Blogia
Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

Iconografía de la Semana Santa de Ayamonte

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. 2ª parte: Con la cruz a cuesta. 3: Padre Jesús Nazareno

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. 2ª parte: Con la cruz a cuesta. 3: Padre Jesús Nazareno

Conocemos como diáspora a la dispersión de los judíos por el mundo, especialmente desde el siglo III d.C.

Por extensión, también se llama diáspora a la dispersión de individuos humanos que anteriormente vivían juntos. Esta segunda suele ser punto de referencia y situación común a todos los pueblos por aquello de que la gente trata de buscar una vida más próspera en las grandes ciudades y en otros países. Pero toda diáspora conlleva una necesidad implícita: volver en alguna ocasión a la tierra de origen, sobre todo aprovechando algún acontecimiento especial.

A lo largo de todo el año, la imagen de nuestro Padre Jesús Nazareno –Padre Jesús a secas para nosotros- es visitada por los residentes cada viernes. Pero llegada la madrugada del Viernes Santo esa visita se ha multiplicado considerablemente. Son los ayamontinos de la diáspora, los emigrantes, que eligen esa fecha para volver a Ayamonte para estar con su Señor de la Villa.

Con Padre Jesús todo es distinto en Ayamonte, todo se transforma, no existe comparación alguna con ningún otro atractivo sea del género que fuere. La madrugada junto a Padre Jesús es un momento único e incomparable. Sale el Señor por las puertas de la capilla del Socorro haciendo visible y palpable el relato del evangelista: “al salir, encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, a quien obligaron a llevarle la cruz. Mateo, 27, 32-33”.

La calle San Mateo, denominada por los ayamontinos como de la Amargura es santo y seña de todas las calles semanasanteras de Ayamonte, y en ella la saeta se hace plegaria al son del movimiento al aire de la cabellera del Nazareno.

Tanto la imagen como su inicio procesional, siguen siendo misterios sin desvelar. Ningún documento, ningún dato facilitan ni una ni otra cuestión. Pero los que hemos nacido a su lado, incluso los que vienen de la diáspora, tenemos la certeza de que la devoción del pueblo de Ayamonte a Padre Jesús, puede ser tan antigua como la que más.

Recogido Padre Jesús, todo vuelve a ser como antes. El viene a ser en nuestra Semana Santa como el paréntesis en un escrito, que fija, enriquece y aclara, pero no lo modifica.

 

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Segunda parte. Con la cruz a cuesta. 2: Jesús Caído

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Segunda parte. Con la cruz a cuesta. 2: Jesús Caído

 

Hace años, mientras duraron las obras en la parroquia del Salvador, las imágenes de la hermandad del Jueves Santo permanecieron en fraternal acogida en la capilla del Socorro. Un viernes, de visita a Padre Jesús, tuve la ocasión de situarme muy cerca de la imagen de Jesús Caído y pude comprobar el efecto de su mirada inigualable, penetrante y sentí que no podía desprenderme de ella.

Así es Jesús Caído, cautivador de los corazones que se acercan a El, a la vez que implora sin cesar que alguien  le ayude a llevar la cruz. El mismo sayón ha levantado el brazo izquierdo en señal de parada, al par que el derecho, que porta el látigo, cae irremisiblemente rendido ante tan implorante gesto de infinita angustia. El soldado romano, por su parte, mira al Señor como queriendo decir aquella frase que después pronunciaría en el Calvario: realmente, este era el Hijo de Dios.

Y el Caído, mientras, apoya su mano izquierda en el empedrado de la vía dolorosa: “entonces Jesús dijo a sus discípulos: el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Mateo 16, 24-25”.

Como ocurriera con otras imágenes, las atrocidades cometidas durante la Guerra Civil dejaron su huella en la hermandad. De la  imagen de Jesús Caído, destrozada por los desaprensivos iconoclastas, apareció su rostro, y pudo ser restaurado por nuestro insigne imaginero Antonio León Ortega.

Sorprendentemente, nada nos dicen los Evangelios acerca de las caídas sufridas por Jesús en cuanto a su número, pero sin duda y a pesar de lo que se diga en el Vía Crucis, debieron de ser muchas más de tres.

Pasada la Tribuna Oficial, en la que comparece en hora temprana, Jesús Caído se despide de la Ribera dejando una indeleble huella de mansedumbre, y se lleva tras de sí a la multitud que ya en la madrugada del Viernes Santo lo volverá a ver, esta vez aliviada su carga por el Cirineo.

Antes había implorado lo imposible en Getsemaní. Ahora, agobiado por la cruz, implora otra ayuda, que desde 1918 ha venido recibiendo de la devoción y fidelidad de un pueblo cofrade que siempre estuvo a su lado arropándolo en su largo y penoso caminar.

