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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

Ayamonte en el Recuerdo

AYAMONTE EN EL RECUERDO: Pan con aceite y azúcar.

AYAMONTE EN EL RECUERDO: Pan con aceite y azúcar.

Dentro de la gran variedad de alimentos utilizados en tiempos pasados, sobre todo los tiempos del hambre, podríamos hablar de las poleás de maiz; de los chicharrrones; de los mechillones con arroz; del puchero con medio cuarto de carne: de las sardinas estibás; de los higos secos con un meollo de almendra dentro; de los higos coloraos de las chumberas del Callejón Largo; de la carne encebollá de La Alegría de la Plaza... y, cómo no, del inolvidable pan con aceite y azúcar.

La receta era bien sencilla, se cortaba por la mitad  un bollo previamente comprado en una de las muchas tahonas que había entonces en Ayamonte, y se le echaba poncima aceite y azùcar. Se comía tanto en el desayuno como en la merienda y eran un gran lenitivo contra el hambre.

Hoy hemos caído en la rutina de la bollería industrial, y claro, así nos va con el colesterol, la diabetis y la hipertensión, ese síndrome metabólico que trae a maltaer a media humanidad.

Lo dicho, pan con aceite y azúcar, que por cierto no vendría mar servírselo a las cuadrillas de costaleros de nuestra Semana Santa, sobre todo a los que van en tirantas luciendo músculo.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Vieja calle Galdames.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Vieja calle Galdames.

Nuestra vieja calle Galdames tiene un embrujo especial, no en balde fue antaño, en nuestros orígenes, la calle principal de Ayamonte, una vía que dice mucho de la vida rústica y ganadera que entonces fue la principal fuente de riqueza.

La foto que nos facilita el amigo Carlos González lo dice todo solo con su contemplación. Ausencia de tráfico, la gente por enmedio de la calle, los chiquillos jugando, un carro que no sabemos qué transporta, y algún que otro burro. Una preciosa estructura urbana solo afeada por un rincón descuidado y sucio. Y ese Pilar de la Villa eterno, aunque en una ocasión el Ayuntamiento decidió eliminarlo, menos mal que posteriormente fue repuesto. Ayamonte a veces es así, se desprende de sus símbolos con demasiada frecuencia y facilidad.

Hoy en esa entrañable calle Galdames ya no queda sitio para que aparquen los coches, dejaron de prestar sus funciones  las viejas  escuelas y el originario ayuntamiento, pero así y todo no ha perdido su encanto, sobre todo en Semana Santa. Por ella sube ya de recogida ese palio de la Amargura llevada por la que sin duda es la mejor cuadrilla de costaleros de Ayamonte. Que sea por muchos años, a pesar de los agoreros.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Padre Jesús en La Laguna.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Padre Jesús en La Laguna.

La foto que ilustra el presente artículo debe datar de principios del siglo XX o quizás de finales del XIX. La belleza de la antigua plaza de La Laguna es indiscutible. Una foto pàra un análisis detallado.

A mí lo que más me llama la atención es el paso de la Virgen del Socorro, y no tanto por su tamaño como por su entorno. Desde luego, poco ha cambiado la cofradía en cuanto a acompañamientos: véase como la gente se acumula alrededor del paso de Padre Jesús y deja casi solo al de la Virgen, como ocurre actualmente durante la madrugada.

Otro detalle que llama la atención es el relativo a cargadores. En el paso de la Virgen no se ven cargadores, es más, ni siquiera las maniguetas. La pregunta es inevitable: ¿siempre llevaron nuestros pasos de la madrugada cargadores por fuera? .

No sabemos si la imagen corresponde a la mañana de un Viernes Santo o a la tarde de un Domingo de Señas, en la que se representaba la Pasión en nuestra emblemática plaza.

Yo lo dejo ahí, y espero que viejos y serios cofrades sigan con el análisis, aunque mucho me temo que muchos aprovecharán para hablar de cosas que no corresponden. Inevitable.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El arte de pescar sin artes.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El arte de pescar sin artes.

En los años sesenta se produjo la urbanización del Salón de Santa Gadea. Para ello fue necesario cerrar el Estero de la Ribera para facilitar el transporte de materiales y el definitivo acceso por carretera a Canela, a la playa y a la Punta.

Este cambio radical hizo que nuestro querido estero dejara de ser navegable al cerrarse también por el lado este. De tarde en tarde se abrían las compuertas para achicar el agua estancada y el estero quedaba en absoluta bajamar. Con anterioridad, mi primo Manolo "el Cepa" aprovechaba las noches para dejar las nasas o los jalabares, que de eso no entiendo mucho, y por la mañana las levantaba y se ventilaba las tapas.

