ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte: de entronizado a condenado. 3: Jesús Cautivo.
A pesar de que con el paso de la Oración en el Huerto la Semana Santa ayamontina ampliaba el íter pasional, aun quedó durante cinco años un gran vacío, el que va desde el prendimiento en Getsemaní hasta la salida de la Torre Antonia cargando la cruz camino del Calvario, espacio que abarca todo el proceso y consiguiente enjuiciamiento.
Corre el año 1973 y Ayamonte, gracias a la iniciativa de los entonces jovencísimos hermanos del Lunes Santo, puede ya contemplar, a través de la imagen de Jesús Cautivo, la escena con la que se inicia el proceso más controvertido y estudiado de la Historia: Jesús de Nazaret, atado de manos, dispuesto a comparecer ante sus verdugos para ser juzgado.
El viejo templo mercedario abre sus puertas a la caída de la tarde del Lunes Santo, como se abrieron las puertas de la noche a la luz de las antorchas en el Huerto de los Olivos, y la imagen de Jesús Cautivo aparece ante los suyos. Viene impregnado de ese expresión serena que sólo León Ortega sabía conseguir con su maestría.
Cuando Jesús salió de Getsemaní conducido, dejaba tras de sí un gran vacío, un vacío que no por esperado dejaba de ser para él doloroso, el de la dispersión y abandono de los suyos: “todos los discípulos, abandonándole, huyeron (Mateo 26,56)”.
Pero ahora, veinte siglos después, cuando Jesús Cautivo abandona el templo de las Mercedes, lo que trae tras de sí es un ingente reguero de promesas, de hombres y mujeres que no sienten temor alguno. Su figura majestuosa va pregonando a los cuatro vientos su inocencia, a la vez que sus labios entreabiertos susurran una vez más a sus verdugos: “esta es la hora vuestra y el poder de las tinieblas. (Lucas, 22,53)”.
Entrada ya la madrugada del Martes Santo, el pueblo ayamontino vuelve a invertir la Historia, y aquel Jesús atado y humillado de quien Pilato proclamó su inocencia para después entregarlo a la muerte, y muerte de cruz, entrará en su templo mercedario en medio de un encendido y fervoroso aplauso que lo proclama definitivamente inocente.
2 comentarios
Forest Gum -
A mi no me gusta con todo, pero tampoco sin nada, quiero decir:
No me gusta la cabeza sin nada, pues la noto vacía, como si le faltase algo, pero con corona de espinas y potencias se la veo muy ¿sobrecargada?.
En mi opinión me gusta solo y unicamente con la corona de espinas.
el sireno -