 

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Segunda parte: Con la cruz a cuesta. 1: Jesús de la Pasión

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Segunda parte: Con la cruz a cuesta. 1: Jesús de la Pasión

 

Cuentan las crónicas que cuando el imaginero ayamontino Antonio León Ortega recibió el encargo de realizar la imagen de Jesús de la Pasión para la recién fundada hermandad de Excombatientes, solía pasarse largas horas en la iglesia del Salvador, en Sevilla, ante la imagen homónima de Martínez Montañés.

Es posible que nunca sepamos qué buscaba León Ortega, pero a la vista de la perfección de su obra, es obvio que no fueron visitas baldías, porque en realidad todavía hoy nos resulta imposible comprender cómo un ser humano puede ofrecernos una representación tan perfecta del Hijo del Hombre.

La señera imagen de Jesús de la Pasión, en su procesionar en la noche del Miércoles Santo colma de admiración a todos los que la presencian y da cumplida respuesta a las más exigentes pretensiones de perfección.

Cuando Jesús de Nazaret sale de la Fortaleza Antonia cargando con la cruz, vienen totalmente destrozado por la flagelación sufrida y pronto necesitará, tras caer repetidas veces, la ayuda de Simón de Cirene.

Hay veces en que puestos en relación el suceso histórico y el cofradiero, la historia aparece invertida; otras vienen a coincidir. Jesús de la Pasión viene a representar esos primeros momentos en que el nazareno, cargado con el madero, comienza su penoso caminar hacia el Calvario. “Tomaron, pues, a Jesús, y él, cargándose la cruz, salió hacia el lugar llamado “de la calavera”, que en hebreo se dice Gólgota. Juan, 19, 16-18”.

Haciendo de una larga chicotá un suspiro, cruza Jesús de la Pasión la Tribuna Oficial dejando como huella un profundo silencio a la vez que un no menos considerable dolor en el cuerpo de sus costaleros, cirineos anónimos de una noche incomparable y que es puerta del meridiano de la Semana Santa, una Semana Santa que desde 1942 vienen ofreciéndonos el milagro de la presencia divina hecha figura humana de Jesús de la Pasión.

 

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte: de entronizado a condenado. 3: Jesús Cautivo.

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte: de entronizado a condenado. 3: Jesús Cautivo.

A pesar de que con el paso de la Oración en el Huerto la Semana Santa ayamontina ampliaba el íter  pasional, aun quedó durante cinco años un gran vacío, el que va desde el prendimiento en Getsemaní hasta la salida de la Torre Antonia cargando la cruz camino del Calvario, espacio que abarca todo el proceso y consiguiente enjuiciamiento.

Corre el año 1973 y Ayamonte, gracias a la iniciativa de los entonces jovencísimos hermanos del Lunes Santo, puede ya contemplar, a través de la imagen de Jesús Cautivo, la escena con la que se inicia el proceso más controvertido y estudiado de la Historia: Jesús de Nazaret, atado de manos, dispuesto a comparecer ante sus verdugos para ser juzgado.

El viejo templo mercedario abre sus puertas a la caída de la tarde del Lunes Santo, como se abrieron las puertas de la noche a la luz de las antorchas en el Huerto de los Olivos, y la imagen de Jesús Cautivo aparece ante los suyos. Viene impregnado de ese expresión serena que sólo León Ortega sabía conseguir con su maestría.

Cuando Jesús salió de Getsemaní conducido, dejaba tras de sí un gran vacío, un vacío que no por esperado dejaba de ser para él doloroso, el de la dispersión y abandono de los suyos: “todos los discípulos, abandonándole, huyeron (Mateo 26,56)”.

Pero ahora, veinte siglos después, cuando Jesús Cautivo abandona el templo de las Mercedes, lo que trae tras de sí es un ingente reguero de promesas, de hombres y mujeres que no sienten temor alguno. Su figura majestuosa va pregonando a los cuatro vientos su inocencia, a la vez que sus labios entreabiertos susurran una vez más a sus verdugos: “esta es la hora vuestra y el poder de las tinieblas. (Lucas, 22,53)”.

Entrada ya la madrugada del Martes Santo, el pueblo ayamontino vuelve a invertir la Historia, y aquel Jesús atado y humillado de quien Pilato proclamó su inocencia para después entregarlo a la muerte, y muerte de cruz, entrará en su templo mercedario en medio de un encendido y fervoroso aplauso que lo proclama definitivamente inocente.

 

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte. De entronizado a condenado. 2: La Oración en el Huerto

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte. De entronizado a condenado. 2: La Oración en el Huerto

  Al atardecer del Jueves Santo, haciéndose coincidir con el día y la hora en que históricamente tiene lugar el suceso -teniendo en cuenta la diferente interpretación del tiempo en la medición horaria-,  el barrio de la Villa se convierte en Monte de los Olivos para ofrecer al Señor la oportunidad de dirigirse al Padre implorando lo que ya resulta imposible, dejando así al descubierto, para consuelo de todos, la fragilidad humana, su humanidad más palpable, que Mauriac describe así: “su alma está triste mortalmente; tiene miedo, y es preciso que haya conocido el miedo. El olor de sangre le hace estremecer; experimenta ese terror de la carne, ese enrizamiento ante la tortura física”.

