LA BUENA GENTE DE AYAMONTE. Carmelo García Aguilera. El último Canelero del Año.
Un terrible vendaval invade con enorme violencia todos los espacios del pueblo. Los barcos, amarrados al puerto colisionan con el hormigón del muelle, y en las viejas casas el agua se filtra por los tejados. Pero donde esa violencia alcanza límites apocalípticos es un un lugar que no conoce el descanso del perenne látigo de la indigencia más acentuada: la meseta del barrio del Peñón, la era donde se ubican un considerable número de chozas de hojalata, la corona de espinas de Ayamonte. Las Chozas, sin más.
De ese terrible lugar procede nuestro personaje de hoy. Siempre vivió contra corriente, contra marea, enfretándose a los vientos del hambre y del abandono. Tanto él como sus vecinos fueron siempre mirados por las autoridades con la lupa estúpida y arbitraria que busca delincuentes, cuando sólo eran pobres. Nada más, y nada menos. Pobres de una pobreza extrema.
En ese caminar luchando contra todo y contra todos, nuestro paisano Carmelo García Aguilera arribó un día a los arenales de Canela, otro lugar olvidado por los políticos y que ahora visitan con aires turistas. Y allí comenzó su verdadera lucha contra la adversidad, como cuando Juan el Lanchero remaba poniendo proa a Levante o a Poniente según la marea creciera o vaciara con violencia, para terminar en la orilla de enfrente.
Carmelo parece mayor de lo que es. Su rostro, su cuerpo entero, viene señalado por el estigma del trabajo sacrificado, de crudos inviernos en la costa, de abrasadores días de marisqueo, de ir quemándo su vida poco a poco en busca de la subsistencia. Pero en él quedan esos rasgos de dulzura y de paz propio de los hombres buenos, de la buena gente. La fotografía que me facilita Tapi es paradigmática. A Carmelo acaban de nombrarle nada menos que Canelero del Año, y preñado de serenidad, con la emoción contenida en sus adentros, abraza el cuadro donde figura el título quizás más importante de su vida. Cuánta satisfacción sentirá en esos momentos, esté donde esté, la buena y recordada Isabel la Jeringa, aquella mujer que desde la cocina de Barberi impregnara de exquisitos olores la calle Zamora.
Yo supongo que después de ese título a Carmelo le sobre todo lo demás, pero así y todo voy a permitirme incluirlo en esta nómina bloguera en la que figura la buena gente de Ayamonte.