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AYAMONTE EN EL RECUERDO. 72: la Biblioteca

AYAMONTE EN EL RECUERDO. 72: la Biblioteca

La foto que ilustra este artículo, como sabrán todos los ayamontinos, corresponde al edificio donde el Ayuntamiento tiene ubicada la oficina de información turística. Se trata de uno de los varios edificios que hay en Ayamonte con fachada de azulejos. Si mal no recuerdo, existen otros afortunadamente bien conservados, como el de la antigua Cofradía de Pescadores; la casa de la familia Concepción, esquina a Galdames; la de la Avenida, en la que vivían varias familias: Cabrera, Gómez, Pereira, Pulido, y seguro que otras más que ahora no recuerdo y prefiero completen este dato los blogueros, sobre todo los emigrantes, que por aquello de la nostalgia saben de estas cosas más que los propios residentes.

Bueno, a lo que vamos. El edificio en cuestión fue durante muchos años, que yo recuerde prácticamente casi todo el siglo pasado, la sede de la Biblioteca Municipal, es decir, la biblioteca, como se decía de forma simplificada. Me apunta mi antiguo vecino y buen amigo Juan Valenzuela que a principios del siglo XX era una especie de casino de los republicanos.

La biblioteca contaba con los grupos de lectores bien definidos. Por un lado, personas mayores que se acercaban al edificio a leer la prensa. De entre esas personas recuerdo perfectamente el que quizás fuese el más asiduo: Emilio Carro, “Pelayo”. El amigo Emilio, entre la prensa de la biblioteca y después las novelas del Oeste, se pasaba todo el día leyendo. El otro grupo era el de la chavalería, que íbamos a leer “Colorines”, es decir, los tebeos en versión ayamontina. Los mayorcillos solían también leer el “Marca” que se encontraba a disposición de los lectores, ya encuadernados. Más de una foto de Gainza y de Zarra figuraban pegadas en mis cuadernos de la escuela, ya se imaginarán cómo llegaban hasta allí.

Como encargado de la biblioteca, un castellano arraigado en nuestro pueblo, polifacético y a la vez polivalente: Antonio Fournier Cutillas. De vez en cuando nos mandaba a callar y no nos dejaba escoger los colorines, él metía las manos en la caja y nos daba el primero que cogía, y no le sentaba muy bien cuando le pedíamos el Marca encuadernado, pues se tenía que levantar y cruzar todo el edificio para entrar en la habitación donde se encontraban. El sabía que al poco tiempo le íbamos a pedir otro.

Los mayores que iban a leer a la biblioteca era gente pobre que ni siquiera podían hacerse socio de los casinos existentes, el Casino España y mucho menos el Círculo Mercantil, aunque como todo tiene su excepción, alguno sí lo sería. Fournier se sentaba creo que en un taburete o silla alta detrás de un mostrador que quedaba a la izquierda según se entraba.

Curiosamente, y tratándose de una biblioteca, habrá observado el lector que no he mencionado los libros. Los había, sí, en varios armarios con puertas de cristales. Pero eran otros tiempos y la verdad es que leíamos poco. Supongo que esos libros se encontrarán en la actual biblioteca, a no ser que le encomendaran su custodia a algún que otro funcionario de los muchos intelectuales que hay en la Casa Grande. En fin, pilarín.

 

1 comentario

Ayaba -

Los que leían periódicos estaban sentados alrededor de una mesa grande que estaba al principio.
Los de los colorines estaban sentados alrededor de una mesa grande que estaba al fondo.
Los de los colorines tenían de tiempo una hora, los de la prensa más tiempo
y podían escoger el diario que les gustaba o cambiarlo.
Un asiduo lector de la prensa era el inolvidable José Galindo que también leía de vez en cuando algún libro.