LA BUENA GENTE DE AYAMONTE. Manolo Guerrero o la fidelidad cofrade.
Por mucho que los gamberros se empeñen en destrozarlos a pedradas, siempre es posible encontrar un espejo dónde mirarse. El mundo cofrade, tan complejo en sí mismo, tan contradictorio a veces, tan proclive a parir capillitas que rolan como el viento en busca de la ruta más apacible en ese navegar interesado y superficial, es, también, un mundo que cuando da buenos frutos los da imperecederos, como espejos irrompibles en los que puedan mirarse los que quieren seguir el buen camino, el de la entrega, la fidelidad, el amor a una cofradía.
Manolo Guerrero, antiguo icono de aquella emblemática oficina esquina Huelva-Felipe Hidalgo, la de la CNS, la de “Enfrenteelías”, que compartiera con Vidal y con Furnier, con Fabián Santana y Rafael Losada, con Isidro, con Manolo Rosa, tareas burocráticas y algún que otro lingotazo de vino mesturao en la tasca de enfrente, la “Oficina de Elías”, acompañado de una tapa de tocino de jamón expuesto en un trozo de papel de estrasa de la tienda de Eduardo Morán y Sarita, es uno de esos cofrades incombustibles, que han hecho de la fidelidad una meta.
Su biografía, larga y fructífera en la hermandad del Santintierro de las Angustias, es paradigma de alta escuela. Es de los pocos cofrades que cuando dejan un cargo no se revuelven contra sus antiguas fidelidades. Siempre ha sido y sigue siendo fiel a sus devociones que le vienen de niño, siempre dispuesto a echar una mano.
Si en el mundo cofrade ayamontino un día se tercia llevar a cabo un cursillo dirigido a los nuevos cofrades, sería suficiente leerles, poquito a poco, detenidamente, la biografía de este ayamontino ejemplar, no sólo en el mundo de la Semana Santa, sino en toda su vida. Esos jóvenes aspìrantes sentirían sin duda, como lo hemos sentido todos muchas veces, como la sola presencia del hermano Guerrero es similar a esa calma que anuncia el final de la tormenta y dice adios a la zozobra casi inevitable, ese lenitivo que apura el tiempo del dolor para convertirlo en paz, esa ausencia absoluta de visceralidad en contraste con unas más que reconocida abundancia de buenos modos.
Que Manolo Guerrero Reyes es buena gente, no debe caberle duda a nadie. Así lo ha demostrado a lo largo de toda su vida. Y así esperamos lo siga haciendo este ayamontino integrador de sentimientos dispersos que aun siendo afines navegan por aguas distintas. Modelo a seguir. A mí así me lo parece.
9 comentarios
MRGUEZMA -
El de siempre -
Rumardo III -
Manuel Celedonio Martín Ríos -
Avanti claro -
El Garbancito, no el hermano del Arturo, otro -
Saludos
R.I.P. por I.U. -
El Chicharito -
Para mi corto entender te ha faltado poner que los lingotazos de vino mesturao los servia el padre de Jesús de la calle las Flores, otro de larga ausencia.
Saludos
Trini Flores -