ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte. De entronizado a condenado. 1: El Señor de la Mulita
El Domingo de Ramos ayamontino, nos trae al recuerdo aquel otro Domingo de Ramos de hace veinte siglos, cuando Jesús de Nazaret, acompañado de unos pocos galileos hasta ese momento fieles y de unas mujeres que le han asistido a lo largo del escabroso camino recorrido desde la lejana Galilea, irrumpe en la ciudad santa de Jerusalén para ser proclamado por los suyos Rey de los Judíos, proclamación que a la postre iba a tener como consecuencia inmediata el plan planeado por los sacerdotes sanedritas en complicidad con Judas Iscariote para llevarle hasta la muerte en la cruz.
Aquel Domingo de Ramos vino a quedar ya para siempre fijado y conservado en la tradición cristiana en general y cofradiera en particular, que cada año recuerda y rememora aquella penosa entrada para convertirla en entrada triunfal.
Desde 1918, Ayamonte conmemora el acontecimiento con el procesionar del Señor Triunfante, que con el tiempo y ya para siempre, se ancló en los corazones ayamontinos con una denominación tan entrañable como inamovible: el Señor de la Mulita. “Le llevaron un borrico. Montó sobre el animal y avanzó en medio de los gritos de niños y mujeres”.
F. Mauriac, que ha estudiado profundamente la vida de Jesús, así describe aquella entrada aparentemente triunfal. Ya no habla de galileos ni de la multitud del pueblo, sino de niños y mujeres. Y así lo entendieron siempre los ayamontinos al convertir la procesión de palmas en una procesión primordialmente infantil.
Rompe el Domingo de Ramos y hasta la iglesia de las Angustias van llegando, desde una especial diáspora cargada de ilusión, los pequeños “galileos” revestidos de túnicas blancas y capirucho rojo portando las palmas con las que saludarán a su Señor de la Mulita.
Y la talla de Salvador Castillejos presidirá el recorrido con esa expresión agridulce propia del momento histórico que representa: la mirada dulce, pero perdida en la distancia, presagiando lo que le espera.
Ni la barbarie de la contienda civil pudo acabar con la tradición, y aunque fueron siete largos años de espera, ya en 1943 vuelve a procesionar el Señor de la Mulita, por lo que resulta ya impensable pensar en una Semana Santa ayamontina sin este procesionar. A pesar de todos los adversos acontecimientos, de las penurias económicas, de todas las adversidades, el Señor de la Mulita fue siempre y sigue siendo santo y seña de nuestra Semana Santa, y a su lado, desde la más tierna infancia, se fue gestando, generación tras generación, esa realidad cofrade que nos llena de orgullo a todos los ayamontinos.
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Kiski -