AYAMONTE EN EL RECUERDO. 60 aniversario del Instituto Laboral.
La avenida de Andalucía ha vuelto a llamarse del Generalísimo; el paseo de la Ribera, de Queipo de Llano; la plaza de La Laguna, plaza de José Antonio; la calle Buenavista, del General Yagüe…
Desde la curva del astillero de Zamudio, dejando atrás la “casa colorá”, circula despacio un taxi negro y cúbico; en sentido contrario, un volquete tirado por una mula rumbo a una pedrera y unos carros cargados de grandes bocoyes e igualmente tirados por mulas, en los que los antiguos aguaores, Patalingue, Piporro, Miguel Antúnez... se dirigen a la "Casita del Agua" para cargar el líquido elemento y su posterior distribución casa por casa.
Han abierto sus puertas las tabernas del Lana y el Adoquín; el bar la Gasolinera, el de la Cepa, el Túnez, y cerrando el íter del vino de la avenida, el viejo Rancho Grande.
Antonio Campos y los hermanos Castelo abren sus barberías y preparan los utensilios del oficio a la espera del primer cliente.
En el estero, los galeones aparecen anclados junto a sus acostaos, y un buen número de canúas de las que se dedican a la pesca del mechillón.
A las nueve de la mañana Paco el Lanchero ha cruzado ya varias veces el estero de la Ribera, y a esa misma hora, con puntualidad castrense, abren sus puertas las tiendas de Rafalito Aguilera, Salvador Morlera, La Giralda de Sanchito, la Caldera de los Pallares, Enrique el Locero, el Buen Gusto, Casa Fernández, Almacenes Arcos, Sotito, las tahonas de Salazar, Carrito, Elías, que impregnan con incomparable olor a pan recién hecho las calles de sus alrededores.
La plaza de abastos ha vuelto cargada de romanticismo, abierta y luminosa, con su inolvidable suelo de chinorros, y ya trabajan frenéticamente en sus puestos carniceros, pescaeros, cafeteros, fruteros... y Angel E`sury siente sus pinceles llamar a "generala" para dejar plasmado en un lienzo todo el encanto contenido en el entorno
El paisaje urbano es pobre, pero bello y romántico. Aun no ha sido flagelado por el desmadre urbanístico que pronto nos privará de las ruinas del Castillo romano y del Baluarte, y desde cualquier punto se pueden contemplar alrededores atractivos. Desde casi todos los lugares se ve el río, el castillo y las torres y espadañas de las iglesias.
Desde la estribación norte del Muelle de Poniente la vista del barrio de La Villa resulta paradisíaca. La vieja torre de la iglesia del Salvador, de piedra ocre y erosionada por los vientos, se da la mano con la amurallada del Castillo en ruinas. A sus pies, la Plaza del Salvador, "el Solá", corona inconfundible del barrio de la Villa, un barrio de casitas bajas de tejados musgosos, de gatos domiciliados, de pana sudada, de bravas espigas, de olor a vieja tahona, de aguas frescas de manantiales urbanos, de viejas escuelas, de vinos bebidos "a tropezón", de brocal de pozo erosionado por cuerdas en manos de rudas y bellas mujeres, de baldeos al atardecer, de un viejo pastor lusitano conviviendo con el apóstol en una secular "madrugá", de cuna de niños expósitos...
La torre de la iglesia de las Angustias luce libre y esplendorosa, erguida y solitaria, apoyándose en un baluarte de piedra que ya no espera desembarcos de piratas, aunque los más románticos afirman que sus viejas piedras conservan cierto olor a pólvora y que en las noches silenciosas y en calma se pueden oir ruidos de sables y espadas… Tiempos pasados que no volverán pero quedan en el recuerdo.
Y el siglo XX estaba a punto de superar la cresta de su centenario recorrido cuando Ayamonte amaneció "sembrada" de carteles que anunciaban la apertura de un Instituto Laboral, un centro de Enseñanza Media, que se ubicaría en el lugar que tiempos pasados fuera Casa Cuartel de la Guardia Civil y Convento Mercedario, entre la iglesia de la Merced y la vieja Escuela del mismo nombre.
En principio, muy pocos entendían, o entendíamos, el verdadero contenido del mensaje: ¿qué era un Instituto Laboral?, ¿qué era un Centro de Enseñanza Media?, incluso, ¿qué era un Bachillerato Laboral?
A partir de la Escuela Primaria, a los niños ayamontinos de familias pobres, o sea, la inmensa mayoría, solo les quedaba incorporarse al mundo del trabajo a través de aquella legendaria figura del aprendiz.