El escultor ayamontino Antonio León Ortega, ya en las postrimerías de su vida es el autor de la imagen del Señor de la Oración en el Huerto. Bien pudo recrearse en el trágico momento de Getsemaní, pero el gran artista prefirió ofrecernos un rostro de Jesús, dulce, resignado a su destino.

A la vista de la imagen del Señor orante, uno no termina de concluir si pronuncia el “si es posible pase de mí este cáliz”, o el “hágase tu voluntad y no la mía”. Según nos centremos en cualquiera de los dos momentos, al final llegaremos a la conclusión de que el artista tuvo el suficiente talento como para reunirlos en uno solo.

Creo que lo que más transmite este misterio es que el hecho de  identificarnos con el Jesús que sufre en su debilidad humana, no deja de ser un gran consuelo para nuestra frágil naturaleza. Así lo hizo saber a sus apóstoles: “mirad, llega la hora en que seréis dispersados cada uno por un lado y me dejaréis solo…os he dicho esto para que en mí tengáis paz”.

Había sido entronizado cuatro días antes y ahora era un rey aterrado y sudoroso, el sueño había vencido a sus más fieles, pero no al inquietante hombre de Keriot, el Iscariote, que se aproxima ya a Getsemaní a la cabeza de la cohorte romana para prenderle.

La oración de Jesús había sido larga, y larga y dificultosa tenía que ser su representación cofradiera. Así, la incomparable configuración urbana ayamontina propicia la actualización del suceso, pues durante siete horas, desde que el sol se pone hasta bien entrada la madrugada del Viernes Santo, hace posible que el largo procesionar coincida con la agotadora e interminable Oración en el Huerto.

 

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte. De entronizado a condenado. 1: El Señor de la Mulita

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte. De entronizado a condenado. 1: El Señor de la Mulita

El Domingo de Ramos ayamontino, nos trae al recuerdo aquel otro Domingo de Ramos de hace veinte siglos, cuando Jesús de Nazaret, acompañado de unos pocos galileos hasta ese momento fieles y de unas mujeres que le han asistido a lo largo del escabroso camino recorrido desde la lejana Galilea, irrumpe en la ciudad santa de Jerusalén para ser proclamado por los suyos Rey de los Judíos, proclamación que a la postre iba a tener como consecuencia inmediata el plan planeado por los sacerdotes sanedritas en complicidad con Judas Iscariote para llevarle hasta la muerte en la cruz.

Aquel Domingo de Ramos vino a quedar ya para siempre fijado y conservado en la tradición cristiana en general y cofradiera en particular, que cada año recuerda y rememora aquella penosa entrada para convertirla en entrada triunfal.

Desde 1918, Ayamonte conmemora el acontecimiento con el procesionar del Señor Triunfante, que con el tiempo y ya para siempre, se ancló en los corazones ayamontinos con una denominación tan entrañable como inamovible: el Señor de la Mulita. “Le llevaron un borrico. Montó sobre el animal y avanzó en medio de los gritos de niños y mujeres”.

F. Mauriac, que ha estudiado profundamente la vida de Jesús, así describe aquella entrada aparentemente triunfal. Ya no habla de galileos ni de la multitud del pueblo, sino de niños y mujeres. Y así lo entendieron siempre los ayamontinos al convertir la procesión de palmas en una procesión primordialmente infantil.

Rompe el Domingo de Ramos y hasta la iglesia de las Angustias van llegando, desde una especial diáspora cargada de ilusión, los pequeños “galileos” revestidos de túnicas blancas y capirucho rojo portando las palmas con las que saludarán a su Señor de la Mulita.

Y la talla de Salvador Castillejos presidirá el recorrido con esa expresión agridulce propia del momento histórico que representa: la mirada dulce, pero perdida en la distancia, presagiando lo que le espera.

Ni la barbarie de la contienda civil pudo acabar con la tradición, y aunque fueron siete largos años de espera, ya en 1943 vuelve a procesionar el Señor de la Mulita, por lo que resulta ya impensable pensar en una Semana Santa ayamontina sin este procesionar. A pesar de todos los adversos acontecimientos, de las penurias económicas, de todas las adversidades, el Señor de la Mulita fue siempre y sigue siendo santo y seña de nuestra Semana Santa, y a su lado, desde la más tierna infancia, se fue gestando, generación tras generación, esa realidad cofrade que nos llena de orgullo a todos los ayamontinos.