AYAMONTINOS DE PRO. 8. Manolo Caballero
Corrían los años de mediados el pasado siglo. La dictadura del general Franco presentaba su cara más dura, su más propia desfachatez. Usted no sabe con quien está hablando era la frase al uso pronunciada por los personajillos de turno adoradores del régimen, o de sus propios intereses, pues muchos de ellos, a los que todos conocemos, hoy son demócratas de toda la vida, incluso militan en partidos de izquierdas. Cosas de la vida.
En aquellos momentos históricos, ostentar un cargo público, por pequeño que fuese, te dotaba de una especie de patente de corso, casi de impunidad. Llegar, por ejemplo, al ayuntamiento, y toparte con un puli o un funcionario despreciativo, ineducado, déspota, era lo normal. Bueno, lo normal hasta que llegabas a la oficina donde prestaba servicios nuestro personaje, Manolo Caballero, y entonces todo cambiaba, porque Manolo siempre fue la amabilidad personificada, la buena educación viviente, el ser humano que estaba apor encima de prejuicios y encasillamientos. Fue un tiempo en que se podía ejercer facilmente la prepotencia, la desfachatez, pero todos esos atributos de la dictadura Manolo supo encerrarlos en un cajón de la mesa y nunca hizo uso de ellos.
Junto con Manolo Fernández, formaron matrimonio con dos hermanas, y todo era indisoluble, los matrimonios y la hermandad, hasta el punto de que muchos pensaban que Caballero y Fernández también eran hermanos.
Manolo reune en sí una virtud que yo siempre he alabado y a la vez envidiado, la de tener la facultad de llevar serenidad, paz, a los que le rodean. Vas por la calle agobiado de problemas y de pronto ves a Manolo Caballero sentado en una cafetería y entonces te dices: me voy a sentar un ratito con Caballero a ver si me tranquilizo un poco. Y así resulta, no puede fallar.
Hoy lo traigo a esta página precisamente por esas cosas apuntadas, por su amabilidad, por su bondad, por su simpatía, por su generosidad, y porque, cojones, todo eso es lo que se necesita, y nada más, para ser un ayamontino de pro.
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