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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

Anecdotario Ayamontino

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando el Popi insultó a un linier llamándolo Castelo

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando el Popi insultó a un linier llamándolo Castelo

¿Ven ustedes como tengo razón?. Ahora, cuando resulta totalmente correcto utilizar un barbarismo o extranjerismo, como es el caso del fútbol, inventado por los ingleses y siendo asi que los términos de este deporte resultan en la mayoría de los casos intraducibles como ocurre con la propia palabra futbol, ahora, repito, nos entra la rabia patria y al linier le empezamos a llamar árbitro asistente. Pero en fin, a lo que vamos, que tontos de capirucho los hay hasta en el futbol.

Jugaba el Ayamonte un partido en el viejo estadio municipal, aquel bonito e imponente estadio que lo fue para su tiempo y que era motivo de admiración para los clubs que nos visitaban,  y que fuera sustituido por un vulgar bloque de viviendas con el inri añadido de la tomadura de pelo de conservar la llamada puerta de goles que no sé que méritos tendrá, y aquella tarde el linier del lado de preferencia andaba el hombre demasiado desacertado, recibiendo por ello toda clase de  insultos por parte del mal llamado respetable. Ya no se le podían decir más cosas. Claro que ellos, los árbitros y los liniers no echan cuenta y ni siquiera miran a la grada.

En esas circunstancias, mi amigo don José Méndez, el Popi, se dirigió al linier y le dijo: yo no te voy a decir hijoputa, ni cabrón, ni nada de eso, yo sólo te voy a decir...Castelo.

Dicen que cuando terminó el partido y el trio arbitral se retiraba en medio de una monumental bronca a los vestuarios, el tal linier se dirigió a uno de los guardias civiles de servicio y le preguntó: oiga, ¿me puede decir qué significa aquí en el pueblo, Castelo?, porque yo no lo he oído en ninguna parte.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Manolo Perlacia llevó ramas de eucaliptus a Curro el barbero

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Manolo Perlacia llevó ramas de eucaliptus a Curro el barbero

En la calle Calvo Sotelo, hoy Trajano, estaban establecidos con sus respectivos negocios dos buenos cachondos: Manolo Cruz, que aun sigue con su "Todocasa", y enfrente con su panadería el inolvidable y recordado Juan Manuel Rios. Entre los dos la armaban buenas. Por Navidad, por ejemplo, daban el premio de la lotería a una hermandad y la gente iba a cobrar ese mismo día, normalmente la broma iba dirigida a Jesús Castellano, el eterno mayordomo de Ex-combatientes.Tenían la habilidad de no dirigirse a nadie en particular sino que sonsacaban que la víctima se dirigiese a ellos, o captaran la conversación, y lo hacían entablandola  de acera a acera para ser oídos. La anécdota que os cuento es la siguiente:

¿Cómo sigue Curro el Barbero?, pregunta uno. Regular, le contesta el otro, el médico le ha dicho que no le falte eucaliptus, pero no del que se compra en la farmacia y se respira, tiene que ser natural, en ramas traídas del campo. Esta conversación tiene lugar en el preciso momento en que pasa entre ellos el bueno y servicial Manuel Domínguez Perlacias, el padre de nuestro buen amigo el Guape, a la sazón chófer de la familia Feu. Cuando oyó la conversación, ni corto ni perezozo se dirigió al garaje que dicha familia tenía en el Muelle Sur, hoy Avenida de Villarreal de San Antonio, y sacó a la calle el reluciente "De Soto", un coche entonces de lujo. Se dirigió al campo y cargó el coche con varias ramas de eucaliptus y con ellas se presentó en la barbería de Curro el barbero en la calle San Diego, y tirándoselas al suelo le dijo: ahí tiene usted, maestro, que por eucaliptus no quede, que haya alivio.

Omito lo que salió de la boca de Curro por no herir sensibilidades. Pero el bueno de Perlacias no escarmentó y conociéndolo como le conocía estoy seguro que siguió haciendo favores sin importarle si iba a ser tomado en serio o no. Así son las buenas personas.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De como Paco el tallista fue convencido por Jesús Castellanos y Pepe González para que no se marchara de Ayamonte

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De como Paco el tallista fue convencido por Jesús Castellanos y Pepe González para que no se marchara de Ayamonte

La contienda civil española acababa de terminar y una nueva hermandad irrumpía en el contexto de nuestra Semana Santa, la de Ex-combatientes. Vino en llamarse de la Victoria, como todas las que nacieron después de la guerra y fueron fundadas por gentes del bando ganador.

