PASARELA RIBERA. Capítulo VIII. El reencuentro.
Una de las estampas más entrañables de nuestra Semana Santa es sin duda la llegada de nuestros emigrantes, aquellos ayamontinos que un día marcharon en busca de un futuro mejor. Vienen en muchas ocasiones para un par de días, justo para vivir nuestra incomparable Madrugada –que no es lo mismo que la “Madrugá” sevillana del Franquito, el Gago y el Villablanquero-. Y eso tiene un mérito indescriptible. No son muchos, son casi siempre los mismos, los que nunca han dejado de sentir la nostalgia del momento; vienen cada año a compartir con sus familiares, con sus amigos, con sus paisanos, la gran noche. Han sembrado una nueva vida en la lejanía, sus hijos son ya hijos de otros lugares, de otras patrias, sus hábitos y costumbre han cambiado, obligados a adaptarse a una nueva forma de vida.
En espera de su anual regreso, adivino esos terribles síntomas de la nostalgia que hincan sus amores irrenunciables en este refugio de cal y sal, de río y mar, de alto y llano, de tierra roja y arenas de oro, y de unos atardeceres fijos siempre en sus pupilas, que tiñen de morado el cielo azul de Jiménez Barberi y el río de plata vieja de Paco Herrera.
Se fueron hace muchos año dejando una estela de lágrimas porque decían adiós a sus raíces para buscar fuera el mejor pan para sus hijos, o algo más de lo poco a lo que entonces podían aspirar, y a su misma gente, a su misma calle, a la infancia casi olvidada, a sus amigos y al propio paisaje que les vio nacer.
Llegan para la Madrugada de Padre Jesús reviviendo nostalgias, buscando con el olfato la tierra mojada, el aroma del pan de tahona, la visión de la cigüeña que se apodera de la espadaña.
A muchos, por los muchos años transcurridos en la lejanía, les cuesta trabajo reconocer, al primer golpe de vista, al amigo en el reencuentro, y lo mismo le ocurre a quien espera, desde los mismos recuerdos, esa siempre posible vuelta. Hay dudas, un entornar de ojos y un gesto, una voz, una sonrisa, un nombre, una clave, que despiertan los sentidos de uno y de otro para fundirse en un abrazo que dura la eternidad de lo más hondo de un suspiro.
Y en ese momento sublime del reencuentro, esperado y añorado, cuando nuestras calles se han llenado en su bella geometría de campo, río y mar, cuando Ayamonte, vista desde el aire se nos antoja con planimetría de paloma parada, sobre la fombra azul del mar, el emigrante se dispone a vivir el rito anual de la madrugada junto al Señor de sus amores, de sus recuerdos, de su niñez.
Es el reencuentro de los ausentes con Padre Jesús. Para ellos la "Pasarela Ribera" adquiere un nombre muy especial: calle de la Amargura. Describirlo de otra forma me resulta imposible.
12 comentarios
EL GUARDIAN DEL REGISTRO -
EL GUARDIAN DEL REGISTRO -
El Adoquín -
Saludos
El Bardita -
Anda ya y anda ya, se podrá aguantar, el Guardián del registro lo que tiene es mucho cuento que esta embochao como la pescadilla que se ha estrujao.
Saludos
EL GUARDIAN DEL REGISTRO -
EL GUARDIAN DEL REGISTRO -
EL GUARDIAN DEL REGISTRO -
EL GUARDIAN DEL REGISTRO. -
F. Pargana -
Es muy triste las personas adultas que emigran para mejorar su condición de vida y la de los suyos.
Pero qué decir de un niño,que inocentemente se deja llevar de la mano de quien ciegamente confía y lo llevan para otras vivencias extrañas, lo encarcelan en una jaula de oro, que aunque no tenga rejas tiene un balcón, la única libertad que se le permite. Lo alejan de sus entes tan tan amados. Lo siento pero no puedo seguir con lo que pensaba escribir. Apenas decir que entiendo perfectamente y de una manera muy tocante, lo que deberían sentir los niños de la Casa Cuna.
F. Pargana -
F. Pargana -
¿!!!Me queréis matar del corazón con las penas y las añoranzas?!!! Bonito muy sentimental y emotivos ambos textos, no pude dejar de leerlos sin una lagrimita queriendo aflorar. Cuanta verdad está en vuestras palabras, o sé es muy sensible para sentir la vivencia del emigrante, o ambos habéis pasado por ello. La verdad es que se valoriza mucho más las cosas cuando la distancia se nos interpone. Sin duda alguna que estando yo lejos de mi Ayamonte y de nuestras tradiciones, todo se me hace más nítido más tocante y profundo. En vuestras palabras me habéis hecho sentir el olor a incienso y el murmullo de la multitud en esas noches tan entrañables y tan nuestras. Gracias a ambos.
Las cosas del Núñez -
Cierto es que muchos vuelven en Semana Santa aunque sea un par de días o porque están más cerca o tienen más días de vacaciones son muchos más los que no regresan en la Semana Grande porque viven lejos y los tres días de fiesta solo les daría para ver carreteras o raíles.
Un gran amigo mío emigrante cuando tenia turno de noche un Viernes Santo a las dos de la madrugada mientras vigilaba la tinta y el papel de una rotativa pensaba en la Salida, la Amargura, San Francisco, el Paseo, la Angustia, la Laguna y Galdames arriba, se le caía una lagrima. A la vuelta en verano todos los viernes subía a su Arrecife a su Callejón Largo y se le ensancha el pecho y el alma. Con el paso de los años sentía igual pero ya lo veía como una cosa normal natural.
Los principios de los emigrantes son duros hasta que no se hacen, algunos añoran demasiado su Ayamonte su pequeña casa de tejaito bajo y lo dicen claramente otros dan no se porque cientos de justificaciones echándole la culpa a otras personas inocentes.
La palabra emigrante es bonita hasta suena a canción pero es dura muy dura, yo se que a los emigrantes de otros pueblos, de otras ciudades hasta del lejano Oriente que viven en Ayamonte los ayamontinos los respetan.
Saludos