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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS. 62. Los gañafotes.

LA PECULIAR FORMA DE HABLAR DE LOS AYAMONTINOS.  62. Los gañafotes.

A veces ocurre con las palabras y expresiones de nuestra peculiar forma de hablar que cuando menos lo piensas encuentras algún lugar remoto en el que también es utilizada. Me ocurrió eso con nuestros fusilazos, de los que hablaremos otro día, que en un pais sudamericano, creo recordar que Ecuador así llaman también a los relámpagos. Pero ya advertí en 1998 cuando se editó mi libro "La peculiar forma de hablar de los ayamontinos", que nosotros no vamos de exclusivistas, pero eso no evita que entendamos que forma parte de nuestra peculiar forma de hablar todas las expresiones que estamos tratando sencillamente porque así lo hemos hecho toda la vida. Yo estoy haciendo todos los esfuerzos posibles porque esto no se pierda, espero y deseo que llegado el momento alguien me suceda.

Pero resulta que con lo de gañafotes, la palabra de hoy, ni siquiera el muñeco diabólico me da pistas, no encuentro ningún lugar en el mundo donde a los saltamontes se les llame gañafotes. Y eso que según tan diabólico muñeco, que todo lo sabe, nos informa que existen al menos 10.000 especies conocidas de saltamontes. A alguna les podrían llamar gañafotes, pero no señor, eso queda para los ayamontinos.

Antes de que se urbanizara lo que siempre conocimos como el Callejón Largo, hoy denominado Camino de la Noria, a ambos lados de aquel camino terroso que nos llevaba hasta la Villa, existían innumerables chumberas y magueleras (otro término muy ayamontino para llamar a las pitas). Allá íbamos los días de sol después de un chaparrón a coger caracoles, y como había hambre a porrillo, a comernos higos coloraos de aquellas chumberas. Pues bien, entre aquellas magueleras y chumberas proliferaban  cantidades de gañafotes, es decir, del común saltamontes.

Una de las costumbres de los niños de entonces, y también de algunos de ahora, era coger un gañafote, meterlo en un tarro, taparlo con un papel de plata al que se le hacían unos agujeritos para que el gañafote no se afixiara y lo que nunca podía faltar, ni con los gañafotes, ni con las vaquillas negras, ni con los bichitos-luz o mariquitas, ni con ningún bicho: meterle dentro hierbas para que comieran, como si todos fuesen vegetarianos. Así se morían todos, claro.

No sé por qué, pero si ustedes se paran a observar lo que les digo con detenimiento llegarán a una conclusión: lo primero que se nos ocurre cuando vemos  un gañafote es darle un pisotón. Cuidadito con lo que hacemos que hoy puede ser más peligroso aplastar un gañafote o coger un poco de poleo, que estafar al alguien.

Para terminar, decir que el gañafote es género que abunda en el mundillo de la Semana Santa, se trata de esos tontos de capirucho que van de una hermandad a otra y lo que es peor, hablando pestes de la saliente.

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