Entonces, irrumpieron dos artistas de la pesca si ningún tipo de artes. Pescaban sólo con las manos. No me negarán que no hay que tener arte para pescar con las manos anguillas y lenguados. Pues bien, eso lo hacían dos grandes pescadores-artistas: Pepe "el Zamboro" y Juan "el Guinga", a cual más habilidoso. La acera se llenaba de curiosos para verles, era un espectáculo inigualable.

La foto que ha publicado mi amigo Carlos González se explica por sí sola.

AYAMONTE EL EL RECUERDO: Estero eterno,

AYAMONTE EL EL RECUERDO: Estero eterno,

Queramos o no, las ciudades, los pueblos, cuentan con sus señas de identidad.

En nuestro Ayamonte -que también es el Ayamonte del Santana, el Delars, el Nisa y el Morillas, a pesar de que sean comunistas- el Estero de la Ribera ha sido siempre nuestra más válida tarjeta de visita.

Es cierto que mucho ha cambiado el entorno. De aquel viejo estero de galeones, acostaos, canúas, pateras, al de hoy, va un abismo. Pero ahí sigue, impertérrito a los cambios de los tiempos, ofreciéndonos una estampa inigualable.

Espero y deseo que los capilltas de la Semana Santa no aprovechen este artículo para entrar a saco, y que los comunistas de la plaza de las Monjas se contengan, aunque mi amigo Morillas me diga que no es comunista, pero como se reune con quien se reune, ya me dirá. Un abrazo.

Al final, lo principal prevalece, y el Estero de la Ribera antiguo sigue siendo simplemente ininuagable, incomparable.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El vendedor de cocas.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El vendedor de cocas.

Aunque ya las pastelerías ayamontinas se encargan de aclararlo, conviene insistir en que la coca a que nos referimos no es más que un riquísimo dulce de la tierra, hecho a base de harina, azúcar, sidra y almendras.

La coca se puede comer durante todo el año, pero la época álgida es sin duda la Cuaresma y Semana Santa, aunque también por Navidad es importante su consumo.

Durante el pasado siglo existían en Ayamonte dos o tres pastelerías: el Buen Gusto, Rafalito Aguilera, Esteban, y pare usted de contar, aunque algún bloguero recuerde alguna más.

Pero la coca era dulce "de calle", es decir, la vendían en plena calle los propios pasteleros o familiares de los mismos. En el caso que nos ocupa y que refleja la antigua foto que publicamos, es el amigo Carmelo Pérez Gómez, conocido en su tiempo por "Carmelo el de las cocas", que en ocasiones también vendieron su padre y su tío Manuel "Chatarra". La foto está quitada a las puertas de la desaparecida cafetería "Maricambá", y se puede observar como en la pared de enfrente cuelga como una pizarra. Se trataba de eso precisamente, una especie de pizarra donde se escribía el título de la película que ese día se pasaba en el cine Cardenio.

Obsérvese el cuidado higiénico del simpático vendedor, como cubre las porciones de coca con un paño blanco a fin de impedir la invación de insectos, especialmente de moscas. Y cuidadosamente trajeado. Junto al vendedor, sestean dos señores a la espera de tomar café o quizás disfrutando del ya ingerido. Qué tiempos, Dios mío.


AYAMONTE EN EL RECUERDO. Sentarse a la puerta de la casa.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Sentarse a la puerta de la casa.

A las nuevas generaciones les puede parecer surrealista eso de sentarse en la puerta de la casa para ver pasar a la gente, para tomar el fresquito, para descansar, para criticar, para saludar a los vecinos y viandantes, en fin, para ver, a ciertas edades, como pasa el tiempo por delante nuestro, indiferente, inmisericorde. Pero fue costumbre muy extendida en nuestro Ayamonte, si no pregúntenle al amigo Vicente Delgado las horas y horas que pasaba su padre, el recordado carpintero de ribera, sentado a la puerta de su casa al inicio de la calle Galdames.

Pero en el caso de la foto que ilustra esta entrega, hay algo más que destacar: la incomensurable lección de ternura que nos transmite el amigo Manuel Lorenzo, el que lo mismo te certificaba un paquete postal que te arreglaba una persiana, siempre al socaire de una parsimonia aplastante.

El diccionario de la RAE nos define el sustantivo ternura como la "cualidad de la persona que muestra facilmente sus sentimientos, especialmente de afecto, dulzura y simpatía". Y todo eso y mucho más nos transmite esa estupenda fotografía, llena de luz, de contrastes, de plasticidad, de vida...

Quiero agradecer desde este blog al amigo Manolo el que nos haya regalado los sentidos con ese incomparable testimonio. En este mundo tan enrarecido por contiendas de todo tipo, una imagen así nos trae consuelo y paz.

Gracias, Manolo.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La "Playita del Salón".

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La "Playita del Salón".

