AYAMONTE EN EL RECUERDO. Los viejos astilleros
Dado el gran número de embarcaciones con que contaba nuestra ciudad a mediados del pasado siglo, resultaba necesaria la existencia de varios astilleros para la reparación de las mismas e incluso para la construcción de alguna nueva.
En un reducido espacio podíamos contar nada menos que tres astilleros. El de Miguel Zamudio, en la curva del estero de la Ribera hoy nombrado ese lugar como la rotonda de los Miguelitos; el de Irene, que era más pequeño y se dedicaba a la reparación de embarcaciones menores como canúas, botes y pateras, situado a la mitad del estero, frente por frente a la calle Buenavista, y el Juan del Río, padre de nuesto flamante Arzobispo castrense, situado a orillas del Guadiana, a la altura de la llamada Casa del Salón. Y el cuarto, posiblemente el de mayores prestaciones, venía ubicado a orillas del Guadiana pero ya en San Francisco, era propiedad de los señores Do Carmo -desde aquí un saludo cariñoso para mi compadre Luis do Carmo- y aun perdura. La foto de este artículo corresponde al mismo, como se verá se atendían embarcaciones mayores y el paisaje urbano era infinitamente más hermoso, se podían contemplar desde la gran distancia, sin ningún estorbo que lo impidiera, el viejo Castillo, toda la iglesia del Salvador e igualmente la totalidad de la ermita de San Sebastián.
Con la desaparición de las sardinas de nuestras costas se perdieron no sólo los viejos galeones y las fábricas de conservas, sino también todos los servicios colaterales, entre ellos aquellos viejos y recordados artilleros artesanales. Entonces, era frecuente oir frases como ésta: vamos a llevar el barco al el carro que hace un poco de agua y hay que meterle estopa. Es decir, calafatearlo. Ya eso terminó, los barcos ya no son siquiera de madera y con los nuevos materiales ya no se ven aquel tipo de astilleros, pero ahí están, ahí quedan en el recuerdo de los ayamontinos.
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