De entre sus fundadores y fieles servidores a lo largo de sus vidas, fueron destacados cofrades mis buenos amigos y admirados Pepe González Feria y Jesús Castellano González, quienes se habían propuesto hacer de la recién creada hermandad una gran cofradía, como el paso de los tiempos así lo demuestra.

El primer proyecto espectacular fue la talla que hoy procesiona con Pasión -fijénse la calidad de la misma que aun se conserva como el primer día, claro que ello se debe también al celo y cuidado de los cofrades, especialmente de los dos citados- que terminaría siendo uno de los buques insignias de nuestra Semana Santa.

Entonces, un carpintero y tallista ayamontino, Francisco Domínguez, conocido siempre como Paco el tallista, dado la escasez de trabajo existente en la ciudad, decidió marcharse, creo que a Barcelona en busca de mejor vida. Y cuentan los que lo saben y yo aquí lo repito, que Pepe González Feria y Jesús Castallano González frenaron aquella decisión y se presentaron en la estación de ferrocarril justo en el momento en que Paco el tallista se marchaba. Lo convencieron para que se quedara y tallara un paso para la cofradía y todo lo demás que con el tiempo viniera. Se quedó. Y el resultado no es otro que las espectaculares tallas que adordan nuestra Semana Santa.

Sólo me queda añadir una curiosidad. El paso en cuestión estaba destinado al misterio del Beso de Judas, pero dada la obra de arte que logró Paco y la que lograra con la imagen Antonio León Ortega, quedó para Jesús de la Pasión.

Puede que algún detalle de lo escrito no corresponda exactamente a la realidad. Si es así, para eso está el blog, para que alguien aclare lo que quiera. Espero que Marisa González, hija de Pepe, redondee la historia.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Enrique el Locero se peló a rape por una buena obra

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Enrique el Locero se peló a rape por una buena obra

Hubo un ayamontino llamado Prudencio Gutiérrez Pallares, cronista de la ciudad en unión de Manolo Feria Sousa, el Tejaíto, que un día soñó con erradicar el asentamiento de las chozas existente en la parte más oriental el barrio del Peñón, al final de la calle Olivo.

Para ello, aprovechando las ondas de la desaparecida Radio Juventud de Ayamonte, montó una campaña a la que llamó con el atractivo nombre de "La Hermandad del Ladrillo". El ladrillo siempre ha sido el símbolo inequívoco de la construcción, y precisamente lo que pretendía don Pruden era no sólo erradicar el chabolismo, sino construir en la meseta del Arrecife un grupo de viviendas para aquellas gentes que vívieron durante muchos años al límite: sin agua corriente, sin alcantarillado, sin luz y soportando las aguas de lluvia que se colaban por entre las chapas de las chozas.

Lo consiguió, a base de constancia y la colaboración general. Pero hubo un momento en aquel largo programa nocturno que destacó sobre todos. Fue cuando un ayamontino llamado Saturnino González Navarro, que regentaba un bar en la calle Capitán Cortés, llamó a la emisora ofreciendo una considerable cantidad de dinero siempre que Enrique Rodríguez, el Locero, se pelara a rape, es decir, al cero. Ni que decir tiene que el gran Enrique el Locero aceptó el reto y así se abrió una puja entre los que querían el pelado y los que nó. Yo creo que en realidad todos lo querían, porque dicho sea de paso, ver una cabeza como la del bueno de Enrique pelada al cero tendría que resultar todo un espectáculo, lo que ocurre es que se pujaba al sí y al nó para que se reuniera más dinero.

