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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

Ayamontinos Inolvidables

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Francisco Palmero González

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Francisco Palmero González

 No me enteré de su fallecimiento hasta pasado bastante tiempo. La razón es bien sencilla: mis hijas nio quisieron decírmelo porque sabían la gran amistad que nos unía y yo me encontraba ingresado en una UCI también al borde de la muerte.

Se nos ha marchado un personaje altamente carismática. Tenía un gran corazón, era un artista integral, hasta el punto de que sus respectivos talleres de carpintería y cristalería más que talleres parecían museos. Ha dejado inacabada una gran obra: el barco en miniatura, toda una obra de arte, pero sobre todo nos ha dejado un poco huérfanos a todos sus amigos.

Paco Palmero tenía un corazón de oro y un espíritu infantil innnegables. Su época como alumno del viejo Instituto Laboral la traía a colación cualquiera que fuese el tema de conversación.

No le importaba parar su trabajo con tal de mantener una conversación, le encantaba conversar, relacionarse con sus viejos amigos.

Amigo Palmero, ¿te acuerdas de ésto?: "El del guioooón. Ya voooy". Nosotros, tus amigos de siempre no olvidaremos nunca esos momentos cuando eras el portador del guión de la centuria de los flechas del Frente de Juventudes.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José María Franco.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José María Franco.

Empiezo pidiendo disculpas a Huelva, su cuna, y a Aracena, su pueblo. Pero ello no opsta a que considere a José María Franco como un ayamontino de pro, enamorado de este pueblo, al que siempre regresaba y al que quiso, yo diría, hasta con pasión.

Le conocí cuando era policía, en aquellos años de frontera, de anécdotas interminables cerca del bueno de Campito,al que quería con denuedo y con cuyas aventuras disfrutaba de lo lindo. Trini, me decía cuando venía por Ayamonte, cuéntame algo nuevo como de aquellos viejos tiempos.

A José María siempre le recordamos como poli, pero él se sentía por encima de todo, pintor, artista pleno. No tenemos que hacer mucho esfuerzo para comprobarlo viendo su herencia a través de los monumentos que su hijo Germán ha repartido en nuestro paisaje urbano.

Pero José María era sobre todo, bondad, sencillez, amigo de todos. Nacido en Huelva, Aracena fue su pueblo, pero Ayamonte siempre estuvo en su corazón. Ayamontino inolvidable, en suma.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manolo Cruz.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manolo Cruz.

Cuando en el seno de las Fuerzas Armadas se celebra un funeral cuyo protagonista es un militar de alta graduación, un general por ejemplo, en la semblanza que se lee del difunto se suele enfatizar un término que en la vida castrense lo dice todo: fue un gran soldado.

En estos días en que lloramos la pérdida de uno de los ayamontinos más nobles y generosos que ha dado nuestra ciudad, todos coincidimos en utilizar un término que lo dice todo: buena persona.

Manolo Cruz era bueno por naturaleza, servicial de vocación, generoso por oficio, desprendido por obsesión. Yo lo conocí a principio de los años sesenta cuando me ofreció trabajar con él en el desaparecido Despacho Central de la Renfe, y desde entonces pude comprobar cómo era portador de todas esas virtudes.

A veces decimos que alguien es tan bueno que parece tonto. Si ello fuera así, Manolo Cruz sería el tonto de todos los circos del mundo. Me perdería contanto aquí la cantidad de faenas que le hicieron muchos de aquellos a los que tenía por amigos, pero como a él no le gustaría, me lo ahorro.

Para terminar, voy a exponer un pensamiento muy personal aun a sabiendas que soy exagerado: Manolo Cruz era para mí un Padre Ángel, un mensajero de la paz, del amor, de la solidaridad.

Se me olvidaba decir que su nombre completo era Manuel Vicente de laC ruz Gutiérez.

Descanse en paz.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Josefa López Mestre, Pepa la del Cepa.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Josefa López Mestre, Pepa la del Cepa.

Ayer despedimos a una ayamontina ejemplar, Josefa López Mestre, o sea, a nuestra querida paisana Pepa, la mujer del Cepa, que era como la identificábamos con más facilidad.

Mi parentesco con ella llegó por la vía de la afinidad, era la esposa de mi primo Manolo Arenas, Manolo el Cepa.

Yo no quiero entrar en estos momentos en ninguna discusión baladí sobre el feminismo, la condición y derechos de la mujer. Porque llegado un caso como el de Pepa López Mestre, todos esos elementos estructurales de teorías antiguas y nuevas se vienen abajo por el propio peso de la personalidad de alguien, que como Pepa, no consideró otros pilares en su vida que los que le brindaban su esposo, sus hijas y el trabajo diario y sacrificado.

