ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. La Virgen bajo palio. 9: Virgen de la Victoria
Resultaba a todas luces inevitable. Durante casi un siglo, el procesionar semanasantero ayamontino ponía punto y final en San Francisco despidiendo con dolor y nostalgia a la Virgen de la Soledad. Al mismo tiempo este pueblo venía proclamando cada año su deseo de un Domingo de Resurrección cofrade que pusiera broche final, broche de oro, a la trilogía pasional.
La victoria que el Ayamonte cofrade proclama el Domingo de Resurrección no es una victoria ganada en batalla cruenta, de vencedores y vencidos. Es la victoria ganada en la cruz, que es lo mismo que decir ganada en el amor.
La Virgen de la Victoria irradia una belleza asombrosa. Siendo la última en incorporarse a los desfiles procesionales de nuestra Semana Santa, llega con increíble fuerza, sembrando admiración y paz, una paz tan necesitada después de una semana terrible sembrada de incertidumbre y dolor.
Ella irá ocupando ese tiempo que antaño fue de nadie y que hoy es el de la resurrección cofrade, día de gozo y alegría.
Su llegada al mundo cofradiero ayamontino estuvo presidido por un entusiasmo propio de una juventud cofrade que hoy ve cumplida su ilusión, y que a la vez se ve arropada por un pueblo que en la mañana gloriosa del Domingo de Resurrección comparte con entusiasmo y alegría la victoria de la cruz, una Victoria morena y dulce convertida ahora en pleamar de continuas plegarias.
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