En tiempos pasados, cuando todavía no se había extendido Ayamonte hacia el Sur a través del Salón de Santa Gadea, los jóvenes y no jóvenes de la época disfrutábamos de una singular playa o playita: la del Salón.

Todavía restan vestigios de tan singular playa, que hoy nos trae al recuerdo Juan José Núñez, incansable reportero gráfico durante todo el tiempo que permanece en Ayamonte.

Junto a esa ruinosa casa que se ve en la foto que publicamos, y aunque no lo parezca por el descuido y abandono del entorno, existía un extenso arenal, con dunas y retamas, que terminaba en un sitio emblemático del lugar: "la bardita". Una bardita de piedra desde la la cual se lanzaban los buenos nadadores -yo no, porque nunca lo fui- durante la marea llena. Entonces entraba en ese entorno de arenas y retamas, a la izquierda de la bardita según se mira al río, cuando la marea crecía, una lengua de agua que servía de playita para los más pequeños.

No era lugar para coger coquinas, pero sí para cazar bocas de caballetes durante la bajamar.

Ver ese lugar en el estado en que se encuentra da pena, porque queramos o no, esa fue nuestra playa durante muchísimos años. Solo había que cruzar el estero en la patera de Paco el Lanchero y tirar por el muro hasta la "Playita del Salón", donde permanecíamos todo el día y aprovechábamos para disfrutar de las dos actividades dichas: el baño y la caza de bocas de caballetes.

 


AYAMONTE EN EL RECUERDO. Aquellos olores urbanos...

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Aquellos olores urbanos...

El abuelo se sentó en la silla de la Maestra. Ese día el abuelo se disponía a dar una clase muy especial a los alumnos de primaria, les hablaría de un pasado que ellos no conocieron, es más, que ni siquiera sospecharon, les va a relatar cómo eran aquellos olores que se respiraban en el Ayamonte de mitad del pasado siglo, olores urbanos hoy desaparecidos, bien porque desaparecieron los centros productivos de los mismos, bien porque la producción y elaboración de mercancías ha cambiado radicalmente y ya no ha lugar a disfrutar de aquellos incomparables efluvios.

Mirad, niños, os voy a contar cómo se olía antiguamente en Ayamonte, cuando yo tenía la edad que ahora tenéis vosotros.

Cerca del muelle, en la calle Aduana, había una cafetería conocida como la de "Manolito el del quiosco". En ella se elaboraba un exquisito café, posiblemente el mejor del pueblo. Tan es así, que alrededor de aquella cafetería se olía a café recién hecho, mezclándose con el olor a sardinas cocidas en las calderas de una fábrica de conservas cercana, la fábrica llamada de "Indemar".

Muy cerca de ese lugar, en la calle Cervantes, había una mercería regentada por una señora llamada Feliciana, pero conocida como "Feliciana la del café". ¿Sabéis por qué?. Porque aquella buena señora vendía café portugés de contrabando, y como entonces no se conocía la técnica de envasado al vacío, a través del plástico de las bolsas salía el olor a café natural, un olor riquisímo que inundaba la calle y se confundía con el olor a pana de la tienda de Guerrero, de franela de la de Manolito el Lápiz y la pañería de la tienda de Paca la Parreña, todo ello mezclado con el olor a viruta de madera recién cepillada de la carpintería de Leopoldo Aguilera.

Por la calle Lepe, al principio, que es como siempre llamamos los ayamontinos a la calle Huelva, se disfrutaba de un rico olor a jamón bien cortado de la tienda de una señora llamada Sarita y que cortaba con maestría su esposo, el bueno de Eduardo Morán. Enfrente, un rico olor a vermut procedente de una tasca llamada "La Oficina", del Sr. Elías, que los clientes acompañaban con unas lonchas de tocino de jamón envueltas en un papel de estrasa.

Nuestro precioso centro olía también a buenos perfumes, pues entonces se vendía mucho la colonia a granel, y claro, cada vez que se abría un tarro para despachar una porción,el efluvio de la colonia llegaba a la calle. Eso era muy propio en la calle Real, donde estaba la perfumería "La Giralda".

También de las barberías salían ricos olores. De la del maestro Celedonio, en la callejita que era conocida por su nombre, al ser muy estrecha, pendía en el aire un rico olor a "Floid", que era un producto que el maestro extendía por la cara recién afeitada del cliente.

Abundaban los olores a pan recién hecho de las muchas tahonas que había en el pueblo; a buena cocina, en la calle Zamora, procedente de "Casa Barberi"; a pescaíto recién frito del bar de Margallo. Y a rica chacina a lo largo de buena parte de la Avenida y la calle Huelva procedente del almacén de un señor conocido por "el Chacinero". Hasta el carbón y el cisco de la tienda de Caraballo olían bien.

