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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

La Peculiar forma de hablar de los ayamontinos

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 81: EL CHERO

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 81: EL CHERO

Nuestros amigos de El Salvador y Honduras llaman chero al compañero, al amigo. En España no se conoce esa denominación, al menos oficialmente.

Los ayamontinos, sin embargo, sí la conocemos, y es para nosotros sinónimo mal olor, y se circunscribe en el mundo del pescado y en el del olor corporal, principalmente de los sobacos y los pies.

Es difícil que un ayamontino compre pescado en mal estado, por dos razones, una porque entendemos, y otra porque al entrar pescado todos los días los vendedores no suelen acaparar y normalmente se compra siempre pescado fresco. Pero cuando el pescado se tiene en casa más tiempo de la cuenta, aunque sea en el frigorífico, es normal escuchar esto: “niño, huele tú el pescado, a que mí me da un poquito de chero”.

Otro de los momentos clásicos de chero es el referido al mal olor corporal, sobre todo después de un ejercicio físico importante con proliferación de sudor. Dicen que los pies cantan –a este le cantan los pies-, señal evidente de que la sanidad no anda muy cerca, y no digamos nada de las axilas o sobacos.

Algunas veces observamos cómo alguien se levante de un sitio y se aparta del grupo. Cuando se le pregunta lo explica: es que a alguien le cantan los pies o los sobacos, ¿no notas el chero?.

Contra el chero de los pies, la mejor solución la tradicional, meterlos en agua templadita con sal, como hace el diligente señor de la foto.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 80: EL BURTO

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 80: EL BURTO

Siempre me ha extrañado que hayamos utilizado al pobre burro, al pobre asno, como ser comparativo de nuestras torpezas. Eres un burro, qué burro eres, son expresiones al uso desde tiempo inmemorial. Pero a mi entender, no hay razón para ello, y así vamos a ver lo que es en realidad un burro y después reflexionemos.

El burro o asno es un animal domesticado de la familia de los équidos. Los ancestros salvajes del burro son africanos. El hombre lo ha utilizado  como animal de carga y como cabalgadura desde tiempo inmemorial. Etimológicamente, la palabra burro es un derivado regresivo del latín tardío “burricus”, que significa caballo pequeño.

A la vista de ello habrá que preguntarse: ¿por qué cuando queremos hacer ver a alguien que es torpe le decimos que es un burro?, ¿en qué consiste la torpeza del burro?.

Bueno, pues en vista de ello, nuestros antepasados, aquellos ayamontinos que nos legaron su peculiar forma de hablar, optaron por otro calificativo a fin de dejar en paz al pobre burro. Y cuando querían poner a alguien de torpe, en vez de burro le decian que es un burto, o sea, aun bulto con “r”.

Va saliendo el Descendimiento por la puerta de las Angustias, mira que la puerta es ancha, y por una torpeza de un contraguía da un costalazo. Rápidamente el capataz se le acerca y le espeta: ¿qué haces?, desde luego no aprenderás nunca, eres un burto.

Hay muchas fotografías de burros por todas partes, pero para ilustrar este artículo he preferido este estupendo óleo de un asiduo bloguero y amigo mío, Manuel Jesús Franco, “Franquito”.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 79: EMPACÁ.

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 79: EMPACÁ.

Dice el refrán que tras la tempestad viene la calma y ello suele ser cierto, en especial en las tempestades “humanas” tipo broncas, enfrentamientos, etc., porque de las naturales es seguro que viene la calma siempre.

Los viejos ayamontinos –yo le oí la frase a mi padre en muchas ocasiones- cuando habían tenido alguna diferencia y esta persistía, recurrían, como todo el mundo, al diálogo para tratar de reconducir positivamente la relación de amistad perdida temporalmente. Para llegar a ese diálogo acuñaron una frase muy especial, muy propia de nuestra peculiar forma de hablar: empacá. Es decir, vamos a acercarnos, vamos a sentarnos a hablar, vamos a dejar el sofocón aparcado, etc.

Empacá, hombre, empacá, siempre tuvo su encanto y su efectividad indiscutible, y daba al traste con las diferencias anteriores.

Recordarán ustedes cuando nuestro rey le echó el famoso bufío al bolivariano Chaves –¿por qué no te callas?- , aquello dio mucho que hablar y el gordo impertinente se cabreó de lo lindo, pero no encontró apoyos a su cabreo salvo los del Comandante y el del Poncho, los grandes revolucionarios, que no dictadores, no nos equivoquemos. Ya sabemos que los dictadores son siempre de derechas; los de izquierda son revolucionarios.

