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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Segunda parte. Con la cruz a cuesta. 2: Jesús Caído

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Segunda parte. Con la cruz a cuesta. 2: Jesús Caído

 

Hace años, mientras duraron las obras en la parroquia del Salvador, las imágenes de la hermandad del Jueves Santo permanecieron en fraternal acogida en la capilla del Socorro. Un viernes, de visita a Padre Jesús, tuve la ocasión de situarme muy cerca de la imagen de Jesús Caído y pude comprobar el efecto de su mirada inigualable, penetrante y sentí que no podía desprenderme de ella.

Así es Jesús Caído, cautivador de los corazones que se acercan a El, a la vez que implora sin cesar que alguien  le ayude a llevar la cruz. El mismo sayón ha levantado el brazo izquierdo en señal de parada, al par que el derecho, que porta el látigo, cae irremisiblemente rendido ante tan implorante gesto de infinita angustia. El soldado romano, por su parte, mira al Señor como queriendo decir aquella frase que después pronunciaría en el Calvario: realmente, este era el Hijo de Dios.

Y el Caído, mientras, apoya su mano izquierda en el empedrado de la vía dolorosa: “entonces Jesús dijo a sus discípulos: el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Mateo 16, 24-25”.

Como ocurriera con otras imágenes, las atrocidades cometidas durante la Guerra Civil dejaron su huella en la hermandad. De la  imagen de Jesús Caído, destrozada por los desaprensivos iconoclastas, apareció su rostro, y pudo ser restaurado por nuestro insigne imaginero Antonio León Ortega.

Sorprendentemente, nada nos dicen los Evangelios acerca de las caídas sufridas por Jesús en cuanto a su número, pero sin duda y a pesar de lo que se diga en el Vía Crucis, debieron de ser muchas más de tres.

Pasada la Tribuna Oficial, en la que comparece en hora temprana, Jesús Caído se despide de la Ribera dejando una indeleble huella de mansedumbre, y se lleva tras de sí a la multitud que ya en la madrugada del Viernes Santo lo volverá a ver, esta vez aliviada su carga por el Cirineo.

Antes había implorado lo imposible en Getsemaní. Ahora, agobiado por la cruz, implora otra ayuda, que desde 1918 ha venido recibiendo de la devoción y fidelidad de un pueblo cofrade que siempre estuvo a su lado arropándolo en su largo y penoso caminar.

 

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