Ni que decir tiene que ganó el sí, y en la callejita que va de la calle Real a Cervantes, donde Celedonio Martín Montes etaba establecido como barbero, se vivió un espectáculo inolvidable, la gente pasaba continuamente para ver como los pelos de Enrique el Locero iban cayendo de su cabeza. Enrique era, además de bueno, simpático sobremanera y según me recuerda su hijo Enrique, el Nene, el pelo estuvo expuesto en el escaparate de la tienda donde Enrique vendía la loza y hoy su hijo vende moda, durante mucho tiemnpo, cogido por dentro con un fiso.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando una señora confundió el apellido del padre Gregorio Palomar

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando una señora confundió el apellido del padre Gregorio Palomar

De entre todos los sacerdotes que han sido en nuestra ciudad podemos encontrar de todo, "como en la viña del Señor", nunca mejor dicho. Pero si podemos destacar a uno por su indiscutible bondad, ese sería el padre Gregorio Palomar. Personificación del eterno despistado, daba la impresión de torpeza cuando en realidad nos consta que es uno de los sacerdotes más inteligentes que nos han acompañado.  Si lo que voy a decir ahora suena a normal, antes era un auténtico escándalo: al padre Palomar le gustaba el vino, concretamente el vino tinto, y el hombre se tomaba las copas que le apetecía. Repito que en aquellos tiempos resultaba escandaloso que un cura bebiera; hoy los vemos en las discotecas tomándose un cubata y resulta normal. Cosa de los tiempos.

Bueno, a lo que íbamos. Había en el tiempo de que hablamos una marca de vino tinto muy conocida, la marca "Ardau", y como estamos en Andalucía, el mote salta enseguida, y al bueno del padre Palomar terminamos diciéndole padre Ardau. Pues bien, un día una señora de las de iglesia diaria lo paró en la calle Real y le dijo: mire usted, padre Ardau, quisiera hacerle una consulta, porque verá usted, padre Ardau..., en esto fue interrumpida por el sacerdote que le dijo: mire usted, señora, todo el mundo sabe que yo bebo vino tinto, pero yo no soy el padre Ardau, yo soy el padre Palomar.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De como un colegial confundió al fundador de Falange con un boticario ayamontino

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De como un colegial  confundió al fundador de Falange con un boticario ayamontino

Aclaremos algunas cosas antes de entrar en el tema en cuestión. Esta anécdota bien pudiera parecer un chiste, no lo niego, pero así me lo contó, como anécdota, el inolvidable Manuel Feria Sousa, "el Tejaíto", y así lo cuento.

Por otro lado, identificamos a los personajes. Antes de mis amigos Manolo y Angel, antes incluso que Antonio Machado, la farmacia de la calle Real, entonces también botica, estuvo regentada por un tal José Antonio. Este señor tenía una hija bien entrada en soltería que ennovió con un ayamontino bien entrado en soltería también llamado Casimiro, pero conocido por Casimirito porque era hombre de poca chicha. Aquel noviazgo terminó en casorio y en matrimonio ejemplar.

Se cuenta que en una escuela ayamontina de mediados el pasado siglo, un maestro de escuela que impartía clase de Historia, una de esas asignaturas que la moderna progresía entiende que no sirve para nada, preguntó a sus alumnos acerca de la persona de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange Española:

A ver, niños, ¿quien puede decirme quien es José Antonio?. Sin solución de continuidad un niño levantó la mano. Entonces el profesor le dijo:

Bien, pues dile a tus compañeros quien es José Antonio. Y el alumno en cuestión, sin dudarlo un momento, contestó:

José Antonio es un señor que tiene una botica en la calle Real y su hija se ha casado con Casimirito.

Vamos a ilustrar este artículo con un estupendo grabado de una farmacia medieval, ya que de la farmacia en cuestión no tenemos foto alguna y la actual no viene a cuento con lo narrado.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De como el alcalde Narcisco Martín Navarro consiguió la construcción de la estación de Renfe

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De como el alcalde Narcisco Martín Navarro consiguió la construcción de la estación de Renfe

Allá mediados el pasado siglo, la Renfe funcionaba de regular para mal, escacez de infraestructuras, monopolio con personal autoritario, déspotas, falta de sanidad en los vagones y en las estaciones, en fin, falta de recursos económicos.

Las estaciones españolas de los pueblos solían  ser todas iguales, de ladrillo rojo, feísimas y ajenas a toda funcionalidad. La Renfe, bien porque no podía, bien porque funcionaba como le daba la gana, que para eso era un monopolio, no se gastaba un duro en equipamientos.