Bueno, pues pasa el tiempo, el rey ni se inmuta y cuando Chaves viene a España lo recibe en la Zarzuela, le dice el empacá ayamontino, el otro se va de vareta y le contesta: señor, se ha dejado barba como Fidel. Una gracia como otra cualquiera. Pero lo bueno de todo es que las aguas volvieron a su cauce gracias al empacá, porque aunque sea con un tipejo como el bolivariano, siempre es mejor llevarse bien que mal.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 78: EL CHIQUICHÍS.

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 78: EL CHIQUICHÍS.

Por las fiestas navideñas proliferan lo que en muchos lugares, yo diría que en casi todos, llaman coros de campanilleros. En Ayamonte siempre los conocimos como las cuadrillas, y la última se nos fue con el inefable e inolvidable Macklau.

En las cuadrillas se tocaban diversos instrumentos, prácticamente todos de percusión pues la guitarra entró a formar parte de las mismas ya en tiempos más recientes. Recordamos: el almirez, la pandereta, la zambomba, la botella, el pínfano, y el más nuestro de todos al que bautizamos con el sonoro nombre de chiquichís, precisamente porque producía un sonido acorde con las chapitas al pegar en la madera.

El chiquichís ayamontino es un instrumento músico de percusión rudimentario compuesto por una tira de madera a la que se clavan, no del todo, chapas procedentes de botellas de gaseosas u otro refresco una vez aplanadas con el martillo, y al no estar del todo clavadas hacen juego y chocan unas con otras produciendo un sonido onomatopéyico que precisamente le ofrece su propio nombre. En otras palabras, cuando suena, el chiquichís suena chiquichís.

Quiero aclarar que el que aparece en la foto no tiene nada que ver con el ayamontino, pero no he encontrado otra  más adecuada.

Todo empezaba con aquella petición de venia rabiosamente ayamontina: “ a esta puerta hemos llegado, señores cantar queremos; que la licencia del Niño en la mano la traemos”.

Como en la vida casi todo vuelve, espero que algún día a algún “bendito chalado” por las cosas de Ayamonte le de por rescatar las cuadrillas, sería maravilloso.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 77: SARDINAS ESTIBÁS

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 77: SARDINAS ESTIBÁS

La sardina y el arenque son dos peces de la misma familia, creo que de los cupléidos, de ahí que nunca he entendido por qué fuera de Ayamonte a las sardinas prensadas se les llame genéricamente arenque cuando son sardinas.

Los ayamontinos antiguos, inteligentes ellos, decidieron acabar con los parecidos, con las confusiones, y atendiendo a un término marinero y portuario, como el de estiba, decidieron llamar a las sardinas prensadas como sardinas estibás, expresión esta que la verdad no se oye más allá de nuestro entorno más cercano.

Estibar consiste en apretar materiales diversos o cosas sueltas para que ocupen el menor lugar posible en un espacio. Por su parte, el estibador es un trabajador portuario cuya principal tarea consiste en la carga y descarga de los barcos y en la distribución adecuada de los pesos en ellos.

Así que nuestros antepasados, observando que las sardinas se ponían en una barrica –casco para nosotros- y se apretaban en una prensa, decidieron que a este tipo de conserva o semiconserva se les debía denominar como sardinas prensadas o sardinas estibadas o estibás, y nunca arenque por la sencilla razón de que, aunque de la misma familia, la sardina y el arenque son peces distintos.

La sardina estibá mitigó mucha hambre en el Ayamonte de la posguerra, su excesivo contenido en sal y en grasas permitía calmar el ansia que produce el hambre, y bien apretadas en un bollo cumplía perfectamente un plato de comida. Con independencia de ello, hoy la sardina estibá sigue siendo un bocado exquisito aunque peligroso para los hipertensos sobre todo, como un servidor, que por tal razón ya no las consumo.

El quitarles la piel es difícil, pero también nuestros antiguos inventaron un procedimiento infalible: envolver la sardina en un papel de estraza, meterla entre las bisagras de una puerta y cerrar la puerta hasta estrujarla, así la piel sale de un tirón. Arte que tenemos los ayamontinos.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 76: LA BOTA DE SARDINA

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 76: LA BOTA DE SARDINA

Quedaron lejos los tiempos en los que en Ayamonte se batía casi a diario el record de captura de la sardina, los galeones entraban a puerto “con bandera arriba el palo”, que significaba que sus acostaos venían cargados al máximo de su aforo.

La cantidad de sardina capturada o pescada no se contabilizaba por procedimientos corrientes, es decir, no se decía tantos kilos, tantas sardinas, tantas docenas, etc., ese recuento en Ayamonte llevaba un nombre propio, especial: la bota. Así que sabíamos qué cantidad había pescado un galeón calculando la cantidad de botas que contenían las bodegas de los acostados. A esa labor se dedicaba un especialista llamado por ello aforaor.