Pepa supo compaginar con la mayor naturalidad, las tareas de esposa, de madre de una saga numerosa. Y encima le quedó tiempo para, entre máquina de coser y sartenes del bar, sacar adelante un negocio que conllevaba mucho sacrificio, muchas horas de trabajo, pero que era la forma de tirar para adelante toda la familia.

Mujer sumamente amable, de permanente y sincera sonrisa, fue también icono y ejemplo a seguir de nuestro Carnaval, que era para ella cita obligada: el entierro de la sardina no sería lo que es sin la contribución de "Manolo el Cepa y Pepa la mujer del Cepa".

Ahora solo le resta esperar a su esposo para, juntos de nuevo, vivir esa alegría sin límites que dicen espera a las buenas personas. En todo caso, Pepa López Mestre, Pepa la del Cepa, figura ya en la lista que hace tiempo abrió este blog, la de Ayamontinos Inolvidables.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Antoñita Giráldez, el nardo cercenado.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Antoñita Giráldez, el nardo cercenado.

"Parece que va a caerse...

A Rodríguez Buzón le parecía que Padre Jesús podía caerse pero.... no se podía caer.

Parece que va a troncharse, pero no se puede tronchar. Habría que cercenarlo para acabar con él.

Parece que va a troncharse, ese nardo, paradigma de elegancia y humildad que fue la ayamontina Antoñita Giráldez.

Parece que va a troncharse, pensábamos al  verla pasar junto a nosotros cuando, como nadie, vestía de mantilla y peineta por las Angustias o en Semana Santa. La veíamos como vemos esos jarrones de cristal fino, que siempre creemos que terminarán hecho añicos por un simple soplo.

Aparentemente frágil, Atoñita Giráldez -nunca me cansaré de ensalzar su sencilla elegancia, en el vestir, en el estar, en el comportarse, en la manifestación cotidiana de su propia vida- era como ese guayacán de apariencia suave, de colores claros, pero de interior fuerte, resistente, incansable en cualquier cometido que afrontaba. Un nardo inquebrantable, cercenado al final de una lucha silenciosa pero titánica contra esa enfermedad de la que se dice, cual efecto placebo, que ya está controlada, pero que la evidencia de su inmisericorde guadaña nos dice todo lo contrario.

No he visto a nadie trabajar tan en silencio y a la vez con tanto denuedo, como la veía en íntimas tardes de 8 de septiembre enfrascada en el exorno del paso de la Virgen de las Angustias, para unas horas más tardes pasear sin la menor presunción su mantilla, su peineta... su vida misma entregada desde el silencio, la compostura y la humildad a su Patrona.

El cáncer no pudo tronchar ese nardo. Pero terminó cercenándolo. Es su estilo. Maldito sea por siempre, y benditas todas las mujeres que le hicieron frente hasta el último suspiro. Descanse en paz Antoñita Giráldez y permanezca siempre en nuestro recuerdo como ayamontina inolvidable.


AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Luciano Martín, "Lucianito Canutillo".

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Luciano Martín, "Lucianito Canutillo".

 No sé si alguna vez en su vida sintió el viento de barlovento acariando su rostro, mas en sotavento recibió todos los malos habidos y por haber. Luciano vivió acompañado siempre de la desgracia. Su retraso mental, su malformación física fueron moneda de doble filo: por un lado, despertaba ternura y cariño, y por otro era tierra abonada para la burla, y yo diría que incluso el maltrato disfrazado de falso paternalismo por muchos que pregonaban ser sus amigos y protectores, pero que puntualmente le servían el vaso de vino necesario para que Lucianito les hiciera reir con sus gracias, con su especial habla.En estos casos suele actualizarse de manera contundente el Evangelio: "quien esté libre de pecado...".

Llegó un momento en que todo cambió para Lucianito: cuando entró a formar parte de la vida de Aprosca. Fue entonces tratado con la dignidad que merecía, se le veía caminar ufano a la cabeza de sus compañeros de internado, alegre, simpático, y también formal, entregado a su nueva vida.

Supongo que serían por razones de edad o no sé si de alguna otra circunstancia que tuvo que abandor Aprosca y marchar fuera de su tierra, a otros acogimientos. En uno de ellos ha fallecido estos días pasados, y nos ha dejado a todos con ese sabor a cierto remordimiento que suele presentarse en casos como estos.

Luciano Martín, Lucianito "Canutillo", se ha desembarazado por fin de todos los males que le acompañaron durante su larga vida. Si es cierto que muchos últimos serán de los primeros, allá estará en puestos de preferencia.