Y no digamos el olor a chocos fritos del bar de "Manolito el de la plaza"; de sangre encebollada de "La Alegría de la Plaza"; de jeringos de Rogelio y de fruta fresca, siempre del tiempo, de la plaza Abastos.

Más olores quedan por citar, pero ya al abuelo le falla la memoria.


AYAMONTE EN EL RECUERDO. 60 aniversario del Instituto Laboral.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. 60 aniversario del Instituto Laboral.

 

 

La avenida de Andalucía ha vuelto a llamarse del Generalísimo; el paseo de la Ribera, de Queipo de Llano; la plaza de La Laguna, plaza de José Antonio; la calle Buenavista, del General Yagüe…

Desde la curva del astillero de Zamudio, dejando atrás la “casa colorá”, circula despacio un taxi negro y cúbico; en sentido contrario, un volquete tirado por una mula rumbo a una pedrera y unos carros cargados de grandes bocoyes e igualmente tirados por mulas, en los que los antiguos aguaores, Patalingue, Piporro, Miguel Antúnez... se dirigen a la "Casita del Agua" para cargar el líquido elemento y su posterior distribución casa por casa.

Han abierto sus puertas las tabernas del  Lana y el Adoquín; el bar la Gasolinera, el de la Cepa, el Túnez, y cerrando el íter del vino de la avenida, el viejo Rancho Grande.

Antonio Campos y los hermanos Castelo abren sus barberías y preparan los utensilios del oficio a la espera del primer cliente.

En el estero, los galeones aparecen anclados junto a sus acostaos, y un buen número de canúas de las que se dedican a la pesca del mechillón.

A las nueve de la mañana Paco el Lanchero ha cruzado ya varias veces el estero de la Ribera, y a esa misma hora, con puntualidad castrense, abren sus puertas las tiendas de Rafalito Aguilera, Salvador Morlera, La Giralda de Sanchito, la Caldera de los Pallares, Enrique el Locero, el Buen Gusto, Casa Fernández, Almacenes Arcos, Sotito, las tahonas de Salazar, Carrito, Elías, que impregnan con incomparable olor a pan recién hecho las calles de sus alrededores.

La plaza de abastos ha vuelto cargada de romanticismo, abierta y luminosa, con su inolvidable suelo de chinorros, y ya trabajan frenéticamente en sus puestos carniceros,  pescaeros, cafeteros, fruteros... y Angel E`sury  siente sus pinceles llamar a "generala" para dejar plasmado en un lienzo todo el encanto contenido en el entorno

El paisaje urbano es pobre, pero bello y romántico. Aun no ha sido flagelado por el desmadre urbanístico que pronto nos privará de las ruinas del Castillo romano y del Baluarte, y desde cualquier punto se pueden contemplar alrededores atractivos. Desde casi todos los lugares se ve el río, el castillo y las torres y espadañas de las iglesias.

Desde la estribación norte del Muelle de Poniente la vista del barrio de La Villa resulta paradisíaca. La vieja torre de la iglesia del Salvador, de piedra ocre y erosionada por los vientos, se da la mano con la amurallada del Castillo en ruinas. A sus pies, la Plaza del Salvador, "el Solá", corona inconfundible del barrio de la Villa, un barrio  de casitas bajas de tejados musgosos, de gatos domiciliados, de pana sudada, de bravas espigas, de olor a vieja tahona, de aguas frescas de manantiales urbanos, de viejas escuelas, de vinos bebidos "a tropezón", de brocal de pozo erosionado por cuerdas en manos de rudas y bellas mujeres, de baldeos al atardecer, de un viejo pastor lusitano conviviendo con el apóstol en una secular "madrugá", de cuna de niños expósitos...

La torre de la iglesia de las Angustias luce libre y esplendorosa, erguida y solitaria, apoyándose en un baluarte de piedra que ya no espera desembarcos de piratas, aunque los más románticos afirman que sus viejas piedras conservan cierto olor a pólvora y que en las noches silenciosas y en calma se pueden oir ruidos de sables y espadas… Tiempos pasados que no volverán pero quedan en el recuerdo.

 

Y el siglo XX estaba a punto de superar la cresta de su centenario recorrido cuando Ayamonte amaneció "sembrada" de carteles que anunciaban la apertura de un Instituto Laboral, un centro de Enseñanza Media, que se ubicaría en el lugar que tiempos pasados fuera Casa Cuartel de la Guardia Civil y Convento Mercedario, entre la iglesia de la Merced y la vieja Escuela del mismo nombre.

 

         En principio, muy pocos entendían, o entendíamos, el verdadero contenido del mensaje: ¿qué era un Instituto Laboral?, ¿qué era un Centro de Enseñanza Media?, incluso, ¿qué era un Bachillerato Laboral?

 

         A partir de la Escuela Primaria, a los niños ayamontinos de familias pobres, o sea, la inmensa mayoría, solo les quedaba incorporarse al mundo del trabajo a través de aquella legendaria figura del aprendiz.