Aparentemente, la apertura de un Centro de Enseñanza Media, que además sería gratuita, significaba un salto cualitativo en pos de una pretendida igualdad social, rompiendo así la gran desigualdad de clases existente. Mas la intención era bien distinta: no se trataba de que los hijos de los trabajadores terminaran siendo licenciados universitarios, sino mecánicos navales, técnicos de astilleros, patrones de la mercante, soldadores, electricistas. De suyo, el nuevo Bachillerato tenía un carácter mixto en el terreno pedagógico: a las clásicas asignaturas llamadas humanidades añadía las del conocimiento del mundo marino y marinero y los oficios más conocidos.
Pero una vez más el Régimen se equivocó. El ansia de saber de muchos de aquellos alumnos evitó el estancamiento en titulaciones medias o simplemente técnicas, y proliferaron los médicos, abogados, maestros...
Alucinantes para nosotros fueron aquellos inicios. Era como una ensoñación recibir clases de profesores y catedráticos foráneos que vinieron destinados al Instituto: Don Juan Fernández Fernández, el primer director, flemático, impenetrable; Doña Carmen Sigler Jiménez, que terminaría siendo su esposa, tal para cual incluso antes de compartir común colchón; Doña Pilar Cruz Miñana-Soriano, todo un sex symbol del momento, áspera de carácter y absolutamente inaccesible; Doña María Jesús Valdés-Hevia y Villa, la elegancia personificada; Don Ignacio Fernández García, nuestro mito, el gran sembrador de empatías...
Casi podríamos afirmar que el concepto minimalista nació con nuestro Instituto Laboral: las aulas justas, las oficinas mínimas, un claustro que a la vez era gimnasio y taller de carpintería. Pero funcionó, y de qué manera. Es cierto que muchos abandonaron nada más empezar y otros tantos no llegaron al final del camino, pero otros muchos alcanzaron grandes metas.
Hoy, al cabo de sesenta años, a los ya viejos alumnos de aquellas primeras promociones, no nos queda más que ser agradecidos por la oportunidad que nos ofreció nuestro añorado Instituto Laboral, agradecimiento hoy extensible a la Dirección del Instituto Guadiana y a su claustro de profesores por la oportunidadque nos han dado de participar de forma tan activa en esta, quizás para muchos, la última efeméride.
26 comentarios
ayamontina -
Gracias Trini por transportarme a esa época.
Saludos para todos.
Manuel Celedonio -
Mojarrafina, -
envidia??? -
Manuel Celedonio -
Escribas lo que escribas siempre te van a zurrar, la envidia es muy mala.
Punto y aparte. -
un navegante -
Punto y aparte -
El de la Laguna -
Mojarrafina, -
Uno de la calle rio Miño -
Goma2 -
El de siempre -
Sabe que es lo que despierta polémica y opiniones en su blog.
Tenga "narices" y haga un artículo de política local y aguante los comentarios y no esconda la mano después de tirar la piedra borrando el único artículo de que sobre las elecciones he visto en su blog
F. Navarro -
Feria -
Uno de la calle Lola Martin -
F.Navarro -
F.Navarro -
El de la Laguna -
Trini Flores -
Os doy mi más completa palabra de honor que el artículo ha desaparecido por obra de mi torpeza con el muñeco diabólico, estaba tratando de eliminar algún comentario insultante y se me fue la mano. Nadie me ha reñido, es más, los interesados, Santana, Delars, son muy buenos amigos y se han tomado con buen sentido del humor mi artículo.
No habido problema de fondo, solo de forma. Espero me creáis y me comprendáis.
El de la Laguna -
Manuel Alvarez Villegas -
Como han pasado los años, y como hemos cambiado, de la foto solo conozco dos o tres, son muchos los años sin ver sus caras y muchas la arrugas que surcan nuestros rostros.
Siempre fue un Instituto solo para chicos y observo una Sra. en la foto, supongo porque no habia otra disponible con tanta gente.
¡Felicidades Trini!
Antonio Vidal Ríos -
Son muchos los años que han transcurrido desde que abrió sus puerta para acogernos y formarnos y ha sido reconfortante encontrarnos otra vez para rememorar aquellos momentos.
Gracias por plasmarlo tan brillantemente y agradecer también a nuestro querido Alfonso García Barroso por el gran trabajo desarrollado, tanto documental como organizativo.
Gracias otra vez.
Trini Flores, -
Pedro CAPILLA -
emocionao -