Descanse en paz y que nos perdone a todos por no haber sido con él tan buenos como lo fuera él con nosotros.

 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José Gómez Canto, "Furia".

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José Gómez Canto, "Furia".

Hasta el mismo momento en que él mismo se autoapodó como "Furia", siempre fue conocido po su apodo familiar: "el Podrío". Recuerdo mucho a su hermano Román, una verdadera figura en el juego del dominó.

Dos oficios penosos presidieron la vida del recordado "Furia": jeringuero con Rogelio y Esperanza, y marinero.

La vida de Pepe el "Furia" estuvo siempre empañada por su afición al alcohol, siendo así que encontrarlo sobrio era poco menos que un milagro. Sin embargo, me aseguran marineros ayamontinos que trabajaron con él en la mar que mientras estaba embarcado ni lo probaba, y que era un excelente marinero.

Excelente marinero y mejor persona, no tenía nada suyo, siempre andaba cargado de chucherías y juguetes para regalarlo a los críos que se acercaban a él. Era amigo de todo el mundo, además, éramos "primos", pues así solía llamarnos a todos.

Muy inteligente y habilidoso, aun en estado de gran embriaguez ningún tabernero fue capaz de enredarlo con la cuenta.

"El Furia", apodo que como decía él mismo se puso en recuerdo a una serie televisiba en la que el protagonista principal era un hermoso caballo negro llamado precisamente Furia. El amigo "Podrío" disfrutaba relinchando para imitar al caballo. Fue, en definitiva, un personaje irrepetible, muy querido y de gran nobleza. 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES: Francisco Blas Brito, "Curro el de la Villa".

AYAMONTINOS INOLVIDABLES: Francisco Blas Brito, "Curro el de la Villa".

Puede parecer casualidad, pero a veces la vida nos ofrece coincidencias en la vida de las personas que nos llaman la atención. Mediados los cincuenta del pasado siglo tuve el honor de compartir estudios de Bachillerato, y amistad, con un cunero ejemplar procedente de El Granado, donde acabaron sus días jóvenes siendo alcalde de los suyos. Manolito Márquez -Manuel Márquez Blas- permanece en nuestro recuerdo tal que icono irrepetible.

Pero la Historia, que tantas veces se repite, nos lo recuerda hoy a través de otro granaino ilustre y pariente: Francisco Blas Brito, inmortalizado ya en el corazón de los ayamontinos como "Curro el de la Villa". Hijo por necesidad de la misma madre, la gran Casa Cuna, Curro se hizo villorro desde el primer momento en que empezó a oler los aires y pisar las piedras de un barrio que se convirtió en su obsesión.

Yo siempre he mantenido que la Villa es como un mito, como una leyenda. Impasible, indolente, callada y quieta, no aparecía en nuestras vidas en movimiento más que durante un par de días de verano y una madrugada en Semana Santa.

Pero un día, qué gran día fue aquél, Curro transformó el mito en realidad y la leyenda en historia, en vida rica y enriquecedora. Y rodeado de jóvenes del barrio fundó la Asociación Juvenil el Solá. Curro se multiplicó en infinidad de ocasiones para dar a su barrio de adopción la vida que la decidia había consumido. Hoy, la Asociación Juvenil el Solá es un ejemplo a seguir, una hija de Curro el de la Villa, a la que otros villorros mantienen viva, como él siempre quiso.

Ha muerto Curro en dolor- y digo bien, en dolor- de multitud; se hizo querer y admirar, razón por la cual también tuvo sus detractores, que así son las incongruencias de la vida. Y ahora que ya no puedo pedirle nada, que ya no me pueda dar nada, confieso que le quise tanto como me consta que él, en sus silencios de cal y luz, me quería. Fue un cariño casi platónico, nos veíamos y era suficiente para saber que la química no es sólo una ciencia, sino también un sentimiento.

Nos ha dejado, joven y con  grandes sufrimientos, un cunero ejemplar, un granaino ejemplar, un ayamontino ejemplar, un villorro ejemplar, un amigo ejemplar, un esposo ejemplar, un padre ejemplar.

Nos ha dejado Francisco Blas Brito, "Curro el de la Villa",el amigo de todos los que quisieron compartir ese inmenso don. Será por siempre un ayamontino inolvidable.

Y como no podía ser menos, desde Mojarrafina le reitero a María Dolores, su esposa, todo mi pesar y todo mi cariño.

La foto de Curro que ilustra este artículo me la ha cedido el amigo "Tapi", me dijo que corresponde al acto de la inauguración de su calle, la que con toda justicia lleva su nombre. Su cara de felicidad habla por sí sola. Descanse en paz.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Pepe Rasco.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Pepe Rasco.

