ANECDOTARIO AYAMONTINO. 21. La frustrada pesca del señor Visera
El señor Visera era un pintor de brocha gorda ayamontino, pero al mismo tiempo un exlcelente rotulista o rotulador, eran tiempos en que aun no existían los anuncios luminosos y los comercios y las industrias se anunciaban con rótulos pintados en sus fachadas. Para eso, no habia nadie como Visera. Casi todos los auncios del desaparecido campo de fútbol -del que para tomarnos el pelo dejaron la puerta de goles, que creo la van a proponer como patrimonio de la Humanidad- eran obra del señor Visera, además de todos los del centro comercial.
Era hombre extraordinariamente paciente, de una flema a prueba de bombas, ni siquiera la británica podía hacerle sombra. Ver a Visera sofocado era prácticamente imposible. Y prueba de esa inusitada paciencia, es esta anécdota, y otra más que contaremos más adelante:
Una tarde, el señor Visera se dispuso a echar un rato pescando en el Guadiana con su aparejo, se situó frente a la gasolinera de Ricardito, es decir, frente al Chispito, junto a un oray, de esos que sirven para amarrar los barcos al muelle. Llevaba perfectamente ordenadas todas las cosas: su silla, su canasto, los trapos, los anzuelos y plomadas de repuestos, la carná, en fin, todo. Cuando tuvo preparado el primer lance, se confundió, y en vez de amarrar el cabo del aparejo al oray, lo hizo a la silla en la que iba a sentarse y al canasto con los enseres. Cuando lanzó el aparejo, como era de esperar, salieron volando con él, la silla, el canasto y todo lo demás. Cualquiera hubiera echado el bofe por la boca, maldecido, blasfemado, incluso; pero la flema de Visera hizo acto de presencia, y sacudiéndose las manos, se limitó a decir: por hoy hemos terminado de pescar.
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