Según nos ilustró hace ya algunos años nuestro amigo Pedrito Pérez Massoni en un programa en Canal Sur al que asistimos los ayamontinos, la bota de sardina es una cantidad equivalente a 500 kilos de la especie, que a la vez se contenían en 10 carrillos de 8 canastas cada uno. De ahí viene esa frase tan ayamontina de “todavía no se han lavado las canastas”, porque hasta que no quedaba pescado en la bodega no se lavaban, señal de que ya se había contabilizado toda la pesca.

La subasta pública de las sardinas se llevaba a cabo en un embarcadero junto a los que se utilizaban en la Carrera de Villarreal, o quizás sirviera para los dos menesteres, no lo recuerdo bien. Estaba situado frente a la embocadura de la calle Bailén, y desde allí el acostado partía camino de la fábrica que se había adjudicado la captura.

Fue una verdadera pena que en Ayamonte se dejara de oir aquel pregón callejero tan nuestro en boca de los vendedores ambulantes: “sardinas de alba”. Entonces se vendían a “tantas la peseta”, según el tamaño, la captura, la hora, en fin, la eterna ley del mercado de la oferta y la demanda.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 75: JIRNAVAR/JINCAR

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 75: JIRNAVAR/JINCAR

Hincar es sinónimo de clavar algo, por su parte el verbo hilvanar se refiere a una especial labor de costurera y sastre consistente en echar un pespunte a la prenda que se está confeccionando antes de proceder a la costura definitiva.


Pero vamos a lo nuestro, y empecemos por cambiar letras, esa “h” la convertimos en “j” en un santiamén, como está mandado en Al Andalus, que para eso los árabes nos dejaron ese sonido de jota tan particular. Y como diría el humorista Gila, si la “h” es muda, ¿para qué la ponemos?.
Los ayamontinos no decimos jirvanar o jincar refiriéndonos a labores de costura, albañilería u otros oficios. Mas bien nos referimos a una acción rápida, contundente, especialmente referida a la comida.


Pongamos un ejemplo. Se prepara en una mesa un gran plato de jamón y otro de gambas, entonces llega el Papi y dice: eso me lo jinco yo de un tirón; o llega el niño de en medio del Perito y dice: esos dos platos me los jirvano yo antes de que cante un gallo.


Pues por ahí van los tiros, aunque no es recomendable comer tan a prisa, que se engorda mucho. Los americanos, que están muy avanzados pero no tan civilizados, han inventado esa tontería de la “comida rápida”, y como siempre hay gili por todas partes, aquí nos pegamos atragantás de hamburguesas, perritos calientes y otras lindezas. Y digo yo, ¿no les suena a ustedes términos como bocadillo en vez de bocatta y salchicha en vez de perrito caliente?.


Comer rápido es cosa de lóbrigos, no es bueno, pero la comida rápida como la que se representa en la fotografía termina siendo letal.

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 74: EL CONTRADIÓ

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 74: EL CONTRADIÓ

Hoy estudiamos una de esas palabras que justifican por sí sola que exista una especial, una peculiar forma de hablar, de gran fuerza fonética, expresiva, contundente: contradió.

Me da un contradió, ¿no te da contradió?, son frases utilizadas por los ayamontinos de todos los tiempos, al menos desde que me conozco. Es como un sinónimo del decir “me da un que se yo”, me da lástima y términos parecidos.

El contradió es un sentimiento muy profundo, que lo utilizamos tanto para manifestar nuestro sentir por un sufrimiento ajeno –cuando lo veo así de derrotado me da un contradió…-, y también de reproche –está tu padre en el hospital y no vas a verlo, ¿no te da contradió?-. En muchas ocasiones pasamos como distraídos ante un mendigo como el de la foto y no nos da contradió.

Se trata de una especie de examen de conciencia, de reflexión ante acontecimientos en relación con el sufrimiento, con el mal vivir.

He tratado de encontrar una etimología del término pero me ha resultado imposible, son de esas palabras que en un momento determinado saltan y se establecen en la comunidad.

Les hago una confesión: me da contradió que este artículo me haya salido tan corto, pero no veo la forma de alargarlo so pena de decir alguna tontería, así que lo dejamos aquí, al fin y al cabo se dice que lo bueno suele presentarse en formatos pequeños.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 73: EL RECARMÓN.

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 73: EL RECARMÓN.

Es normal que los andaluces cambiemos la “l” por la “r” en nuestra especial forma de hablar: arbañiles, mi arma, etc.

Eso ocurre con la palabra recalmón, que nosotros transformamos en recarmón. Pero eso no es lo importante a efectos de esta página, lo que verdaderamente importa es el significado que los ayamontinos hemos dado siempre a dicha palabra con independencia de su significado oficial. El diccionario nos define recalmón como súbita y considerable disminución en la fuerza del viento, y en ciertos casos, de la marejada.

