AYAMONTE EN EL RECUERDO. Aquellos olores urbanos...
El abuelo se sentó en la silla de la Maestra. Ese día el abuelo se disponía a dar una clase muy especial a los alumnos de primaria, les hablaría de un pasado que ellos no conocieron, es más, que ni siquiera sospecharon, les va a relatar cómo eran aquellos olores que se respiraban en el Ayamonte de mitad del pasado siglo, olores urbanos hoy desaparecidos, bien porque desaparecieron los centros productivos de los mismos, bien porque la producción y elaboración de mercancías ha cambiado radicalmente y ya no ha lugar a disfrutar de aquellos incomparables efluvios.
Mirad, niños, os voy a contar cómo se olía antiguamente en Ayamonte, cuando yo tenía la edad que ahora tenéis vosotros.
Cerca del muelle, en la calle Aduana, había una cafetería conocida como la de "Manolito el del quiosco". En ella se elaboraba un exquisito café, posiblemente el mejor del pueblo. Tan es así, que alrededor de aquella cafetería se olía a café recién hecho, mezclándose con el olor a sardinas cocidas en las calderas de una fábrica de conservas cercana, la fábrica llamada de "Indemar".
Muy cerca de ese lugar, en la calle Cervantes, había una mercería regentada por una señora llamada Feliciana, pero conocida como "Feliciana la del café". ¿Sabéis por qué?. Porque aquella buena señora vendía café portugés de contrabando, y como entonces no se conocía la técnica de envasado al vacío, a través del plástico de las bolsas salía el olor a café natural, un olor riquisímo que inundaba la calle y se confundía con el olor a pana de la tienda de Guerrero, de franela de la de Manolito el Lápiz y la pañería de la tienda de Paca la Parreña, todo ello mezclado con el olor a viruta de madera recién cepillada de la carpintería de Leopoldo Aguilera.
Por la calle Lepe, al principio, que es como siempre llamamos los ayamontinos a la calle Huelva, se disfrutaba de un rico olor a jamón bien cortado de la tienda de una señora llamada Sarita y que cortaba con maestría su esposo, el bueno de Eduardo Morán. Enfrente, un rico olor a vermut procedente de una tasca llamada "La Oficina", del Sr. Elías, que los clientes acompañaban con unas lonchas de tocino de jamón envueltas en un papel de estrasa.
Nuestro precioso centro olía también a buenos perfumes, pues entonces se vendía mucho la colonia a granel, y claro, cada vez que se abría un tarro para despachar una porción,el efluvio de la colonia llegaba a la calle. Eso era muy propio en la calle Real, donde estaba la perfumería "La Giralda".
También de las barberías salían ricos olores. De la del maestro Celedonio, en la callejita que era conocida por su nombre, al ser muy estrecha, pendía en el aire un rico olor a "Floid", que era un producto que el maestro extendía por la cara recién afeitada del cliente.
Abundaban los olores a pan recién hecho de las muchas tahonas que había en el pueblo; a buena cocina, en la calle Zamora, procedente de "Casa Barberi"; a pescaíto recién frito del bar de Margallo. Y a rica chacina a lo largo de buena parte de la Avenida y la calle Huelva procedente del almacén de un señor conocido por "el Chacinero". Hasta el carbón y el cisco de la tienda de Caraballo olían bien.
Y no digamos el olor a chocos fritos del bar de "Manolito el de la plaza"; de sangre encebollada de "La Alegría de la Plaza"; de jeringos de Rogelio y de fruta fresca, siempre del tiempo, de la plaza Abastos.
Más olores quedan por citar, pero ya al abuelo le falla la memoria.
12 comentarios
Sin doblete no hay triplete -
El Torrija -
El Bardita -
Cascarrabia -
Manolo Cruz -
Un poquito antes la Laguna olia de maravilla a cafe cafe, del tostadero de Casa Martin Navarro.
Bambi -
Ayaba -
Esury -
Manuel Celedonio -
ayamontina -
Te digo lo mismo que en el artículo anterior, gracias Trini. Me encantan.
Manuel Alvarez Villegas -
Quedaran algunos más, pero la memoria no dá para más.
Saludos.
Pedro Capilla -