Pero el que fuera alcalde de Ayamonte, Narcisco Martín Navarro, se empeñó en que la Renfe construyera una nueva estación para la ciudad, distinta a todas las demás, más moderna y funcional. Y lo consiguió. Para celebrarlo organizó una comida en el desaparecido Círculo Mercantil, era comida sólo para hombres. A ella asistían, como no podía ser de otra manera, las fuerzas vivas de la ciudad, entre ellas, el párroco de las Angustias, a la sazón el padre Fernando Larraínzar Celayeta. En un momento de la comida, el sacerdote preguntó al alcade cómo se las habías arreglado para conseguir la estación, y Narcisco Martin , con su conocido gracejo, contó esta historia que hoy pasa a formar parte de este anecdotario:

Fui a Madrid -empezó diciendo- para conseguir la estación, pero el director general no me recibía, era imposible. Hice mis averiguaciones para encontrar un punto débil y me enteré que la secretaria -un cardo borriquero, callo que no había por donde mirarla- era su ojito derecho. Así que, padre Fernando -concluyó el alcalde- como Ayamonte es siempre mi prioridad, haciendo tripas de corazón, me estuve acostando con aquel callo durante una semana. Y el resultado es evidente: ahí está la nueva estación.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Trini el Largo le deshizo a su padre un librito de papel de fumar

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando Trini el Largo le deshizo a su padre un librito de papel de fumar

Corrían años de necesidad, las familias se reunían alrededor de una camilla al calor de una copa de cisco o tierra en invierno y a tomar el fresco por las noches a las puertas de las casas en verano.  En muchas casas, como en la mía, ni siquiera un aparato de radio para distraerse, que lo tuvimos ya bien tarde.

En este contexto histórico y social,  una noche en mi casa de la calle Olivo, la del "Guaperas del Peñón", mis padres mantenían larga conversación alrededor de la mesa camilla, mientras yo, que a la sazón andaría por el año y medio andaba por allí distraído. Como era muy charlatán ya desde edad precoz mis padres no echaron a ver que yo repetía una y otra vez la palabra "oto", es decir, otro. Así continuamente ellos oían oto, oto, oto, oto.

Pasado el tiempo y terminada la conversación, uno de los dos dijo: ¿qué querrar decir el niño con tantas veces oto oto?. Lo pudieron comprobar bien pronto.

El dichoso niño, mientras sus padres hablaban, había cogido el librito de papel de fumar del padre que estaba encima de la camilla, y tirando sucesivamente de las hojitas de papel pués las iba contando, así lo de oto, oto, oto. Ni que decir tiene que cuando Manuel Rumardo vino a caer en la cuenta al librito no le quedaba ni una sola hoja.

Es verdad que hay muchas anécdotas que contar, pero joder, no quería dejar de contar una mía. Espero me comprendáis.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando mi primo Manolo el Cepa, de forma inconsciente, mató a todos sus pájaros

ANECDOTARIO AYAMONTINO. De cuando mi primo Manolo el Cepa, de forma inconsciente, mató a todos sus pájaros

Corrían los años sesenta del pasado siglo cuando un nutrido grupo de amigos, después de "pelar la pava", nos veíamos en el bar la Cepa, regentado por mi primo Manolo, en el que permanecíamos hasta altas horas de la noche dándole al aguardiente. Teníamos la costumbre de dar bromas y bastante pesadas al Cepa, que aguantaba con estoicismo pues a la hora de la verdad lo que más contaba para él era "el cajón".

He dicho que le dábamos toda clase de bromas pesadas, menos una: con sus pájaros no aguataba ni mijita. "Pégame a mí, pero no me toques un pájaro", decìa repetitivamente. Aunque el Cepe las cojía bien cojías, aun con la gran tajá nunca se iba a casa sin  arreglar sus pájaros, los tenía alimentados y limpios como los chorros del oro.

Una de aquellas noches, sorpresivamente, vimos como el Cepa se daba de bofetadas con sus dos manos en ambas mejillas, fuertes, sonoras, al tiempo que gritaba diciendo: "yo, yo, yo, he sido yo, no ha sido nadie, he sido yo, yo, yo, criminal yo, criminal". Hubo que aguantarlo y poco menos que reducirlo. Pasados unos minutos y ya sereno, aunque dolorido, nos explicó lo que había ocurrido.

