LAS HUELLAS DEL INFORTUNIO. Miguel Flores, el "Mimi".
El partido estaba a punto de comenzar. Sobre el duro terreno de albero del viejo campo de fútbol, unos muchachos, casi niños, ataviados cada cual como puede, a veces con los zapatos de diario, otras con zapatillas de suela de goma, blusa de vestir y pantalón de apaño, se disponen a jugar un partido. Hay expectación en la grada de preferencia por ver sobre todo a un joven jugador que dicen las promete.
Miguel Flores, de la zaga de los Bartolina, mi primo Miguel, y para todos "el Mimi", va a dejar las gargantas secas. Sus quiebros, sus toques de balón, sus carreras con el balón pegado al pie, sus mil y una filigranas, hacen el deleite de los espectadores. Se comenta que un ojeador de un equipo grande vendrá un día a verle, o lo llamarán para pasar una prueba. Con esa ilusión vive Miguel, que ama el fútbol como a su propia vida.
Mas un día, en vez de un ojeador, se presentó el infortunio, ese ente invisible que marca para siempre a las personas. Y le obsequió con una gravísima lesión de la que resultó mutilado para el resto de su vida. La consiguiente depresión no podía faltar a la cita del infortunio -al fin y al cabo son pareja itinerante- y desde entonces Miguel Flores, "el Mimi", ya no volvió a ser el mismo. Su deterioro no sólo fue moral, también físico.
Mi primo Miguel es la estampa del tacirtuno, arriba y abajo con su bastón, se nos parece uraño, difícil de trato. Pero no se equivoquen: párense con él, ofrezcanle conversación, y verán cómo, por encima de la desgracia, del infortunio, de la vieja depresión, emerge un manantial de ternura, de bondad, y aunque no lo crean, de sabiduría.
El infortunio lo marcó para siempre; la depresión se empeñó en ser inseparable compañera. Pero ni el uno ni la otra lograron vencer el alma del "Mimi", ni su expresión más visible: su ternura.
14 comentarios
Un futbolero -
Dortmund-Real Madrid
Le habrá gustado el sorteo al Ayaba y al Mojarrita.
Saludos
Ayaba -
Saludos
Rumardo III -
El Torrija -
Saludos
Juan Manuel Núñez Gozález -
Estuvimos poco tiempo en la miga de la inolvidable señora Isidra, recuerdo como si fuera hoy de verlo con los demás poner la espalda en la pared porque estaba calentita, al otro lado del tabique vivía el inolvidable señor Simón y allí justo tenia la cocina que era de carbón y se calentaba la pared en invierno iba muy bien, estuvimos poco porque el Miguel se fue a la escuela de San Antonio, quedando en la miga el Ayabacito, Pio Pan, Mati, Barrigon, el inolvidable amigo Manolo de la Bascuta, Salaito He puesto esto para decir a mi manera que Miguel aprendió en la miga y en la escuela San Antonio con D. Antonio Moreno, a leer, escribir y las cuatro reglas. Por cierto no se en que año se fundo esta escuela pues era antes que nosotros, pero si se que la fundaron los marineros para que sus hijos aprendieran pagando una cuota, luego fue del Ayuntamiento.
Saludos
Ayamontina -
Múcha fuerza señor Trini.Un abrazo y hasta pronto.
ErPihitoo -
Juan Manuel Núñez Gozález -
El Salón era todo de arena, yo era muy malo jugando al futbol, el Pio Pan corría la banda y se quedaba clavao en los montoncitos de arena, los mejores eran el Mimi, Huevero y el Otero que aunque vivía en Gibraleon porque el padre Manuel trabajaba en la RENFE y lo trasladaron, el Pedrito venia en el tren de madera los sábados y se iba el lunes. Cuando terminaba el partido en verano íbamos a bañarnos al estero en el sitio que después estuvo la tienda de Lucita, si estaba ocupado el arenal del Parque jugábamos el partido donde ahora están las Torretas, y cuando terminaba el encuentro salíamos corriendo a bañarnos a la bardita del Salón, un día iba el Huevero el primero se subió a la bardita y se tiro de cabeza, cuando llegamos los demás estaba la marea vacía y el Huevero se había clavado en el fango.
Saludos
Aguita clara -
Saludos
Balones de cuero, no pesaban ná! -
Juan Manuel Núñez Gozález -
En un principio cuando era la figura del futbol con un montón de buenos jugadores como el Lipio, el Cipote, el Pingüe yo no conocía nada más que de verlo algunas veces al Mimi, pues yo era pequeño que no salía de mi calle.
También era yo pequeño cuando Miguel, era el jefe de los Manolito Amalia, los mellizos Pisamilio, el Pancho, el Bargita .. que se buscaban la vida arrebañado guano en el muelle para venderlos y ganar unas pesetillas para ir a la general del Cine Cardenio y al tendido del cine de verano La Plaza de toros.
También era yo pequeño cuando el Mimi era el jefe de los que he nombrado anteriormente para ir al campo al rebusco de las habas, higos, almendras.
Trabajó en la atarazana de Muniz.
Tenia personalidad, don de mando, que le hubiera servido después para ser marinero en el barco del padre creo que de vela Bartolina u otro oficio.
Todo se trunco, con el accidente de la pierna, sus dos años escayolado en una silla en la calle Sevilla mino su moral.
Fue cuando lo de la pierna escayolada cuando lo conocí más, persona amable, otras personas entrañables vienen a mi memoria, pues con mi vecina María Manuela Rodríguez Cecilia, -hija de mis inolvidables Pepe Rodríguez Freile el Cavo y María Cecilia Contrabando- ibamos a pasar ratos de compañía con Miguel.
Al comenzar la década de los sesenta Miguel ya podía andar, entonces por las tardes nos reuníamos en la cuesta del Gurugu o San Roque otro puñado de amigos a jugar al futbol, Miguel cojeando ya era otro, Emilio de la Picona, Carmelo de Pepe Ocha o de la Bernabea, El Buchito, los hermanos Antonio y Alfredo los Bolas, el Mati, Paco Lorenzo Vázquez Pio Pan, Manolin Aguilera primo de los hijos de el inolvidable el Chulito. Pepe Silgado . En este tiempo teníamos todos buena amistad.
Emigre, la amistad siguió, en las vacaciones de verano con el royo de la playa pues veía poco a Miguel que vivía con la madre la inolvidable señora Parodi, en la misma casa de siempre.
El tiempo paso, mi padre fue muchas veces a Barcelona se la sabia mejor que yo, pero nunca quiso estar fijo, ayamontino de pura cepa.
Las veces que mi padre enfermo e ingreso en Huelva y Sevilla allí estaba yo, las veces de Huelva, iba y venia yo a Huelva en Damas, cuando me tocaba descansar, y me quedaba en Ayamonte, me sentía un poco o mucho vacío, me iba al Cementerio a ver la lapida de mi madre, allí me encontraba al inolvidable Aurelio y al Mimi, y pasábamos ratos charlando, entonces la amistad que no se había perdido continuo, desde tierras lejanas de esto hace doce años lo llamo a menudo y tengo dos vías de información de las cosas de Ayamonte, el blog y el móvil.
Saludos
M.F.N. -
Anónimo -
F. Pargana -