AYAMONTE, UN CALLEJERO MUY PARTICULAR. 22. La Plazoleta
Hablar de la Plazoleta (plaza de San Francisco), es hablar del centro neurálgico de Ayamonte, distinto del comercial. Y digo esto, porque la Plazoleta al mismo tiempo nos divide y nos une a los ayamontinos. Bien es cierto que el límite oficial de los dos principales barrios de la ciudad, la Villa y la Ribera, se ubica en la perpendicular que va de calle San Roque a Lerdo de Tejada, vamos lo que para nosotros sería la Esquina el Huervano; sin embargo, el ayamontino no tiene la sensación de encontrarse en la Villa cuando va bajando la Barranca en dirección del barrio, pero sí siente esa sensación cuando llega a la Plazoleta, a partir de ahí ya todo suena y es Villa, aunque en verdad, hasta que no empezamos la cuesta de Galdames, todo tiene un sabor un tanto híbrido, como debe ser, porque ello significa más unión que separación.
En esta plaza de San Francisco, en esta Plazoleta, hizo sus pinitos de niño y nació la vocación de nuestro beato Vicente Ramírez, qué lástima que entonces no se hubiera fundado el Opus Dei y se hubiera adscrito a él, pues así, no sería beato sino santo, claro que tampoco hubiera sido un ejemplar misionero y mártir, que de estas especies produce pocas "la Obra". Así que es mejor dejar la cosa como está.
Junto al señero templo de San Francisco, que por cierto, va a ser remodelado, ya era hora, vemos la nueva fachada del emblemático brasil de los Pérez. Ya saben mis blogueros que soy crítico inmisericorde cuando es menester, pero también alabo sin medida lo que está bien hecho. Y lo que se ha hecho del brasil de la Plazoleta es digno de toda alabanza y de todos los puntos desde los que queramos analizarlos, pero fundamentalmente desde dos: la recuperación de un edificio propio de nuestra ciudad, aquella antigua casa vecinal de vida estrecha y difícil, a esta más funcional y moderna; y la acogida a familias necesitadas de una vivienda, sobre todo a jóvenes. No sé como estará por dentro, yo quiero apostar por que los nuevos vecinos lo tenga bien cuidado, no lo dudo, aunque me equivoque así lo afirmo.
Del brasil, además de las viviendas, es de contemplar el bar Soledad, de mi amigo Mati, que antaño regentara el inolvidable Carlos el Alemán, aquel que dejaba el mostrador en tiempos antiguos de cargadores para sacar los pasos de la hermandad del Santo Entierro.
Por lo demás, estoy seguro que el artículo de hoy habrá gustado mucho a una bloguera de lujo, mi amiga Locar, porque le traerá recuerdos inolvidables.
3 comentarios
Miguel A -
locar -
locar -