Para nosotros, el recarmón es algo más que la cesación repentino del viento o de una marejada. Nosotros entendemos el recarmón como una situación de calor sofocante, que sí, coincide normalmente con una situación de absoluta calma, aunque no siempre. El recarmón a que nosotros nos referimos podemos ponerlo fácilmente en relación con otro sustantivo al uso porque es precisamente cuando el recarmón cobra toda su fuerza: el levantazo.

Efectivamente, los días de levante el recarmón está asegurado, es esa situación de calor pegajoso, que te hace difícil respirar, que te trae a los recuerdos una fractura ósea de hace treinta años, que te recuerda que sigues teniendo un juanete, etc., y tristemente a las personas con alguna deficiencia psíquica las desquicia, lo pasan francamente mal en esos momentos, por eso, cuando alguien que no padece enfermedad psíquica hace tonterías solemos decirle aquello de “es chico el levantazo que tiene”.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 72: EL CAPACHO

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 72: EL CAPACHO

En nuestro libro “La peculiar forma de hablar de los ayamontinos” ya definíamos el sustantivo capacho como un abanador de esparto u otro material similar utilizado de antiguo en las cocinas de carbón y en los braseros de cisco y tierra.

En el lenguaje común los capachos son seroncillos o espuertas que son utilizados principalmente en la molienda de la aceituna y elaboración del aceite.

Ya hace mucho tiempo que la electricidad y el gas dieron al traste con la secular forma de abrigarse en el invierno en las mesas camilla, pero no es menos cierto que aun hay mucha gente que recurren al carbón en su estado llamado cisco o tierra, al menos así lo hicimos siempre en Ayamonte, para calentarse durante la estación invernal.

El capacho ayamontino era también utilizado en las cocinas de carbón y servían para avivar el fuego, incluso en muchas ocasiones prestaron otro servicio importante: servir de base de algún cacharro de cocina recién sacado del fuego y que se colocaba en la mesa.

Pero existió una utilización en lenguaje figurado de la palabra capacho, y era la comparación que se hacía con las orejas grandes. Este joío niño, en vez de dos orejas, tiene dos capachos.

A mí me decían que tenía una oreja que parecía un capacho por el hecho de tener una oreja –concretamente la izquierda- más grande que la otra.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 71: LA ALCANCÍA

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 71: LA ALCANCÍA

Quiero aclarar desde el primer momento que el sustantivo alcancía no es autóctono, es decir, no se trata de una palabra creada al uso por los ayamontinos, se trata de un vocablo castellano muy antiguo, de preciosa fonética que con el tiempo fue usurpado su uso por el menos expresivo y malsonante de hucha. Los sudamericanos, que tanto y bien cuidan del Castellano, siguen llamando alcancía al cepillo destinado a recoger limosnas y donativos. Y los ayamontinos de buen  gusto en el hablar seguimos diciendo alcancía, de ahí que estudiemos el vocablo dentro de nuestra peculiar forma de hablar.

La alcancía siempre fue un utensilio propio de la niñez: se ajuntaba pa las Pascuas, pa las Angustias, pa un cumpleaños, etc.; era generalmente de barro con una rajita para introducir las monedas, no tenía candado y llegado el momento de abrirla para invertir el dinero en la finalidad establecida al inicio del ahorro no quedaba otro remedio que romperla, aunque algunas veces se recurría a la habilidad de introducir un cuchillo por la ranura para ir dirigiendo la moneda hasta ella y volcarla para que cayera. Pero, aparte la habilidad, lo verdaderamente emocionante era romperla y ver como las monedas ahorradas se esparramaban ante nosotros.

Seguramente fue la figura del cerdito la que se llevara la palma en lo que a estructura de alcancía se refiere, no sé por qué. Pero los tiempos cambiaron y del barro se pasó a la hojalata y al candadito, con lo cual se rompió de una vez por todas el carácter romántico de la alcancía, y ya empezamos a llamarla hucha.

Así y todo, sigue siendo el utensilio preferido de los niños para sus ahorros, y te la pasan por delante de tus narices con sonrisa inocente para que cojas el monedero y te espabiles, sobre todo los abuelos, que somos las verdaderas víctimas de este ancestral acoso, aunque a fuer de sinceros hemos de reconocer que mucho antes fuimos nosotros los acosadores.

