AYAMONTE, UN CALLEJERO MUY PARTICULAR. 16. El gurugú
En 1965 me encontraba en Melilla. Me llevó a tan bonita ciudad una misión doble, por un lado, licenciar a Manolo el Cateto que se encontraba haciendo la mili pues era de una quinta anterior a la mía, y de camino hacer yo la correspondiente a mi quinta.
Fui destinado al Parque y Maestranza de Artillería y cual no sería mi sorpresa cuando un día, asomado a la terraza del cuartel alguien me dijo: mira, ese gran monte que se ve al fondo pertenecía a España pero se perdió con la guerra y ahora pertenece a Marruecos, es el monte Gurugú. Me quedé pasmao y de paso rebosante de nostalgias ayamontinas. De modo que allá en la remota Melilla, aunque estuviese geográficamente en Marruecos, había un lugar que se llamaba igual que otro ayamontino.
Nuestro Gurugó no resulta tan ostentoso como aquél, ni es un monte. Era una especie de pedrera situada en el lugar que desde hace muchos años ocupa el colegio Rodrigo de Jerez, frente al laterial izquierdo de la plaza de toros. Lugar algo misterioso, de juegos de niños por el día y desde luego nadie diría por entonces que en aquel lugar iba a edificarse un colegio. Precisamente de ese colegio salió la comitiva de los dos Belenes Vivientes de Ayamonte -años 60 del pasado siglo- y allí mismo Enrique Muniz hizo el milagro de convertirnos a todos en judíos casi de verdad.
Donde hoy se encuentra la cancela de entrada al colegio existía un almacén, una nave que era propiedad de la Compañía Sevillana de Electricidad, donde se guardaban los materiales y utensilios propios de la industria. En ese Gururgú transformado en colegio público pasó muchos años de su carrera profesional un gran maestro, ayamontino de adopción y para más señas, villorro: mi querido y admirado Paco Hidalgo. Un abrazo.
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ana gomez -