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Mojarra Fina: El Blog de la Mojarra Fina Ayamontina

AYAMONTE EN EL RECUERDO. 33. El teatro Ibérico.

AYAMONTE EN EL RECUERDO. 33. El teatro Ibérico.

Allá a primeros del pasado siglo, nuestra ciudad contaba ya con varios recintos para espectáculos. Frente al paseo de la Ribera, entonces de Tetuán, venía ubicado el llamado "Cinema Ayamonte", que yo no llegué a conocer, al menos no tengo recuerdos concretos. En la calle José Pérez Barroso, donde existen hoy varias puertas para garajes, pasado "el Chochito", contábamos con otro cine, el "Creoli". De este sí recuerdo algo porque en muchas ocasiones fui a ver películas infantiles los domingos, todas del Oeste y en blanco y negro; era de madera y tenía su anfiteatro. Y ya en la Avenida, muy cerca de la curva del astillero o lo que hoy es la rotonda de los Miguelitos, estaba situado el Teatro Ibérico.

No entiendo de arquitectura ni de diseño de edificios, pero a mí el Teatro Ibérico es que me chifla, aunque sólo sea ahora viendo su antigua foto. Ciertos aires árabes en los arcos de sus puertas y ventanas, los arabescos de su herrería, y la crestería nos trae al recuerdo un pasado rico en manifestaciones artísticas.

El Teatro Ibérico acogió en su escenario a muchas figuras del folclore sobre todo andaluz. No sé cuando terminó su actividad, pero sólo la oficial, porque desde el punto de vista aficionado siguió prestándola. En el Teatro Ibérico tuvo su domicilio durante años la familia Vela -un recuerdo especial y cariñoso para Diego, el ejemplar chófer de Damas- y dado que la más joven de sus miembros, Mariquita, no le daba mal al cante, organizaba espectáculos de aficionados con gente del pueblo, como su mismo hermano Manolo, el camarero, una hermana de Jesús el del Butano, una hija de María la Gitanilla, que no recuerdo si era la Joqui o Jeroma, y en fin, todas las que se querían apuntar. Se pagaba una pequeña cantidad y allí se pasaba las tardes del fin de semana.

El Teatro Ibérico fue derribado en una época que poco se respetaba el pasado y no se conservó ni siquiera su preciosa fachada, y no digamos de su interior, con su escenario, su escalera de acceso a lo que serían los camerinos, en fin, lo de siempre.

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