La niña de la foto fue con sus padres a Villarreal y de camino le compraron una alcancía, aunque la pobre mía dirá hucha, qué le vamos a hacer, y a sus dos años y medio ya salta con eso de que “es pa ajuntar pa las Angustias pa los cacharritos”. Todavía no llega a tanto, pero estoy seguro de que para el año que viene, cuando sobrepase de largo los tres años ya nos avisará de que “no se admiten monedas chicas”. En fin, pilarín, a ver qué tenemos en el monedero porque está a punto de llegar.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 70: LOS GÉNEROS CINEMATOGRÁFICOS EN VERSIÓN AYAMONTINA

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 70: LOS GÉNEROS CINEMATOGRÁFICOS EN VERSIÓN AYAMONTINA

 

Allá mediados el pasado siglo, cuando los ayamontinos íbamos al cine, que nunca sabré por qué dejamos de ir, aunque siempre cabía la disculpa de la tele, existían prácticamente los mismos géneros cinematográficos que ahora, sólo que como ocurre con otras cosas el inglés ha ido ocupando el sitio del castellano. Las películas del Oeste ahora se llaman güester; las de miedo y misterio, triler; por ejemplo.

Nosotros los ayamontinos, con nuestra peculiar forma de hablar, también acuñamos nuestro estilo vernáculo en esta materia, y voto a bríos –que por cierto se oía decir mucho en las películas de piratas- que dio su resultado, al menos nosotros nos entendíamos.

Vamos a ver cómo era la cosa, aunque ya sé de antemano que me dejaré material en el camino, pero para eso están los blogueros de buena memoria con los que siempre cuento.

Las películas de aventuras no las llamábamos así, eran para nosotros películas de Espadachines o de Piratas.

Las comedias eran películas de Amores; las de contenido histórico eran también de Espadachines pero se llevaban la palma las de Romanos.

Ahora vemos trileres, pero nosotros veíamos películas de Miedo,  y principalmente Policíacas. Las de ciencia ficción eran simplemente películas de Marcianos.

En un principio fue conocido como el género del Oeste, ahora el Güester, pero para los ayamontinos siempre fueron películas de Coboi. Sin olvidar el subgénero paralelo, las películas de Indios.

Y aunque el cine español, controlado férreamente por le censura franquista, no podía permitirse muchos lujos, produjo películas inmortales, verdaderas joyas del Cine: Calle Mayor, el Verdugo, Plácido, la tía Tula y la que seguramente es la más recordada, Bienvenido mister Marshall, que además de ser una grandísima película, supuso un golazo por toda la escuadra a la inmisericorde pero torpe censura del Régimen. Así y todo, los mejores medios del cine foráneo, los mayores presupuestos y sobre todo la libertad, hicieron que las películas españoles no fueran muy prestigiosas, y creo que de manera injusta nos referíamos a ellas con aquella denominación peyorativa de Españolá.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 69. Hoy: el sajumerio

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 69. Hoy: el sajumerio

Con esta moda de los acólitos ya creciditos, que vimos en Semana Santa y ahora nos repite el Corpus, viene a cuento una reflexión sobre una palabra, que si bien no es originaria de Ayamonte, sí la hemos utilizado toda la vida y aun hoy que está en desuso.

El diácono, digo, el acólito de la foto, que pinta de diácono tiene por la seriedad que porta que trae ensimismado a su joven ayudante, que sí tiene cara de monaguillo, lleva en sus manos el clásico incensario, cosa lógica tratándose de una procesión, en el caso la del Santísimo Sacramento, y su ayudante le suministra, ¿el incienso?, ¿la alhucema o espliego?, ¿o quizás el sahumerio?.

Tratándose de una procesión, lógicamente estaremos hablando de incienso, aunque no siempre fue así, pues el incienso era especie cara que había de traer de Arabia, la India o Africa. Desde luego, en el Ayamonte antiguo lo que se llevaba era el sajumerio, es decir, la alhucema, pero confundiendo los significados, pus la palabra sahumerio responde al humo que produce una materia aromática que se echa al fuego para sahumar; es también la materia quemada para sahumar, de ahí que antiguamente en Ayamonte se oyera esto: mueve la copa y échale un poquito de sajumerio pa que huela esto; o en las procesiones al monaguillo: niño, échate más pa atrás que me ahogas con el samujerio.

Después vino el refinamiento del incienso, al que los capillitas terminan poniendo nombres que en nada responde a la realidad, simple novelería, a saber: incienso los tres reyes, de palio, de Cristo, de nazareno, etc.

