AYAMONTE EN EL RECUERDO. 81: LOS VIEJOS PIÑONEROS
Aunque la piña no produce el fruto piñonero, es decir, no madura hasta final del tercer año de su aparición o en la primavera del cuarto, Ayamonte es lugar donde proliferan tanto los pinos que los hay de diversas generaciones, de ahí que cada año podamos disfrutar de tan exquisito fruto.
Vivimos tiempos de globalización, de tal manera que hoy se pueden comer piñones en cualquier parte del mundo, pues tras su elaboración se estuchan y se exportan. Pero yo creo que cuando el fruto, sea cual sea, está rico de verdad es en su temporada, claro que esto de la globalización también tiene sus ventajas, y es que si tuviésemos que pagar los productos agrarios a precio de temporada sería como en el pasado, que los pobres comeríamos naranjas caídas y los ricos empapelás, en fin, pilarín.
Hablando de piñones, traemos hoy a colación el entrañable recuerdo del mundo de los piñoneros, que eran unos señores, de la Villa o del campo en general, que cada día, especialmente los domingos de otoño e invierno aprovechando los partidos de fútbol o el simple paseo de las gentes al sol, se presentaban con sus acémilas cargadas de piñones tostados; los vendía con un recipiente que llamábamos armú, que se encargaban de forrar con papeles o cartón, que era una forma bastante visible de “robar” mercancía, pero todos lo sabían y así funcionaba la cosa.
Los piñones ayamontinos tienen fama de ricos, no se si por su propia naturaleza, la que les ofrece nuestra tierra roja que vemos por la carretera vieja, o por el arte de los piñoneros en su elaboración. Nada que ver con los que comemos hoy estuchados, es más, resulta difícil en estos tiempos ver a alguien comiendo piñones. Incluso hemos dejado de llevar en el bolsillo la famosa y útil navajita para abrirlos.
Fuera de los momentos dichos, también se podían adquirir en los carrillos de las chucherías, pero a decir verdad, los que vendían los piñoneros estaban más ricos, quizás porque su elaboración fuera más cercana. Y para terminar, recordar aquella estampa imborrable del piñonero del Pino Gordo de la Estación, era un señor del Banderín que tenía un puestecito donde vendía los piñones. Creo que aun vive este buen hombre, aunque no recuerdo su nombre y apellidos o quizás apodo.
5 comentarios
Enrique -
El Mimi -
Ayaba -
En los tiempos de cuando pasaba el señor piñonero con su jumento vendiendo su mercancía solo pensábamos en que estaban muy rico y en pasar la tarde al solito unos cuantos vecinos comiendo piñones y jugando a la lotería a gorda el cartón y marcando los números con un trocito de piel de naranja. Con poca cosa pasábamos muy bien las tardes de los domingos y el que no quería jugar, escuchaba Carrusel deportivo.
Como muy bien dice nuestro amigo Trini la medida se llamaba armú, quiero añadir que era una cajita de madera pequeña, la tapa de abajo un cuadradito de cinco o seis centímetros de lado flaqueado por los cuatro lados por una altura de más o menos un centímetro y medio o dos de altura, por una peseta teníamos un puñadito de piñones.
EL KUN -
El Zarayo -
Ahora a ver si el Ayaba o el Fa son capaces de aumentar la lista.