 

         Aparentemente, la apertura de un Centro de Enseñanza Media, que además sería gratuita, significaba un salto cualitativo en pos de una pretendida igualdad social, rompiendo así la gran desigualdad de clases existente. Mas la intención era bien distinta: no se trataba de que los hijos de los trabajadores terminaran siendo licenciados universitarios, sino mecánicos navales, técnicos de astilleros, patrones de la mercante, soldadores, electricistas. De suyo, el nuevo Bachillerato tenía un carácter mixto en el terreno pedagógico: a las clásicas asignaturas llamadas humanidades añadía las del conocimiento del mundo marino y marinero y los oficios más conocidos.

 

         Pero una vez más el Régimen se equivocó. El ansia de saber de muchos de aquellos alumnos evitó el estancamiento en titulaciones medias o simplemente técnicas, y proliferaron los médicos, abogados, maestros...

 

         Alucinantes para nosotros fueron aquellos inicios. Era como una ensoñación recibir clases de profesores y catedráticos foráneos que vinieron destinados al Instituto: Don Juan Fernández Fernández, el primer director, flemático, impenetrable; Doña Carmen Sigler Jiménez, que terminaría siendo su esposa, tal para  cual incluso antes de compartir común colchón; Doña Pilar Cruz Miñana-Soriano, todo un sex symbol del momento, áspera de carácter y absolutamente inaccesible; Doña María Jesús Valdés-Hevia y Villa, la elegancia personificada; Don Ignacio Fernández García, nuestro mito, el gran sembrador de empatías...

 

         Casi podríamos afirmar que el concepto minimalista nació con nuestro Instituto Laboral: las aulas justas, las oficinas mínimas, un claustro que a la vez era gimnasio y taller de carpintería. Pero funcionó, y de qué manera. Es cierto que muchos abandonaron nada más empezar y otros tantos no llegaron al final del camino, pero otros muchos alcanzaron grandes metas.

 

         Hoy, al cabo de sesenta años, a los ya viejos alumnos de aquellas primeras promociones, no nos queda más que ser agradecidos por la oportunidad que nos ofreció nuestro añorado Instituto Laboral, agradecimiento hoy extensible a la Dirección del Instituto Guadiana y a su claustro de profesores por la oportunidadque nos han dado de participar de forma tan activa en esta, quizás para muchos, la última efeméride.

AYAMONTE EN EL RECUERDO: El viejo estero de la Ribera.

AYAMONTE EN EL RECUERDO: El viejo estero de la Ribera.

Reconozco que es una obsesión. Para qué vamos a andar con rodeos. Dos rincones del viejo Ayamonte me insuflaban un pellizco al contemplarlos: la curva de la cuesta de Morillas cuando a la ciudad se llegaba por la carretera antigua y ya se vislumbraba el paisaje urbano en la lejanía, y el viejo estero de la Ribera, que se plantaba ante nuestra vista con embelesedora belleza al superar la conocida como curva del astillero hoy llamada de los Miguelitos.

Estampa incomparable ver las embarcaciones besando la Avenida, como queriendo pasear por su acera o llevar a sus marineros hasta las mismas puertas de la Cepa, el Túnez o el Rancho Grande. O al despuntar el día, cuando llegaban los viajeros del tren; o ver a Manolo el Petenero y Pepe Frigolet, con sus cansinos andares, caminar en busca de las charangas; o como la buena de Isabelita Aveiro volvía de la misa de ocho y media y como los chiquillos de la escuela de los Marinos esperaban a las puertas de la vieja escuela la llegada del maestro, que en algunos casos serían Enrique Muniz o Luciano Pereira como sustitutos del titular que ese día no llegaría.

Era un primor contemplar cómo los barcos, indistintamente, flotaban en sus aguas o descansaban sus sufridos y calafateados costados en el fango cuando la bajamar. Y aquella más que romántica estampa, como la que recoge la fotografía que ilustra esta entrega, de marineros pescando no sé qué, pero seguramente almejas, o anguillas, algún lenguado, y siempre arbiñocas que servirían de carná en la pesca con aparejos que nos traen a la memoria a dos viejos expertos en tales menesteres: Juanito el Guinga y Pepe el Zamboro.

Barcos de vela, a motor, y botes sin vela ni motor. Barcos, siempre barcos como esencia de la vida marinera ayamontina, y un estero que cedió sus dominios en aras de una dársena pesquera que al final se ha convertido en refugio de motoras de recreo con las que ya no se recrean sus arruinados dueños, y quedó a disposición de diseñadores que no terminan de definir lo qué quieren hacer en él o con él.

Sé que algunos blogueros me van a decir que del estero ya he escrito otras veces. Yo les contesto: y las que quedan.