Pero a mí lo que me atrae no es otra cosa que esa imagen irrepetible de mi buen amigo Paco Cecilia, que no se por qué de esa cara de enfado, enfurruñada, como si fuera de mala gana o a la fuerza, con lo que le gustan a él esos momentos litúrgicos; y del muchachito de al lado, que les voy a decir, no tiene más dedicación que estar pendiente del diácono, digo del acólito, para suministrarle el sajumerio ese o como se llame, como dice el salmo: como están los ojos de las esclavas, fijos en las manos de sus señores…

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 68: To er mundo no puede viví en la calle Reá

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 68: To er mundo no puede viví en la calle Reá

La foto que ilustra este artículo es de esas que atacan mi nostalgia de forma inmisericorde, nos presenta una de las estampas más bellas del Ayamonte recientemente pasado, aunque por la indumentaria de los personajes seguramente debemos situarla a principios del siglo XX, incluso a finales del XIX. Obsérvese la proliferación de jóvenes, más bien niños, que visten gorra de visera y los adultos la inconfundible mascota o sombrero.

Las balconadas son de ensueño, principalmente las que quedan al principio a la izquierda de la imagen, que creo que son las pertenecientes a la vivienda de la familia Infantes Reyes,  aunque en esto no tengo seguridad, destacando asimismo la muy atractiva fachada del antiguo banco Central.

La calle Real no ha cambiado de manera escandalosa, se ha modernizado y conserva alguna reminiscencia de la antigüedad.

“To er mundo no puede viví en la calle Reá”. Era un dicho propio del habla ayamontina del siglo pasado. Y desde luego, a la vista de la fotografía, a nadie se le ocurriría pensar que en un tiempo de mucha riqueza, pero pésimamente repartida, algún trabajador pudiera vivir en esa calle.

La frase era una extraordinaria metáfora popular. Con ella queríamos decir que la sociedad está estructurada de tal manera, que los espacios están repartidos, los urbanos, los sociales, los políticos, los intelectuales. Y como siempre, los que tienen más poder, generalmente derivado de una mayor riqueza, acaparan los más importantes. Si el hijo de un pobre quería estudiar Medicina, seguramente que el padre le contestaría: hijo, lo tuyo será la mar, debes conformarte porque to er mundo no puede viví en la calle Reá.

Afortunadamente fue una etapa superada y hoy esos espacios, aunque siguen existiendo, principalmente en los barrios de lujo de las grandes capitales, tienden a acercarse. Desde luego, nuestra calle Real fue y sigue siendo una calle eminentemente comercial y no muy habitada, y tampoco siempre eran ricos los que en ella vivían. Pero la metáfora ayamontina es inmejorable

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 67. Hoy: tomarse un cacharro

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 67. Hoy: tomarse un cacharro

 

Recuerdo perfectamente que entre los artilugios que manejaban los marineros antiguos para su uso en la mar, se encontraba el llamado pote, que era una simple lata con un asa, en ocasiones aprovechando una de leche condensada y otras veces de barro. Con el pote bebían a bordo, lo mismo el agua, que el café, que el vino. Pero había un matiz importante: te podías beber un pote de café, un pote de agua, pero, amigo, si era de vino entonces lo que te bebías era un “cacharro de vino”. Tan es así que en Ayamonte, en épocas pasadas no se decía lo que ahora de vamos a tomar una copa, lo normal era decir vamos a tomar un cacharro, y no hacía falta aclarar de qué iba a ser el cacharro, porque si era un cacharro, lo era de vino.

En realidad la palabra cacharro nos la define el diccionario como vasija tosca, para usos culinarios; y el pote, como especie de vaso de barro, alto, que se usaba para beber y guardar líquidos y preparados.

Claro que como estamos hablando de una época eminentemente clasista, debemos aclarar que eso de tomarse un cacharro era expresión de gente pobre, los que frecuentaban las tascas y zampuzos. En estos recintos se servía el vino en vasos de cristal, no vayan a creer, que todavía el plástico no había hecho acto de presencia, pero ya nuestros antepasados se habían inventado lo del cacharro y así se quedó por mucho tiempo, incluso hoy, poco, pero si sigue escuchando.

A los antiguos cargadores de los pasos de Semana Santa, cuando llegaban a la calle Estrella, al parar el paso en la puerta del “Rancho”, se salía a tomarse un par de cacharros de vino peleón, que poco más llevarían dentro.

La foto que ilustra el artículo es de un dibujo de mi amigo Enrique “Alí”, que sirvió para ilustrar mi primer libro: la peculiar forma de hablar de los ayamontinos, y vemos en ella a algunos ayamontino tomándose unos cacharros de vino anca José el del Zampuzo.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 66. Hoy: Vandallo

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 66. Hoy: Vandallo

 

Hoy tratamos una de esas palabras ayamontinas clásicas donde las haya: vandallo. Lo primero que hemos de decir es que se trata de un vocablo que sólo sirve para situarlo en un contexto histórico determinado, y ese no es otro que mediados y principios del pasado siglo. Entonces, las mujeres estaban tan sometidas a los maridos, que ni siquiera podían salir solas a la calle como no fuera para ir a la plaza o a la tienda. Y si eran jovencitas que no ayudaban mucho a sus madres y se llevaban todo el día en la calle jugando con los niños, entonces se completaba el término vandallo en todas sus esencias.

