ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Tercera parte: en la cruz enclavado. 5: Descendimiento de la Cruz
En la Semana Santa ayamontina, tan diversa, tan peculiar incluso, no podía faltar un paso monumental, tanto por su continente como por su contenido. En la tarde del Viernes Santo, la impresionante silueta del grupo escultórico del Descendimiento de la Cruz se interpone entre nuestras pupilas y el crepúsculo, fijando en el horizonte una imagen visual asombrosa.
Un grupo escultórico que vino de alguna manera a romper el estilo clásico propio de la imaginería de la tierra, pero que desde el principio encajó perfectamente en el conjunto de la representación pasional ayamontina.
Representa este gran paso de misterio el momento en que José de Arimatea y Nicodemo –popularmente conocidos como los Santos Varones- bajan el cuerpo de Jesús de la cruz una vez obtenido el permiso del procurador Poncio Pilato.
Era necesario rescatar el cuerpo del Señor a fin de que pudiera ser sepultado en una tumba privada y evitar así que quedara abandonado a merced de las alimañas. “Llegada ya la tarde, por ser la parasceve, o sea, víspera del sábado, José de Arimatea, hombre ilustre del Sanedrín, se fue resueltamente ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Marcos, 15, 42-44”.
Todo el grupo está tratado con celo hasta el último detalle: la relajación muscular que se observa en todo el cuerpo del crucificado y especialmente en su brazo izquierdo que cae ya inerte; las posturas de los sacerdotes judíos perfectamente acordes con el momento y el esfuerzo; y sobre todo, la cabeza del Señor apoyada en la cara de uno de los sacerdotes sanedritas.
El discurrir de este paso por las calles y plazas de Ayamonte, dadas sus enormes dimensiones resulta siempre espectacular. Este misterio hizo posible la universalidad de una saeta que cada año se repite sin cesar: “quien me presta una escalera para subir al madero…”
En su capilla de la iglesia de las Angustias, el Cristo del Descendimiento espera todos los días del año que esa famosa saeta no sea sólo un canto, sino una realidad.
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