AYAMONTE EN EL RECUERDO. El reloj de la torre del Salvador.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El reloj de la torre del Salvador.

"Y el viejo reloj villorro, agradecido y ufano, cada vez que da las horas le manda su amor de hierro al tendero enamorado".

De esta guisa terminaba yo el largo romance que en su día le dediqué a mi amigo Fermín, el impenitente relojero de la torre de la iglesia del Salvador después de lograr, tras ardua lucha, que el viejo reloj villorro volviera a funcionar.

En estos días de fiestas en el barrio villorro del Salvador, la nostalgia me hace volver la vista atrás y recordar como en aquellos pasados años, que ya son muchos, el reloj daba las dos de la madrugada, más o menos la hora en que todo terminaba; ya habíamos brincado con "Paquito el chocolatero" y el sempiterno ponchero, el amigo Chamorro, recogía el puesto.

Antes, habíamos bailado al son de los viejos boleros de Lucho Gatica: "la barca", "el reloj", "historias de un amor"... un repertorio que se repetía cada año, al fin y cabo era la época dorada del bolero.

Y como testigo imperturbable, nuestro querido reloj, al que Fermín dio nueva vida, y que hoy os muestro gracias a la gentileza de mi amigo Angustín Lorenzo, que ha subido la foto al muñeco diabólico para nuestro deleite.

Ahora quiero yo leer lo que los nostálgicos que tanto me solicitan artículos como el presente quieran escribir, entre ellos mi amigo el "comunista atípico de la plaza de las Monjas".

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La tienda casera de Carmen la Fogona.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. La tienda casera de Carmen la Fogona.

Atendiendo la petición de la bloguera Lucía Roncero Cruz y de otros tantos, entre los que se encuentra el comunista raro de la Plaza de las Monjas, vamos a tratar, como ellos me dicen, "cosas antiguas de Ayamonte". Son jóvenes y tienen ansias de recordar pasajes de su niñez o que se les cuente cosas que ellos no conocieron. Pues vamos allá.

Voy a tratar hoy de una pequeña tienda que había en la calle Olivo 17, en el barrio del Peñón, poco más arriba de mi casa, frente a la balda. En dicha casa vivía un matrimonio compuesto por Francisco Garlito, pero conocido como Agapito el Cojo, y Carmen Garcés, conocida por Carmen la Fogona, hermana de un afamado oftalmólogo ayamontino, Ramón Garcés, radicado en Huelva capital.

En esos tiempos -años cuarenta y cincuenta- proliferaban las tiendas de comestibles y artículos varios, llamadas de desavío, que venían ubicadas en la propia casa del tendero o tendera. Ya verán la cantida de tiendas que citarán mis blogueros.

Carmen la Fogona vendía de todo, desde patatas hasta mariposas con sus pabilos para alumbrar santos y familiares perdidos. Carmen era analfabeta total, pero se las apañaba para apuntar el fiado. Así, utilizaba signos o dibujos: rayita pequeña, cinco céntimos; rayita grande, diez céntimos; en la gama de los reales y pesetas utilizabas pequeñas circunferencias, medianas o grandes según el valor de la moneda.

Estas tiendas tenían la ventaja de que se podía disponer de ellas todos los días y a todas horas, pues como decía antes, la tienda estaba en la propia casa de sus dueños.

Agapito, por su parte, era marinero, con mi padre trabajó muchas veces en el acostado "Duero", del "España", y en el invierno en el mechillón. Otra particularidad de la casa de Carmen es que tenía aparato de radio y allí iban las vecinas a oir Radio Costera. Qué tiempos.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El cipote de Manolito Arenas.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El cipote de Manolito Arenas.

Hace ya muchos años que nuestra Diana de las Angustias perdió su encanto, es más, parece condenada a la extinción. ¿La culpa?. No sé, pero mucho me temo que lo fuera ese concepto equivocado de libertad en virtud del cual todo vale, un todo a cien en el mundo de la Culura.

Rercuerdo aquellas mañanas de vísperas patronales alegres, divertidas, con el aguardiente como protagonista, pero sin desmadres, sin faltar al respeto a nadie y sin maltratar el paisaje urbano.

Un año, no recuerdo cuál, un ayamontino tuvo una genial ocurrencia: transformar el tradicional búcaro para el aguardiente nada menos que en un cipote. Fue y sigue siendo de extrañar que se lo permitieran, dada la época, pero lo cierto es que Manolito Arenas, hoy dedicado a vigilar nuestro parque municipal, nos invitaba a todos a empurrar el cipote y tomar el trago de aguardiente. Había que ver las caras de más de uno y de otra, que seguro se imaginaban momentos eróticos con el cipote en las manos.

Fue la famosa Diana del cipote de Manolito Arenas, que ahora ha colgado una foto en Internet junto a mi amigo Tapaera, que no parecen los mismos, están hechos unos dandi y no unos adefesios como ahora.