A veces se suele confundir la expresión vandallo con la de machorra, pero aunque se acercan ambos términos, no es lo mismo. El vandallo era la mujer, especialmente joven, que andaba en la calle arriba y abajo sin atender ni poco ni mucho las tareas domésticas. No puedo con esta niña, decía una madre, está hecha un vandallo.

En mi afán de encontrar algún antecedente del vocablo y dado el maridaje que muchas veces se da entre el castellano y el portugués y con el gallego, encontré en el muñeco diabólico la expresión que hoy estudiamos, pero con “b”, es decir, bandallo. Consultada mid agencia galega do lengua, ubicada en Vigo y dirigida por don Miguel Vázquez Vázquez y doña Rosa Amparo Flores Pérez, me informan que efectivamente, en la Lengua gallega la palabra bandallo se refiere a la ropa, no a la persona, se trata de un anaco de tea moi gasto e roto o peza de roupa moi usada e rota. Y precisamente a la persona que viste de esa guisa se le llama ferrapo: persoa que viste mal ou que viste con bandallos o que descoida o seu aspecto externo.

No es que sea exactamente lo mismo, pero es lo cierto que nuestro vandallo, al menos en el vestir, tiene cierto parecido al ferrapo gallego, si nó observen ustedes bien la ropa que utiliza el vandallo de la foto. Ojo, queridos globeros, he dicho que se fijen en la ropa, no en otros elementos de la anatomía vandalla.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 65. Hoy: Zapera

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 65. Hoy: Zapera

 

Entramos hoy en el estudio de una de esas palabras que los ayamontinos de todos los tiempos han pronunciado con frecuencia. La palabra zapera ha venido formando parte de nuestro acervo vernáculo con gran fuerza y presencia. No obstante, no está claro que aquí se haya originado, como ocurre con otras muchas,  aunque esa falta de claridad no es óbice para que la incluyamos en nuestra peculiar forma de hablar por ese uso ancestral y continuado a que me refería.

En realidad, nuestra zapera, esa zapera símbolo indiscutible de nuestros arenales de Canela, recibe el nombre científico de arthrocnemum glaucum: planta arbustiva que crece en zonas arenosas costeras, siendo glaucum un epíteto equivalente a su color verde azulado. En la isla de Lanzarote, donde abunda, recibe el nombre de “caletón blanco”.

Una vez más, los pueblos hispanoamericanos nos dan lecciones de cómo se salvaguarda las esencias de una lengua, en este caso, el castellano, que les llevamos, que ellos cuidan celosamente y nosotros apaleamos introduciendo en el diccionario barbarismos innecesarios para ponernos al nivel del imperio. Y precisamente en Puerto Rico, en un lugar denominado Aguas Buenas, que fue fundado allá por 1.838, existe una región denominada Zapera, lindante con los manantiales de aguas claras de aquel lugar, quien sabe si la comentada planta allí se reproduce y que la misma reciba el nombre del lugar, nada nos dicen al respecto las enciclopedias pero es fácil deducirlo así

Por otro lado, en el diccionario asturiano se contiene la palabra zapera como expresión de hambre, de tener mucha hambre, de ahí que cuando los asturianos van a comer en vez de decir que van a matar el hambre o el apetito, dicen que van a matar la zapera.

De todo lo anterior se deduce que las indicaciones que de la palabra zapera nos dan los libros, unas vienen de Hispanoamérica y otras de Asturias, pero ninguna de ellas se refiere concretamente a la planta de los arenales costeros, por lo que si los ayamontinos así la llamaron, ¿por qué no nos dejamos de dar más vuelta al asunto y admitimos que es autóctona?. Yo así lo quiero creer mientras alguien no me demuestre lo contrario.

Espero que mi colega Isaac Maestre quede conforme o al menos complacido con este modesto informe.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 64. Hoy: A coca

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS.  64. Hoy: A coca

Era costumbre muy antigua en España, al menos en nuestra Andalucía, que al salir de la iglesia la comitiva de un bautizo, el padrino lanzara al aire monedas de poco valor, céntimos, y caramelos, en beneficio de la chiquillería. Los niños se lanzaban desaforados a coger el regalo del padrino.

A esa forma de repartir cosas, es decir, lanzándolas al aire y después caún caún la peculiar forma de hablar de los ayamontinos vino en denominar con la expresión  de “a coca”.