Fue víctima en un periodo histórico de España en el que la condición social era motivo suficiente para ser poco menos que despreciado, si nó perseguido. Pepe Rasco encontró refugio allí donde el amor y la fraternidad no tienen en cuenta esas ridículas consideraciones, y fue la devoción mariana escenificada en la Medalla Milagrosa, de la que fue uno de sus primeros y fundadores congregantes, y su hermandad del Mayor Dolor, donde pudo realizar todos sus nobles sentimientos y a cambio ser querido por todos, donde encontró el refugio deseado.

Folklórico frustrado, a él no le importaba, y de vez en cuando nos dedicaba momentos de coplas en cualquir bar o simplemente en un banco de la Avenida en noches de verano al socaire del terreño.

Trabajador incansable, muchas veces me quedé extasiado viendo con qué virilidad -él, que siempre llevó la contraseña de mariquita- transportaba carretillas hasta los topes de sardinas o caballas en la fábrica de Concepción.

Según me enteré, no fueron buenos sus últimos días en la Residencia de Ancianos, seguramente por problemas de adaptación, y nos dejó sus recuerdos de excelente persona, su sentido del humor, sus "prontos" cuando eran menester y sobre todo, esa batalla ganada a la intolerancia más repugnante.

Un día me preguntó "qué era eso de gay". Yo le respondí: una especie de maricón que se han inventada  los americanos; yo te prefiero a ti como has sido toda tu vida, un estupendo "mariquita azuca". Rió a pleno pulmón y se quedó tan campante.

Descanse en paz y en nuestro recuerdo.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Prudencio Frigolet González.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Prudencio Frigolet González.

Antier –ante here- Ayamonte dijo adiós a un buen hijo suyo: Prudencio Frigolet González. Con su fallecimiento desparece el último de los tres hermanos, primero fue Ramiro y después Carlos, a cual mejor persona.

Prudencio era el parsimonioso.Y no porque ya en su avanzada edad le pesaran las piernas o su corazón no admitiera más esfuerzos, él era parsimonioso per se, o como diríamos los ayamontinos: lo llevaba “en la masa de la sangre”.

Cuando llegaba el día de la bajada de la Virgen de las Angustias de su camarín, siempre era el primer en subir al presbiterio para recogerla a pie de escalinatas. Pero ni por eso se daba prisas o corría, calculaba el tiempo perfectamente y siempre estaba en el lugar oportuno en el tiempo oportuno. Portar a su Patrona era para él una obsesión.

Prudencio era lo que se dice una buenísima persona, no se le concía doblez alguna, que yo sepa no se le conocían enemigos, más al contrario, era amigo de todos. Respetuoso en suma, cuando con algo no estaba conforme lo decía en voz baja, como para no molestar.

Su último acto en la tierra lo llevó a cabo ante la otra gran devoción de su vida: La Virgen de la Soledad.

Dice el refrán que a quien Dios no da hijos el demonio da sobrinos. En este caso el refrán se tuerce, porque a Prudencio Dios le dio unos estupendos sobrinos. En todo caso, de este ayamontino que ya será inolvidable, por su amor a Ayamonte y a sus cosas, podrá decirse como de aquel rey español cuyo epitafio reza que “murió sin hijos, pero con numerosa prole de virtudes patrias”.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Los Fieles Difuntos.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Los Fieles Difuntos.

Ayer fue el día de todos, sin distinción de género, clase, edad, nacionalidad, posición económica, ideología. Algunos han calificado ese mundo esotérico y a la vez real, como el mundo de la verdad. Y es cierto. En ese mundo, en el de los difuntos, de más está mentir ni tratar de colarse en una fila, ya todo está cumplido y sólo nos queda aguardar el juicio. Yo creo que ese juicio será un paripé, porque Dios, en su infinita misericordia, nos va a perdonar a todos. Posiblemente en lo único que se distingan las sentencias será en la calidad del premio, pero al final de todo, todos seremos abrazados por esa misericordia.

Ayer fue el día de los Fieles Difuntos. El día anterior había sido el de los Santos. Qué duda cabe que entre los difuntos hay una gran cantidad de santos, lo que ocurre es que sus vidas no han sido relevantes en la sociedad que escrudiña, no han pasado por los papeles de la Iglesia, no han hecho milagros aparentes. A mí me choca enormemente tener que admitir que para que una persona sea considerada santa por la Iglesia tenga que acreditar milagros. ¿Es que la Iglesia ha olvidado la epístola más contundente de San Pablo?: si no tengo amor, nada soy. O sea, ni siquiera santo del papeleo. Porque el amor es el verdadero milagro, el que salva, el que redime. Y en los cementerios hay mucha gente que ha amado mucho, incluso ha muerto por amor. ¿Acaso no es eso un milagro?.

