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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte. De entronizado a condenado. 2: La Oración en el Huerto

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Primera parte. De entronizado a condenado. 2: La Oración en el Huerto

  Al atardecer del Jueves Santo, haciéndose coincidir con el día y la hora en que históricamente tiene lugar el suceso -teniendo en cuenta la diferente interpretación del tiempo en la medición horaria-,  el barrio de la Villa se convierte en Monte de los Olivos para ofrecer al Señor la oportunidad de dirigirse al Padre implorando lo que ya resulta imposible, dejando así al descubierto, para consuelo de todos, la fragilidad humana, su humanidad más palpable, que Mauriac describe así: “su alma está triste mortalmente; tiene miedo, y es preciso que haya conocido el miedo. El olor de sangre le hace estremecer; experimenta ese terror de la carne, ese enrizamiento ante la tortura física”.

El escultor ayamontino Antonio León Ortega, ya en las postrimerías de su vida es el autor de la imagen del Señor de la Oración en el Huerto. Bien pudo recrearse en el trágico momento de Getsemaní, pero el gran artista prefirió ofrecernos un rostro de Jesús, dulce, resignado a su destino.

A la vista de la imagen del Señor orante, uno no termina de concluir si pronuncia el “si es posible pase de mí este cáliz”, o el “hágase tu voluntad y no la mía”. Según nos centremos en cualquiera de los dos momentos, al final llegaremos a la conclusión de que el artista tuvo el suficiente talento como para reunirlos en uno solo.

Creo que lo que más transmite este misterio es que el hecho de  identificarnos con el Jesús que sufre en su debilidad humana, no deja de ser un gran consuelo para nuestra frágil naturaleza. Así lo hizo saber a sus apóstoles: “mirad, llega la hora en que seréis dispersados cada uno por un lado y me dejaréis solo…os he dicho esto para que en mí tengáis paz”.

Había sido entronizado cuatro días antes y ahora era un rey aterrado y sudoroso, el sueño había vencido a sus más fieles, pero no al inquietante hombre de Keriot, el Iscariote, que se aproxima ya a Getsemaní a la cabeza de la cohorte romana para prenderle.

La oración de Jesús había sido larga, y larga y dificultosa tenía que ser su representación cofradiera. Así, la incomparable configuración urbana ayamontina propicia la actualización del suceso, pues durante siete horas, desde que el sol se pone hasta bien entrada la madrugada del Viernes Santo, hace posible que el largo procesionar coincida con la agotadora e interminable Oración en el Huerto.

 

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