Aparte de lo de los bautizos y posiblemente a raíz de esa costumbre, los niños ayamontinos crearon un juego bastante bruto, yo diría que demasiado bruto, cual era el juego del “a jalapelo”. Consistía en lo siguiente: uno de los niños tiraba a coca, por ejemplo, un mantecado, en todo caso debería ser cosa consumible. El que lograba cogerlo tenía que consumirlo rápidamente pues mientras el producto estuviese en su poder sin terminar de comérselo los demás podían jalarle los pelos hasta que, claro está, soltaba la cosa en cuestión. O bien tenía la posibilidad, si era rápido, de correr mucho más que los demás y alejarse lo suficiente para comerse la golosina a lo lejos con tranquilidad.

Yo creo que si tirásemos hoy a coca varas de procesiones semanasanteras con la obligación de soltarlas en el Paseo o aguantar el jalapelo durante el recorrido por Tribuna, así y todo, habría muchos que aguantarían  estoicamente el martirio. Y es que la Pasarela Ribera es mucha pasarela.

 

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 64. Hoy: Velar

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS.  64. Hoy: Velar

Apenas nos descuidemos estamos en verano y el verbo velar cobrará actualidad y se oirá todos los días y muchas veces en nuestras playas, pero el verbo velar propio de nuestra peculiar forma de hablar. Porque velar, en sí, significa muchas cosas, muchas acepciones nos ofrece el diccionario de este verbo, excepto la que los ayamontinos usamos, claro, pues de lo contrario no estaríamos ahora hablando de ella.

Entre las acepciones o significados del verbo velar encontramos en el diccionario las siguientes: no dormir; cuidar de enfermos de noche; quedarse junto a un difunto durante la noche; cuidar, como sinónimo de encargarse de los intereses de otros; y en Chile, se trata de una costumbre propular de cuidar a una persona viva, para librarla del demonio, profiriendo conjuros y protegiéndola con velas.

Pero, ¿por qué lo del verano y lo de las playas ayamontinas?. Muy sencillo, las gentes de Ayamonte hemos utilizado siempre el verbo velar cuando estamos en la playa refiriéndonos a la situación en que tocamos con los pies en el fondo, es decir, no perdemos pie. Las madres están muy pendientes de que los niños no se alejen en el agua y siempre les gritan: que yo te vea que velas. Claro que tampoco se puede exprimir demasiado la cosa porque con el agua al cuello también se vela y sin embargo ya no dominamos la situación. En definitiva, aun para los que sepan nadar es conveniente hacerlo en un lugar donde en caso de apuros podamos velar, para evitar ahogarnos, digo yo, no sea que nos pase como al de aquella vieja canción infantil que recuerdo para los nostágicos:

"Periquiyo el aguaó fue por agua y se ahogó; lo metieron en un cerón, el cerón era de paja; lo metieron en una caja, la caja era de pino; lo metieron en un pepino, el pepino era zocato; lo metieron en un zapato, el zapato era viejo; lo metieron en un pellejo, el pellejo era de aceite; lo metieron en un bonete, el bonete era del cura. ¿Del cura?: gori, gori, gori, a la sepultura".

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 63. Hoy: Solear la ropa

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS.  63. Hoy: Solear la ropa

En estos tiempos de la alta tecnología, la tarea de lavar sólo tiene el inconveniente de cargar la lavadora, pues ya todas centrifugan y para colmo nos ofrecen las secadoras para ahorrarnos el tender y a veces hasta el planchar, aunque las mujeres cuando pueden hacerlo prefieren tender la ropa al rico sol andaluz, que no hay secadora que se le aproxime siquiera.

Antigualmente la tarea de lavar la ropa era penosa y manual, había que ir a un arroyo, a un lugar donde corriar el agua o simplemente en casa contando con un gran barreño y la clásica tabla de lavar, aquella rizada donde se extendía la prenda y se pasaba por encima una y otra vez el taco de jabón portugés.

Así y todo, como los jabones del tiempo no eran muy eficaces que se diga y aun no habían aparecido los quitamanchas -esos productos modernos que hacen que las mujeres digan: ni quitamanchas ni ná, con esta no hay quien pueda- ni esos jabones que te hacen una cosa inexplicable que es el prelavado, en fin pilarín, para combatir las manchas rebeldes las mujeres, como la de la foto, pacientemente tendían la prenda al sol, esperaban que se fuera secando, si la mancha persistía la salpicaban con agua hasta volverla a mojar, y a esperar otra vez y las que hicieran falta hasta que la mancha desaparecía. Eso y no otra cosa era solear la ropa en Ayamonte, es decir, no se trataba únicamente de tenderlas al sol.

Tengo entendido que donde mejor se soleaba la ropa era tendiéndolas en Canela, encima de las retamas, si nó, pregúnteselo a las caneleras antiguas, que seguramente alguna lo seguirá haciendo, aunque sea sólo por aquello de "genio y figura...".