AYAMONTE EN EL RECUERDO. Las fiestas de San Antonio
Las fiestas tradicionales que Ayamonte celebra cada año y con carácter secular son la de las Angustias y el Salvador, esta última más feria que fiesta en sus orígenes. A ellas hay que añadir la de las dos barriadas marineras, la del Carmen en Canela, en auge durante los últimos años, y la de San Antonio en Punta del Moral, siempre atractiva y multitudinaria. Hubo intentos que terminaron frustrados, como una velada en Santa Cruz y la recordada Fiesta del Merengue, que duró unos años pero terminó desapareciendo.
Cuando un ayamontino llamado José Mora Carnacea aunció su proyecto de organizar una fiesta en honor de San Antonio en la calle del propio nombre, a todos nos cogió de sorpresa. Pero Pepito Mora, el de las gambas, puso proa a su proyecto y con la ayuda de algunos fieles amigos, organizó el primer festejo. Pero cometió un grave error, aunque la verdad es que lo sucedido era totalmente imprevisible. Situó la fiesta en un tramo de la calle Felipe Hidalgo, el que va de San Antonio a Realidad, muy estrecho. El nunca pensó que aquel primer año su modesta fiesta viniera en multitudinaria, y un desagradable suceso hizo que no la volviera a ubicar en el mismo lugar, sino en todo lo alto de la calle San Antonio, cuando termina la cuesta, en el cruce con la calle Carmen, lo que le proporcionaba un espacio considerablemente ancho y grande, contanto además con toda la explanada del Arrecife, donde hoy figuran las calles el Telar y Betis para los cacharritos.
Farolillos, atracciones para los niños, alumbrado, fuegos artificiales, en fin, todos los ingredientes de una fiesta. Sin faltar por supuesto la eterna verbena popular para lo que instaló un amplio escenario en la calle del Carmen para la orquesta. Bebidas, todas, pero destacaba una en particular, muy ayamontina: el ponche que servía Chamorro y su esposa Josefa.
A altas horas de la madrugada, aprovechando un descanso de la orquesta, subía al escenario un personaje indescriptible. Le conocíamos por Laíño, que fue durante muchos años nuestro sepulturero. Laiño era un filósofo frustrado, aunque él no lo creía así, y allá que nos ofrecía sus disertaciones filosóficas en lo alto del escenario. El primer año no fue más que una anecdota aislada de un hombre con unas copas de más, pero pasaron los años y el número del bueno del Laiño se convirtió en un clásico. No recuerdo ahora si llegó a incluirse en el programa, se lo preguntaré a Franquito el pintor, pues el padre era el principal colaborador de Pepito Mora, que terminó su vida en la residencia Lerdo de Tejada, en paz y viendo cumplido su sueño de convertir su calle, la calle San Antonio, en un lugar festivo.
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