Ayer fue un día especial porque Dios quiso que de la manifestación de su misericordia fuese testigo quien más sabe de ella: la Virgen. Creo que fue un acierto el acuerdo de la hermandad de la Soledad llevarla al cementerio. Fue una misa distinta a la de otros años. Ella añadió al acto, siempre de recogimiento, una serenidad especial, la que brota de su incomparable rostro, al que Castillo Lastrucci impregnó la templanza, el recuerdo contenido, la misericordia que todos necesitamos y que nuestros Fieles Difuntos ya han alcanzado.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Alonso Reyes Garrido.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Alonso Reyes Garrido.

Morir en plena jubilación viene a ser algo parecido a morir en plena niñez. En uno y otro caso no puedes disfrutar de la vida, ni la que empieza ni la que acaba. Al niño le falta la vida entera, al jubilado la que se ha ganado con todo merecimiento después de un largo peregrinar por el mundo del trabajo.

Esta mañana me entero del fallecimiento de un ayamontino ejemplar:  Alonso Reyes Garrido. Lo supe cuando, viéndola tan enlutada, le pregunté a Anita, su esposa y hoy su viuda. No sabía nada, cuando falleció yo estaba en San Juan de Aznalfarache, en mi casa, y desde allí es difícil enterarse a no ser que alguien expresamente te lo comunique.

Me unía con Alonso una buena y sincera amistad, desde la Escuela de los Marinos pasando por el Instituto Laboral, amén de haber formado familia con otra a la que me une lazos profundos de cariño: la del inolvidable y por mí muy querido Manolo Chatarra. Calle Olivo, calle Tarpeya: todo una vida. La madre de Anita me amamantó porque a mi madre le faltó la leche y ella la tenía en abundancia cuando criaba a mi “hermano de leche”, Manolo.

A Alonso y a mí nos unió también la mar a través de nuestros padres. Alonso Reyes Garrido, hombre de manos sucias de grasas de motores marinos y fluviales las tenía blancas de bondad y honradez. Esposo y padre ejemplar, amabilidad andante, y buena persona donde las hubiere.

Hoy nos queda el consuelo de que siempre será para todos los que le conocimos y tratamos, un ayamontino inolvidable.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Ortiz el de "lacordeón".

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Ortiz el de "lacordeón".

Afortunadamente los tiempos pasados no siempre fueron mejores, y hoy podemos decir con absoluta seguridad que el accceso a la Música es infinitamente mejor que antaño.

Cierto que Ayamonte siempre fue tierra de artistas musicales en sus distintas variedades: buenos vocalistas, buenos guitarristas, buenos cantantes corales, buenas coplistas, etc.

Y miren por donde, en momentos de tanta escasez, contábamos con dos maestros del acordeón: Horacio –que en realidad se llamaba Manuel- y Ortiz: Ortiz el de “lacordeón”. Era el bueno de Ortiz un personaje irregular, buenísima persona, excelente profesional. Pero ya sabemos de qué pie cojeaba. Tierno y trolista encantador, nos cautivaba con sus habituales embustes ausentes de maldad, de mala intención. Tenía una gracia natural que nunca le abandonó.

Pero toda su vida, toda su imagen, no sería nada separadas de su acordeón. El acordeón de Ortiz era sumamente recurrente: cuando no tenía trabajo se pertrechaba y allá que se iba a un bar a tocarla a cambio de unas propinas o una degustación gratuita. Su hijo Antonio, tan buena persona como su padre y buen amigo, heredó el gusto de su padre por la música, pero se inclinó más por la guitarra.

Como artista que era tenía que dejar huella, y ahí tenemos al Dani Franco dando por saco con sus pinceles, a mí me gusta como pinta este medio ayamontino-coriano que lo mismo huele a sardinas asás que a arbures en adobo de las orillas del Guadalquivir.

Ortiz el de “lacordeón” queda en en nuestro recuerdo, como todos, con sus virtudes y sus defectos, y con su fatal destino. No sé si fue así realmente, pero me contaron que un día, como tenía por costumbre, pidió un cupón de fiado. Le tocó, pero no pudo disfrutar mucho de su suerte pues falleció al poco tiempo.

Manolo Horacio fue el acordeonista de la corte. Ortiz lo fue de la plebe, tanto que se negó a vivir de rico.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José Pérez Barroso, "Pegapalos"

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José Pérez Barroso, "Pegapalos"

No sabía latín, ni mucho ni poco: nada. Pero nadie como él sabía responder con tanta rotundidad al sacerdote durante las misas celebradas en nuestra Lengua madre.

