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HISTORIA DE LA PASIÓN. Capítulo V. La crucifixión, una muerte anunciada

HISTORIA DE LA PASIÓN. Capítulo V. La crucifixión, una muerte anunciada

Vamos primero a situarnos en el lugar de los hechos. El monte Calvario estaba situado extramuros de Jerusalén, hoy forma parte del interior de la ciudad. Era la parte más baja de la colina del Gareb; no era una colina uniforme pues a lo largo de ella existían altibajos; así,  como quince metros por encima del Gólgota, al noroeste y a una distincia que bien podía llegar a doscientos metros, se encontraba uno de los huertos que existían en dicha colina, propiedad de José de Arimatea, donde finalmente fue sepultado Jesús.

En esta ocasión, y no resulta nada extraño aunque aparentemente lo parezca, los evangelistas coinciden en la narración del suceso. Yo creo que se debe a que todos escriben de oídas, incluso Mateo, llamado testigo presencial, pues en aquellos momentos todos habían huído despavoridos a excepción del apóstol Juan.

Sin embargo, de la crucifixión en sí, como forma de ejecución de la pena de muerte, sí podemos hablar con propiedad, al tratarse de un hecho muy repetido en el tiempo de que se trata, de ahí que el experto en Historia de la Antigüedad,  Roberts Graves nos describa el fatídico momento de esta manera:"luego hicieron que cada reo, por turno, se echara de espaldas cerca de su travesaño horizontal. Este se ponía debajo de la cabeza, y se ataban con finas ramitas de mimbre  los brazos del hombre al madero. Las manos quedaban aseguradas mediante un largo clavo martillado a través de la palma, para que no fuera posible librarse; luego, con sogas y una polea de alzaban hombre y madero hasta que el travesaño encajaba en el rebajo preparado en el poste vertical, donde se ajustaba con pernas".

Dentro del largo proceso que vá desde la crucifixión hasta la lanzada de Longinos que trataremos en el siguiente capítulo, varias cosas son de destacar, prescindiendo aquí de las conocidas Siete Palabras para no cansar el lector y tratarse de un asunto de sobras conocido.

Reconozco que soy un crítico de los evangelistas en determinadas cuestiones, y una de ellas es insistir en que los dos que son cruficados con Jesús son delincuentes comunes (Lucas pone en boca de Dimas aquello de "nosotros estamos recibiendo lo merecido por nuestras fechorías"), cuando en realidad casi todos los estudiosos dan por sentado que se trataba de dos guerrilleros de Barrabás o de Judas el Celote, que pretendían la liberación de Judea del yugo romano. Con esas afirmaciones no hacen más que perjudicar la figura de Jesús, pues da la impresión de que se trata de otro delincuente, cuando en realidad también es condenado por razones políticas y no delictivas.

No tenemos más que recordar las palabras del otro crucificado, el llamado mal ladrón, Gestas: "¿no eres tú el Cristo?". Es evidente que este reproche no lo realiza Gestas como mero ladrón. Observemos que lo llama Cristo, el Hijo de Dios, al que todos esperaban como libertador del pueblo judío. Es decir, Gestas, que había luchado por liberar a su pueblo, reprocha la pasividad de quien a la vez es proclamado por los suyos como rey de los judíos e Hijo del Altísimo.

Nos queda una cuestión muy discutida, aunque poco relevante en relación con el hecho principal: tratar de determinar la hora exacta de la muerte; pero antes tenemos que comprobar en qué momento del sacrificio tiene lugar, ¿antes o después de la lanzada?. Lo veremos en el siguiente capítulo.

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