Resulta que los pájaros estaban en periodo de muda. No sé por qué, pero siempre he visto que cuando están en esa situación se cubre las jaulas con un paño oscuro para evitar que los pájaros reciban la luz. Aquel día el Cepa había observado que las cañas de las jaulas estaban llenas de pequeños insectos, como mosquitos diminutos, y ni corto ni perezoso, celoso por el bienestar de sus pájaros, fumigó intensamente todas las jaulas...y las tapó. Ya se pueden ustedes hacer una idea de lo que pasó. Aunque el insecticida en principio no era nocivo para los pájaros, se convirtió en veneno, pues al quedar las jaulas tapadas y no correr el aire ni entrar oxígeno de manera regular, terminaron afixiados o envenenados, o las dos cosas.

De vez en cuando se lo recuerdo y aun se siente dolido. Si ven a Santiago Puga pregúntenle de mi parte y verán que buena imitación hace del Cepa "castigándose por su delito".

ANECDOTARIO AYAMONTINO. El inusitado y curioso intento de suicidio de Pedro Corrientes

ANECDOTARIO AYAMONTINO. El inusitado y curioso intento de suicidio de Pedro Corrientes

En primer lugar, situemos al personaje. Pedro Corrientes era un camarero ayamontino que durante gran parte del pasado siglo prestó sus servicios, por cierto, con mucha eficacia, en el entonces famoso y muy visitado Bar La Peña, lugar hoy ocupado por el amigo Angel Guerrero con una tienda de tejidos.

Es abuelo de nuestro buen amigo Toni, el eficiente mancebo de la farmacia de Angel Rodríguez, de la calle Zufre, aunque a él le gusta más que se le diga auxiliar de farmacia o algo así, pero para mí la palabra mancebo es más gráfica, más expresiva y clásica.

Un dia en que el bueno de Pedro Corrientes circulaba en bicicleta camino de San Silvestre de Guzmán, lugar donde por aquel entonces ´vivía, y posiblemente, a tenor de lo sucedido, en posesión de una de sus famosas "tajás",  decidió, poco antes de llegar a Villablanca y a la altura del denominado Puente de Pedrazas, el viejo, que con buen criterio se ha conservado para el recuerdo, quitarse la vida, para lo cual escribió en una tablilla la escritura que luego diré, y aunque el río iba seco y el puente era de escasa altura, allá fue con su tajá y su tablilla al cuello de cabeza, de costado o de culo al seco rio.  Cuando lo encontraron estaba bien magullado, aunque vivo.

La dicha tablilla, y este detalle adorna aquel curioso intento de suicidio y sin lo cual no tendría gracia ni sería motivo de anécdota, ´llevaba escrita la siguiente inscripción: "ASÍ MUEREN LOS VALIENTES, COMO PEDRO CORRIENTES". Y más abajo también se podía leer: "LA BICICLETA DEVOLVÉRSELA AL CHICO QUE ES ALQUILÁ".

Espero y deseo que a mi buena amiga María Corrientes y a su hijo Antonio les haya gustado este relato en memoria del bueno de Pedro. Y también a mi amiga "Arajumago", fiel visitadora de este blog.

ANECDOTARIO AYAMONTINO. Nuevo apartado

ANECDOTARIO AYAMONTINO. Nuevo apartado

Creo que la anécdota, vocablo perteneciente a la familia de la leyenda o el romance, bien merece un apartado en nuestro blog. Podemos contar muchas anécdotas vividas por nuestros paisanos más conocidos, especialmente los desaparecidos que nos legaron sus excentricidades en forma de anécdotas que terminaron quedando en el recuerdo de muchos.

Como quiera que contar una anécdota es muy parecido a narrar una leyenda o un romance de gesta, hemos decidido ilustrar este nuevo apartado de forma genérica, con una bella estampa de un ciego de la Edad Media pregonando sus historias en la plaza de un pueblo cualquier.

Entendemos como leyenda la relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos; por su parte, el romance de gesta es el popular en que se referían hechos de personajes históricos, legendarios o tradicionales. Ambos, la leyenda y el romance de gesta, los podemos poner en sintonía con la anécdota, como relato breve de un hecho curioso que se hace como ilustración, ejemplo o entretenimiento.

Espero disfruten con las anécdotas que referiremos. La primera saldrá dentro de unas horas. Os espero a todos.