Su deficiencia le impedía hablar correctamente. Pero todos lo entendíamos, sabíamos perfectamenque qué preguntaba; claro que, como casi siempre preguntaba o decía lo mismo, ello facilitaba la cosa.

Disfrutraba de excelente salud. Pero siempre estaba a la espera de ir a Huelva o a Sevilla a operarse, nadie sabe de qué, porque él no sabía explicarlo.

Llevaba la “manga” en los entierros como nadie, quizás el único que pudo en alguna ocasión hacerle sombra fuera el recordado Frigolet el electricista, el abuelo del Chiqui, que vivía en el patio de vecinos del Junquero en la calle Ainé Carbonell.

Todo amabilidad, puntual en su quehacer de eterno sacristán, y efectivo a pesar de los pesares.

Hace unos años nos dejó y yo lo recordé en el blog, pero creo que ya va siendo más que hora de incluirlo en el libro de los ayamontinos inolvidables.

Ayamonte parió a dos José Pérez Barroso. Uno, el industrial conservero cuya calle discurre allá por el bar Margallo y el Alcaraván. Este era "Pepe Pinto".

Y a José Pérez Barroso, el eterno sacristán, el muy curioso, simpático y extraordinariamente querido "Pegapalos".

Ya estás aquí, amigo Pepe, el “tio Tine” te ha llevado a las páginas de los ayamontinos que siempre permanecerán en nuestros recuerdos.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES.Manuel Aguilera Correa, Manolín Aguilera.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES.Manuel Aguilera Correa, Manolín Aguilera.

 

 

Hoy traemos al imborrable recuerdo de nuestra memoria a uno de esos ayamontinos que acaparó con su actividad a varias generaciones de paisanos. Cualquiera de los que estén leyendo este artículo, incluido quien lo escribe, recordará con facilidad como ha corrido delante del Pinchapapas de la mano de su padre y cómo, pasados los años, lo hiciera llevando de la mano a su hijo y posteriormente a su nieto.

Era su actividad profesional, pero al mismo tiempo esta actividad se convertía en una invitación a la alegría desenfrenada propia de la niñez, de la inocencia.

Después, en lo más serio, heredó de su recordado padre, Rafalito Aguilera, la misión de facilitarnos el deleite que siempre ha significado para los ayamontinos ver pasar nuestras procesiones por la Tribuna Oficial cada primavera.

Aparte de algún que otro sofocón puntual, circunstancial, Manuel Aguilera Correa, Manolín Aguilera, nunca perdió el talante, la sonrisa, la simpatía.

Fue hombre hiperactivo, pasaba con gran facilidad de una actividad a otra, hasta la más desagradable de facilitar las sillas para los duelos cuando estos tenían lugar en las casas.

Pero Manolín Aguilera será recordado siempre como “el de los gigantes y cabezudos”. Aunque sólo fuera por ello, mucho me temo que siempre será lo que hoy ya es: un ayamontino inolvidable.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Domingo María Cabalga Trinidad, Domingo el Bacalao.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Domingo María Cabalga Trinidad, Domingo el Bacalao.

Con toda seguridad, podemos afirmar que estamos ante una de las personas más desgraciadas de nuestra historia reciente. Persona que además alcanza la cualidad de personaje. Persona: Domingo María Cabalga Trinidad. Personaje: Domingo el Bacalao.

Desapareció de nuestro entorno a edad temprana, posiblemente víctima de su tiempo, de su enfermedad, de la conducta desaprensiva de muchos de nosotros, todo al mismo tiempo. Enfermo mental, hijo de enfermo mental, un coctel explosivo que sólo podía ser paliado a través de la caridad, de la fraternidad. Pero, salvo en contadas ocasiones, esas virtudes brillaron por su ausencia.

Arrastrando borracheras inducidas o con motivo de su inconsciencia –como “bebedor de escurriajas desde un amanecer que para él comenzaba a ser ocaso” lo describí cuando pronuncié mi pregón del Descendimiento en 1991 en la capilla del Socorro-, fue visto muchas noches deambulando sobre los resbaladizos adoquines del Muelle arrastrando pesadamente una de ellas, y cuentan que en una ocasión fue sorprendido por el dueño del “Chochito”, desnudo, tiritando, sentado a las antiguas escalerillas del muelle de la Campsa cuando se disponía a salar los altramuces en aquel lugar.

Quemarle los fondillos con un cigarro, untarle chililla en el bocadillo, y otras, fueron crueles bromas que lo crucificaban cada día.

