AYAMONTINOS INOLVIDABLES. 4. Manuel Trinidad Sánchez Valdés, "Trini el Cojo"
Sí, lo he escrito bien, lo de Tito cojo vino después, de forma muy tardía. Mi toyaco siempre fue Trini el Cojo, aunque tal apelativo resultaba a todas luces erróneo porque en realidad, Trini nunca fue cojo, era inválido, parapléjico, sufría atrofia de las extrememidades inferiores, así que de cojo nada, aunque siempre le conocimos y nombramos así.
Recuerdo su niñez como si estuviera ocurriendo ahora, ya desde la escuela de los Marinos hicimos amistad, que duraría toda la vida. Recuerdo aquellos años de atrasos en todos los órdenes, en los que para ver una silla de ruedas había que irse poco menos que a Madrid. ¿Que cómo se las arreglaba mi tocayo?. Muy sencillo. A un cajón de madera le colocó cuatro ruedas de aquellas llamadas de bolas para que el cajón rodara; él se montaba en el cajón, se sentaba, y atados a las manos dos corchos, uno en cada una que les servía para apalancar en el suelo e impulsar aquel improvisado pero eficaz carro de inválido. Así anduvo muchos años, hasta que llegaron las sillas de ruedas, primero manuales y después mecánicas. Para entonces él había desarrollado una musculatura de medio cuerpo hacia arriba digna de mil posados.
Zapatero remendón, pescaero, vendedor de cupones, un poco culo de mal asiento mi tocayo. Imitador de voces y gestos, cantante de coro y coral, carnavalero hasta la médula, y siempre alegre, el último chiste siempre nos lo servía él junto a Pepe el Gorito, que era el único que le podía hacer competencia.
No tuvo buen final, pudo haber vivido una jubilación de lujo, es decir, cómoda, feliz, pero a veces el destino nos tiende una trampa que no acertamos a eludir. Qué le vamos a hacer. De todas formas, de Trini el Cojo nos quedará siempre el recuerdo de su bondad y su sentido del humor, y resultará por siempre un ayamontino inolvidable.
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