AYAMONTE EN EL RECUERDO. 79: TOMAR EL FRESQUITO
Es pleno verano, corren los años cincuenta del siglo XX, aun no se conoce en España el aire acondicionado, al menos en los pueblos y familias modestas. Los calores de las interminables noches veraniegas lo soportan las gentes de mil maneras: el búcaro de agua fresquita, la ducha, el cambio de sábanas sudadas en plena madrugada, el ventilador que en vez de enfriar el aire te da la bofetada de aire templado, en fin, pilarín.
Nuestro Ayamonte, que es pueblo privilegiado por muchas cosas, lo fue siempre durante esas calurosas noches de verano, y ello porque contaba y cuenta con un producto natural excepcional: el bendito terreño. Menos mal, ya se ha levantado el Norte, dice un ayamontino agobiado por el calor. Una vez más, una noche más, el terreño ayamontino mitigó la caló.
Y aprovechando el terreño, los ayamontinos del pasado siglo acuñaron una costumbre, una bendita costumbre que desgraciadamente hoy podemos considerar casi extinguida, y digo casi porque me consta que en algunas calles, pocas, se sigue practicando. Esa costumbre ancestral no es otra que la de tomar el fresquito.
Hemos terminado de cenar, es cierto que muchos tienen que levantarse temprano para trabajar, pero el día ha sido especialmente caluroso y no es cosa de meterse en la cama tan pronto sin aprovechar el terreño, sin tomar el fresquito.
La foto que ilustra este artículo nos trae al recuerdo parte de la calle Olivo, en el barrio del Peñón y nos ofrece la estampa de una humilde casa de tejado y fachada a la cal. Era mi casa, en la que nací y crié. Van saliendo los vecinos de sus casas portando sillas, los más jóvenes aprovechan esos rudos poyetes y escalones del entorno, y mientras el terreño nos llegada bajando la calle Tarpeya procedente de la Villa, charla que te charla, hasta que el sueño vence el placer mismo y entonces toca irse a la cama.
Para tomar el fresquito no hacía falta nada, sólo el terreño y ganas de hablar, de compartir vivencias los vecinos, nada más. Y eso, tan hermoso, tan entrañable, fue presa, como otras muchas costumbres, de la caja tonta, que nos mete en casa, nos manda callar, y nos presenta una vida absolutamente falsa. Atrás hemos dejado una vida auténtica, entrañable, magnífica, la que nos ofrecía gratuitamente el terreño ayamontino durante ese rito incomparable que nuestros antepasados llamaron tomar el fresquito.
7 comentarios
JESUS FRANCO -
El Mimi -
canelera -
Ayaba -
Cuando venían las bandadas de mosquitos nos echábamos en los brazos vinagre.
De todo lo que se pueda escribir de estas noches de verano lo mas importante para mi, de lo que guardo admiración y cariño es para aquellas madres que se acostaban temprano con los avios de trabajar preparado por si por las mañanas tocaban las sirenas avisando de que había sardinas y salir corriendo a las fabricas para ganar el sustento para sus hijos.
Padre Juan Junior -
Agustín el Alosnero tocaba a la armónica sevillanas en la puerta ancha de la plaza de toros reuniéndose allí los jóvenes a bailar.
Los niños jugando ponían las sillas en fila una detrás de otra y nos imaginábamos que era un tren, cuando nos cansábamos jugábamos a las cuatro esquinas. Recuerdo inolvidable a Manolito y saludos para Maria Manuela, Eduardita, Juanito que a lo mejor soy yo- y Pedrito.
vayatela -
fa -