Por cierto, ¿conservas el famoso cipote, mojarra?. Si es así, queremos verlo.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El arte de maquear.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El arte de maquear.

Cada época tiene su encanto, no es cierto eso de que todo tiempo pasado fue mejor, lo que ocurre es que a veces la añoranza nos hace echar de menos todo lo anterior y nos pone un velo a la evolución lógica de las costumbres.

Hoy me refiero a una época de mucha escasez, de pobreza, pero por ello preñada de imaginación. Ni un duro en los bolsillos, qué digo un duro, ni un real, o como decíamos los ayamontinos, ni un "vintén", pero la vida estaba ahí, para vivirla, y había que ingeniarse la manera de hacerlo.

Una de nuestra diversiones adolescentes era el maquear, lo poco que teníamos para vestir lo reservábamos para los domingos, una chaqueta, una corbata, una camisa almidonada y... a maquear que se dijo.

Estos días mi amigo Celedonio Martín Ríos ha publicado en Feisbu un foto mía de adolescente perfectamente maqueado, incluso con esa oreja izquierda desprendida que pide a voces un broche, pero que así tenía su encanto, y que reproduzco ahora. Al amigo Cele, como se parecía mucho a mí, le bastaba ese parecido para maquear porque las jovencitas pensaban que era yo, aunque no lo hacía mal el chaval.

Se me olvidaba un componente imprescindible para el buen maquear: el fijador para el pelo que comprábamos en la droguería del "Canario" en la calle Real.

Gracias por recordarme la foto, hermano Cele. No eras malo maqueando, no, claro que jugabas con la ventaja de tu parecido conmigo.

Me dicen que el Núñez-Ayaba maqueaba poco y que era más moscón que otra cosa.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Alumnos vs profesores.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Alumnos vs profesores.

Los encuentros de fútbol entre profesores y funcionarios contra los alumnos fueron acontecimiento corriente mediados el pasado siglo. Generalmente se aprovechaba la festividad de San Tomás de Aquino, patrón de los estudiantes, para organizar todo tipo de eventos culturales: música, deporte, teatro...

La foto que ilustra esta entrega ha sido colgada en Internet, pero ignoro quien lo ha hecho. En ella podemos identificar a una serie de profesores y empleados del viejo Instituto Laboral, incluidos dos sacerdotes que fueron profesores de Religión, y que jugaban de primor, sobre todo el padre García.

Personales inolvidables como Manolo Fería, el "Tejaíto", o Pepe Jiménez Humanes, "Herramientas", nos evocan un pasado irrepetible.

Según se puede leer, ganaron los profesores por 3-2, y no es de extrañar porque contaban con muy buenos jugadores; así y todo llama la atención el resultado, lo que pone de manifiesto que en el equipo de alumnos jugarían algunos "mantas", como el que suscribe.

Estoy en condiciones de identificar a todos los presentes en la foto, pero prefiero que lo hagan mis fieles blogueros. Así que adelante, que si hace falta ya echaré yo una manita.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Cuando el comercio del centro daba para todo.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Cuando el comercio del centro daba para todo.

Mucho, muchísimo ha cambiado el centro comercial abierto de Ayamonte, el tradicional. El comercio del centro, vamos. Tanto, que ni parece el mismo.

Yo creo que una de las "cuentas pendientes" que siempre tuyo la capital con nosotros fue precisamente la del comercio. Se decía por quienes nos visitaban que Ayamonte contaba con un centro comercial mejor que el de la mismísima capital. Y no es que fuera exactamente así, pero comparando la demografía de ambas localidades sí que se explicaba.

Grandes y expertos empleados parió nuestro tradicional comercio del centro. Unos terminaron estableciéndose por su cuenta; otros permanecieron tras el mostrador hasta su jubilación, aportando experiencia y amabilidad, buenas formas y sabiduría.

También era frecuente que estos empleados se organizaran en distintas actividades, y el fútbol no podía quedarse atrás, así que traemos a colación una fotografía en la que aparecen muchos de ellos, afortunadamente un buen número permanece entre nosotros. Otros, como el inolvidable y excelente portero Verísimo da Luz Villegas, nos dejaron demasiado jóvenes.

Pero ahí quedan estas letras y esa fotografía para el recuerdo y la nostalgia.

AYAMONTE EN EL RECUERDO: Los barcos de guerra en las fiestas de las Angustias.

AYAMONTE EN EL RECUERDO: Los barcos de guerra en las fiestas de las Angustias.

Se entiende el Estado del bienestar aquella situación en que el Estado, en comunión con las organizaciones sociales, presta a todos los ciudadanos sin distinción todos los servicios sociales necesarios a la comunidad. O sea, pura entelequia, pura utopía por lo imposible.