Yo tuve la osadía de novelar su vida :”El regreso de Domingo el Bacalao”. Muchos no comprendieron el título, aunque cuando leyeron el final llegaron a entenderlo. Fue una novela dedicada a los deficientes mentales que fueron víctimas de nuestras fechorías, a veces disfrazadas de un falso paternalismo.

Domingo María Cabalga Trinidad, Domingo el Bacalao, desapareció misteriosamente hace muchos años. Todo tipo de especulaciones rodearon el caso. Yo siempre he mantenido que su cuerpo descansa en la paz de lo más profundo de nuestro Guadiana, enredado entre viejos cables, como triste parodia de lo que fue su triste vida: un enredo del que nunca supo ni pudo salir. 

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José Landero Morales, Pepe el Mudo.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. José Landero Morales, Pepe el Mudo.

Fue uno de los personajes más famosos y  populares de nuestro pueblo durante buena parte del pasado siglo. Mayoritariamente querido y respetado, fue, empero, víctima de muchos desaprensivos que, con falso paternalismo lo vejaron hasta límites que no vamos a describir en este artículo por respeto a su memoria.

Huérfano de madre, su padre, Pedro Landero, más conocido por Pedro el Zambo, no se ocupó mucho de él; de suyo, fue en muchas ocasiones testigo de las desagradables bromas que soportaba el muchacho por parte de los desaprensivos que le rodeaban.

Casado en segundas nupcias Pedro, su nueva esposa, quiero recordar que se llamaba María, cambió por completo la vida de José Landero Morales, Pepe el Mudo. Lo abrigó bajo un manto de cariño y protección, lo llevó a todas partes, se enorgullecía llevándole del brazo. Pepe el Mudo dejó de frecuentar las tabernas, no bebió alcohol nunca más, y la limpieza y la higiene general eran un estandarte que enarbolaba gracias a la dedicación y al cariño de aquella extraordinaria mujer.

En sus tiempos de abandono, cuando sufría las vejaciones de los desaprensivos, sólo le quedaba un recurso de defensa, en el torpe hablar que le permitía su mudez, acuñó dos insultos dirigidos a aquella gentuza: “putanmá” (tu puta madre, aunque dudo que conociera el significado), e “icón” (maricón).

Como todos los enfermos mentales en sus horas buenas, era tierno, entrañable, como en la foto. Quedémosno con esta imagen de un ayamontino que vivió la desgracia de una terrible enfermedad y al final de sus años el amor incomensurable de una extraordinaria mujer.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Pepe Pérez Soler, Pepe el Cangrejo.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Pepe Pérez Soler, Pepe el Cangrejo.

Alboeaban los años ochenta del pasado siglo. Nuestro recuperado Carnaval iba in crescendo, ganando enteros año tras año, en vistosidad, organización y buen gusto. Muchos ayamontinos se incorporaron a los eventos carnavaleros, al fin y al cabo era la novelería de turno. Pero otros venían de la represión, de la prohibición franquista que no pudo doblegarlos.

Con uno de ellos coincidí en el antiguo Estadio Municipal durante un partido de fútbol del Ayamonte. El partido era malo, soporífero, y ello invitaba a hablar de cualquier cosa, a distraerse como fuera, a irse con Manolo el Gordo a la cantina del Lipiu, en fin, a lo que se terciera.

Coincidí al lado de un Policía Nacional, carnavalero antiguo, de los de salir espetao por las calles altas huyendo del Moro Juan y compañía. Y le pregunté: primo, si volvieran a prohibir el carnaval, siendo tú policía, ¿que harías?. Y sin vacilar un momento me contestó: pues dejaría la Policía. Era mi primo, mi querido y recordado primo Pepe Pérez Soler, Pepe el Policía o más bien Pepe el Cangrejo, de los Cangrejo de toda la vida de la calle Rábida.

Como Cangrejo, como policía, como esposo, como padre, como ayamontino, fue siempre ejemplar, cariñoso, servicial y siempre en presencia de un estado de buen humor enviable. Su muerte nos cogió a todos de sorpresa. Se fue con las ganas de que yo le dibujara el árbol genealógico de la familia a la que pertencíamos a través de nuestras madres, las primas Amparo y Rosario.

Cuando terminó su carrera funcionarial en la Policía, se convirtió en amable tabernero, de una de las tabernas más señeras de Ayamonte, el viejo “Remitente”, que antes habían regentado Camilo y Antonio el Nanín.

Pero la carrera que corrió más a prisa fue la de su propia vida. Nos dejó muy joven y todos perdimos a un amigo franco, leal, incomparable. Mi primo Pepe el Cangrejo es y será siempre un ayamontino inoldivable.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Carmen López Cortés, la Uchi.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Carmen López Cortés, la Uchi.

