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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

PASARELA RIBERA. Capítulo I.

PASARELA RIBERA. Capítulo I.

Al destacado cofrade ayamontino, Manuel José Santana Miranda, popularmente  conocido por el Santa, algo que a él le hace poca gracia, salvo cuando le dicen don Santa, que es harina de otro costal, le gusta la pesca con caña sobremanera, hasta el punto que esta tarde de un otoño bien avanzado, fría y ventosa, no ceja en su afición, y aunque refugiado en el interior de la cafetería la Esquina la Dársen, situada en la esquina del Muelle de Portugal con la avenida de Villarreal de San Antonio, lugar donde combaten todos los vientos, sobre todo el que sopla esta tarde, el temido Poniente, tiene lanzadas tres cañas en la esquina de la doca, que es como los ayamontinos suelen llamar a su dársena. No las pierde de vista, por eso espera que llegue a la cafetería Pedro Suárez, uno de sus fieles colaboradores en las tareas cofrades, que además es el encargado de uno de los varios comercios que don Santa regenta en el centro del pueblo. Pedro es también un gran aficionado a la pesca con caña, aunque muchos dicen que esa afición le viene desde el día que en don Santa lo “pescó” para su hermandad. En todo caso, cuando el señor Santana Miranda pesca, su fiel colaborador leva las cañas para empatar los anzuelos, reponerlos si han perdido, enganchados en una piedra o un cable del fondo del río, limpiar la tansa y la plomada de limo, etc.. El Santa sólo las levanta cuando siente que alguna pieza ha picado y así disfrutar del momento de la captura.

 Al señor Santana lo de la Semana Santa le viene de herencia. No es el primer caso. Es lógico que los hijos colaboren con sus padres en todos los menesteres, y en esto de las cofradías terminan produciendo el efecto hereditario. Esta es mi hermandad, la que fue de mi padre y de mi abuelo. Y al ser hijo y nieto único, miel sobre hojuelas para considerarse más dueño todavía.

 Como hermano mayor, Manuel José Santana es muy habilidoso, en su junta de gobierno cuenta con varios profesionales, que a cambio de la esfímera pero muy deseada gloria que ofrece la “Pasarela Ribera”, trabajan con denuedo y constancia para la misma. Que hace falta un carpintero, lo tiene en su hermandad; que hace falta un mecánico, un electricista, lo que se tercie, en todo momento cuenta con el especialista que se necesite.

Pero ha llegado el momento en que se hace necesario un nuevo fichaje, de ahí que el hermano mayor se haya citado con su mayordomo, en la cafetería Esquina la Dársena, a la que espera arribe alguien que, sin saberlo, terminará formando parte de la junta de gobierno. Desde hace tiempo se está haciendo necesario dar un buen repaso a la casa-hermandad, que presenta grandes desconchados y humedades. Se necesita para ello un buen pintor de brocha gorda que afronte la tarea, sin cobrar, claro, pero eso sí, a cambio de una insignia que portará ufano y glorioso por la “Pasarela Ribera”. Se le nombra vocal de algo y aquí paz y luego gloria, que a nadie  amarga un dulce, y nuestro Paseo, convertido en pasarela, no es un dulce a secas, es la mayor y más apetecible de las tartas ayamontinas.

 Desde la Rambla del Consorcio, camino de la cafetería, viene un indivíduo de gran estatura, seco de carnes aunque prietas, se nota cómo afloran los nervios sobre la piel. Quemado más que moreno, como resultado de su constante exposición al sol como pintor y blanqueador. Viene acompañado de Vicente Reguero, otro de los colaboradores fijos de la hermandad y directivo de la misma. No fue fichado por ostentar una especialidad profesional que pusiera al servicio de la hermandad. Vicente fue fichado para una de esas actividades colaterales de la cofradía: las sardinás que organiza el hermano mayor, en cuya elaboración es un auténtico especialista. Es también empleado del señor Santana como encargado de una casa de comidas que este posee junto al Canto de la Villa, cerca del parador. Todo queda en casa, que diría alguien.

 El encuentro está a punto de producirse. El resultado, más que previsible para el anfitrión y sus colaboradores, será, sin embargo una sorpresa para Serafín el Largo, que así es conocido el pintor. Poco se imagina que hoy podrá hacer inmensamente feliz a su mujer, aunque ello le supondrá un considerable gasto en rasos, toquillas, peinetas, porque por la Pasarela Ribera hay que ir elegantes, no faltaría más.

7 comentarios

El Torrija -

Y a los amigos del EL KUN los finolis de la roaera.

Y a los tres Rafaeles.

El viernes donde iran los amigos del triduo a la Misa del Gallo o a los ejercicios espirituales.

Saludos

Rumardo III -

A ver cuándo llegan los capítulos dedicados a los niños pijas, a los pamplinas, a las encartonás de peinetas y mantilla y a esas mujeres que antes planchaban túnicas y ahora mandan en las herrmandades, no nos vayamos a quedar cortos.
Y por favor, un capítulo dedicado a los "ayamontinos" que se van a Sevilla a ver procesiones.

Maribel -

Que llueva ahora todo lo que quiera con moderación sin hacer daño a nadie para que cuando llegue la semana del 18 al 24 de abril haga un tiempo bueno de sol, el amigo Trini tendrá la amabilidad de consultar el almanaque Zaragozano igual que hizo el año pasado e informarnos para saber si compro la toquilla y la peineta.

Saludos

EL GUARDIAN DEL REGISTRO -

TRINI, no te ví en el futbol, como te achantas, cuando caen "dos gotas", el amigo "Popi" y otros blogueros, me preguntaban por Vd. Te felicito por la campaña de divulgación que estás haciendo de nuestra Semana Mayor a través del blog, buenas fotos y buenas maneras. Saludos a todos.

Esuri -

Es Dársen o es el estero tengo dudas.

Puerta de España -

No conozco a ningún propietario de hermandades, en todo caso se creen que son suyas porque ponen el dinero, pero nada más.

Copernico -

Párese ser que hay un señor de la alta sociedad que lo domina todo y sus servidores.

El argumento parece un relato corto del siglo XIX, narración corta a su máximo esplendor con sus rasgos característicos, experiencia singular desarrollada con intensidad y tensión, capacidad de observación de la realidad, relatos cortos que escribían autores como Alarcón, Clarín, Galdós, Pardo Bazán y Blasco Ibáñez contando como era la sociedad en aquel siglo.