Como suele ocurrir en Política, los líderes suelen patrimoniolizar lo que es general cuando les interesa, claro. Zapatero presumía mucho de habernos dado a los españoles el Estado del bienestar. Pero a su manera, es decir, al estilo de la antiguas Roma: el pan mínimo necesario y circo, mucho circo.

Pero no es nueva la cosa, ya digo que los romanos ya lo practicaron. En nuestra ciudad hubo una época, durante la última dictadura, en que un alcalde populista ofreció al pueblo mucho circo en forma de Legión, aviones...y barcos de guerra durante la fiestas patronales. Nadie sabe cuánto le costó eso al erario público mientras la caja de Intervención guardaba telarañas y los empleados vivían a base de anticipos.

Pero bueno, mirando el lado lúdico de la cosa, es lo cierto que la llegada y permanencia de los barcos de guerra daban caché y sobre todo alegría al real con la proliferación de jóvenes marineros y las visitas a lo barcos atracados a puerto. Un espectáculo sumamente agradable y vistoso. Nuestras fiestas de hoy se han reducido a un gran comedor en forma de casetas y una sola banda de música portuguesa. El Estado del bienestar se tambalea.

Espero que mi amigo Santana se sienta satisfecho por haber tratado en Mojarrafina un tema de nuestros recuerdos.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Una de gremios.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. Una de gremios.

No es que en nuestros tiempos no existan los gremios, pero aparecen algo difusos, las asociaciones de todo tipo han venido a casi eliminar el viejo término. En Sevilla pasé muchísimas veces por calles de denominación gremial, como la de  los alfareros en la vieja Triana. En nuestra ciudad, no recuerdo si existe alguna más que la de Pescadores.

La foto que traemos a colación recoge a antiguos conductores y mecánicos, todos ellos de mucha valía. Posan encima de un antiguo "Aiga" descapotable, con el motor a la vista, teniendo como decorado de fondo un letrero que nos recuerda nada menos que a la desaparecida pensión "la Colombina", aunque su entrada estaba ubicada en la calle Juan de Zamora.

Al volante del vetusto automóvil figura el que fuera taxista, Carlos Vázquez, rodeado de chóferes y mecánicos: Paco y Manolo Domínguez Perlacia, taxistas; Manolo Morales, mecánico; Marcelino, chófer de los viejos camiones del Despacho Central, y Emilio Ramos, el sempiterno chófer particular del alcalde Narciso Martín Navarro. De espaldas, uno de los dos cronistas de la época, el inolvidable Manuel Feria Sousa "el Tejaíto".

He dejado para el final al personaje de los personajes, que posa ufano como siempre en el centro de la foto: José Rodríguez Silva, "el Chico", íntimo amigo, según él, de Franco y Salazar. Echo de menos al tercer Perlacia, Antonio.

No sé qué celebraban, seguramente la llegada del atractivo automóvil o algo por el estilo, pero desde luego no deja de ser una instantánea perfectamente encuadrable en el capitulado de esta entrega: Ayamonte en el recuerdo.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El paso de los Santos Varones.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. El paso de los Santos Varones.

Aunque algunos cofrades de los de hoy piensen que nuestra Semana Santa comenzó cuando ello alcanzaron el poder en las cofradías, sabemos que no es así, que nuestra Semana Mayor, antes de ser Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía, ya existía desde tiempo casi inmemorial.

Lógicamente, como todo se renueva en la vida, también ha sucedido así con nuestros pasos, a veces con acierto y otras con evidente desacierto. Yo no voy a poner en entredicho el enorme valor artístico de nuestro grupo del Descendimiento, al fin y al cabo su autor, Planes Peñalver, es de los imagineros más destacados de nuestro país. Pero, no sé por qué, a mi me mueve más a la contemplación cofrade el antiguo grupo del Descendimiento, el popularmente conocido como el de los "Santos Varones",como me gustan más las antiguas andas tipo gótico que las tan retorcidas de hoy, como ocurre con las de la Vera Cruz y la Lanzada.

Obsérvese como nuestro entrañable "Señor Sin Tripas", el Cristo de la Buena Muerte, ha pasado por tantas situaciones procesionales; aquí es el Cristo descendido de la cruz, pero también procesionó como cruficiado solitario en dos etapas bien definidas.

Me llegan noticias de que este año no procesionará la Virgen de la Victoria, seguramente será debido a cuestiones económicas -Catarro, vuelve, implorarán algunos- y que los "estrenos" brillan por su ausencia. Se trata de un arma de doble filo: por un lado, es malo porque huele a involución; y, por otro, bueno, porque huele a escarmiento por tanto despilfarro durante los últimos años.

De todas formas, la contemplación del antiguo paso de los "Santos Varones", nos invita a la contemplación serena de nuestra más señera Semana Santa.