el Hueso fue andando hasta la aduana para comprobar si lo habían llamado o no.
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