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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Tercera parte. En la cruz enclavado. 1: Cristo del Amor

ICONOGRAFÍA DE LA SEMANA SANTA DE AYAMONTE. Tercera parte. En la cruz enclavado. 1: Cristo del Amor

No sabemos durante cuánto tiempo, pero es lo cierto que adosado a una pared de la iglesia de las Angustias, justo la que se encuentra entre las capillas del Bautismo y del Sagrario, hoy sedes de las hermandades de la Mulita y el Resucitado, permaneció prácticamente desapercibido un Cristo crucificado. Todos pasábamos por su lado, pero no le veíamos. El permanecía allí, en silencio, demandando una mínima atención. Hasta los hermanos de la Mulita, tan cerca no sentían esa llamada, hasta que en día se apercibieron de ella y decidieron agregarlo a la hermandad ya existente, desdoblando esta en dos estaciones.

El Cristo del Amor pertenecía a la hermandad del Descendimiento, y antes había procesionado como yacente. De su autoría no se sabe nada pero se ha establecido como procedente del siglo XVIII.

La advocación del Cristo del Amor nos pone en relación con dos momentos del monte Calvario, entre la crucifixión y la muerte de Jesús, que justifica sobradamente la misma y resulta que la doctrina del Nazareno resulte la más asombrosa de todas las doctrinas. Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Lucas, 23, 34”.

Más tarde, y para demostrar que su amor no tiene límites, proclamaría otro perdón, este con connotaciones más profundas, pues no solo perdona, sino que además, asegura la salvación. Y añadía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. El le contestó: yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso. Lucas, 23, 42-44”.

Es el Cristo del Amor como un resucitado a medio camino, porque habiendo sido un Cristo yacente, resucita brevemente para proclamar por segunda vez su amor desde la cruz.

El Domingo de Ramos ayamontino, gracias al Cristo del Amor, hizo posible, en un acertado desdoblamiento procesional, que la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo se hiciera en nosotros efemérides temprana, tan temprana como el entusiasmo cofrade  que la propició.

 

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