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HISTORIA DE LA PASIÓN. Capítulo II: Getsemaní, el Jesús más humano

HISTORIA DE LA PASIÓN. Capítulo II: Getsemaní, el Jesús más humano


 En este segundo capítulo entramos ya de lleno en la Pasión propiamente dicha, que comienza precisamente con el prendimiento de Jesús de Nazaret en el monte de los Olivos o huerto de Getsemaní. En realidad se trata del mismo lugar, lo que ocurre es que Getsemaní forma parte del total del entorno, es decir, del monte; estaba situado al pie del mismo, donde existía un molino de aceite, de ahí su nombre.

El suceso de Getsemaní es de los más confusos de todo el relato pasional, ni los evangelistas se ponen de acuerdo. Se llega a afirmar que la detención es realizada por una cohorte del Sanedrín cuando los judíos no contaban con esta unidad militar ni siquiera podían portar armas, sólo palos. La cohorte era una unidad militar, como queda dicho, un cuerpo de infantería, equivalente a la décima parte de una legión; comprendía de tres a seis manípulos, o sea, un conjunto de quinientos o seiscientos hombres. Yo creo que resulta exagerado que para detener a un hombre o como mucho a doce, hombres pacíficos, se emplee tal cantidad de soldados.  Mas bien habría de pensarse en una centuria o un manípulo que acompañara a los sacerdotes judíos hasta el Monte de los Olivos.

Aparte del indescriptible sufrimiento de Jesús, que dejaremos para el final del capítulo, lo más llamativo del suceso es la controvertida participación de Judas Iscariote. ¿Fue un traidor, un “cómplice de Dios en el llamado por algunos autores como “Complot de Pascua” referido a la Pasión, un desengañado de sí mismo…?. A tres posibilidades aluden los investigadores, a saber:

La traición de Judas formaba parte del proyecto salvífico divino y por lo tanto, nada podía hacer, pues de lo contrario habría que pensar que estaba capacitado para trastocar los planes de Dios.

Jesús lo sabía de antemano y no lo impidió, mas bien al contrario, da la impresión de que anima a Judas: “lo que hayas de hacer, hazlo pronto”.

Judas no fue el ejecutor de la voluntad de Dios, sino que fue presa de su propia bajeza.

Me inclino por la tercera posibilidad. En realidad, Judas esperaba un triunfo militar después de un levantamiento encabezado por Jesús y no el anuncio de un reino intangible.

Lo que no está claro es que fuese un traidor, como ha sido señalado a lo largo de los tiempos. Y ello por la siguiente razón: la traición por su propia naturaleza, requiere el ingrediente de la alevosía, que consiste en privar a la víctima de cualquier posibilidad de defensa, lo que no ocurre en el caso puesto que Jesús sabía que Judas lo entregaría.

Aun después de muerto también se especuló sobre las circunstancias de su fallecimiento. En los Evangelios se dice que se ahorcó, y en la encíclica de San Pedro este afirma que sufrió una caída en el huerto que compró con las monedas recibidas y se reventó las entrañas.

Para finalizar el capítulo, detengámonos en lo más importante: el gran sufrimiento de Jesús. Y para ello, me quito de en medio y les dejo con las palabras del gran Mauriac:

“Tiene miedo, y es bueno que haya conocido el miedo. Retira de su frente una mano húmeda. ¿De dónde mana aquella sangre?. La súplica se hiela en sus labios; se escucha. La materia aplasta a Cristo. El Creador se  ha retirado y la creación no es más que un fondo de mar estéril; los astros muertos jalonan los espacios  infinitos. En las tinieblas se oyen gritos de bestias devoradoras”.

Ya lo llevan prendido a presencia de sus juzgadores. La gran farsa, el juicio más increíble de la Historia está a punto de comenzar.

En el próximo capítulo lo veremos: El proceso, la gran farsa.

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