La calle Alba ha enmudecido, por entre sus viejas paredes ya no se desliza la extrovertida voz de  una vecina que fue su alegría, el ánimo de todos: Carmen López Cortés, para todos los que la conocimos y tratamos, la inolvidable Uchi. De la familia numerosísima de los Castelo, ella fue santo y seña por su alegría de vivir, su generosidad, su capacidad de servicio a los demás, su concepto de la amistad.

Hace unos días se llevó sus palabras, que salían de su boca y de su corazón, más allá de donde podamos oirlas, quizás para contarle miles de cosas pendientes a su sobrino César, ese ángel que nos dejó hace ya años. Y la calle Alba quedó en silencio, mirando hacia arriba, a su terraza vacía. En la casa queda Antonio y a su lado sus hijos y durante todo el tiempo sus vecinos Manolo el Gordo y Cristo, con los que se hermanaron hace años haciendo una piña.

Uchi me recordaba a mi madre, siempre parada hablando con alguien, siempre pendiente de todos los que necesitaban unas palabras de amistad, de consuelo. Era la gran extrovertida de cuyo corazón brotaban a diario amores, cariños, simpatía a raudales para alegrar la vida a los que la rodeaban.

Vivió siempre en las alturas, ahora en Alba, antes en aquel corralón del Arrecife oyendo el arrullo de palomas y las tristes campanas del camposanto, los grillos del Callejón del Morito,  las bullas nocturnas del bar los Caballitos y los diurnos vaivenes de  las máquinas del telar. Y se quedó en aquel entorno para siempre, dejándonos a todos un poco huérfanos de su simpatía y de su bondad.

Sólo nos queda desear que Antonio supere este trauma, y que Manolo y Cristo se acostmbren a vivir ya solos con él, aunque Uchi siempre quedará en el recuerdo, ese recuerdo que desde ya la hace ayamontina inolvidable.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manolo Laiño.

AYAMONTINOS INOLVIDABLES. Manolo Laiño.

En el número 132 de Gaceta de Ayamonte correspondiente al mes de agosto de 1992, mi amigo y maestro Rafael Pérez Castillo dedica su inolvidable “Recuadro Cero” a un personaje irrepetible de nuestra reciente historia: Manolo Laiño. Y dice de él lo que transcribo: “cuando se presenta como el taciturno sepulturero, parece hecho a la medida y, entonces, cuesta trabajo arrancarle las palabras; pero cuando se viste con la euforia de una copilla de vino, se prodiga en una fluida elocuencia, y él solo es capaz de narrar todas las historias de nuestro pueblo, las que ya ocupan páginas y las que aun están por escribir”. Rafael dio en la diana de la descripción del personaje con la maestría que le caracteriza.

Revestido de esas copillas de vino, Laiño nos narró durante los pocos años que duraron las fiestas de San Antonio, todas las historias habidas y por haber subido al entarimado que se había montado para la orquesta aprovechando un descanso. Todo un espectáculo, su personal visión filosófica de la vida quedaba plasmada en aquellas inolvidables elocuencias. Había más gente alrededor del entarimado que cuando actuaba la orquesta. Al día siguiente, como decía Rafael, se revestía de sepulturero y enmudecía misteriosamente.

En una ocasión le tocó vivir un auténtico drama: se vio envuelto y procesado en un sumario por una inhumación ilegal. Aleccionado por aquel maestro del Derecho que fue mi antiguo jefe don Trinidad Navarro Nieto, se recreó en el Tribunal con un número que sólo era posible en él. Llamaba a los magistrados y al fiscal por “su majestad” en vez de su señoría, y escenificaba gestos propios de personas desequilibradas, tal que hacerles reverencias cuando se dirigía a ellos. Así que se unieron el hambre con las ganas de comer, y entre aquella representación bien preparada y el hecho de que para ser sepulturero no se necesitara en aquellos tiempos ninguna especial preparación, resultó absuelto. El Tribunal entendió que era un infeliz ajeno a toda la trama. Error craso de los magistrados, porque Manolo Laiño demostró ser más listo que ellos. De sobra sabía él que un cadáver no podía permanecer escondido dentro del cementerio sin documentación alguna y sin conocimiento del concejal encargado del camposanto.Más listo que el hambre, terminó quedándose con todos, y una vez más don Trinidad Navarro Nieto sentó cátedra de abogado habilidoso.

Personaje especial donde los haya, a pesar del largo tiempo transcurrido desde su fallecimiento, el Laiño, que era así como lo nombrábamos, permanece en el recuerdo de todos los ayamontinos que le conocimos. Es, sin duda, un ayamontino inolvidable.

Seguro que ahora algún que otro bloguero cuente alguna anécdota de este sin par personaje.